🎀 Capítulo 11 🎀

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El deseo es el fuego que consume el alma

William Shakespeare.

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Barbie Robbie

Cuidar de Adrianna era sencillo: le prestaba algunas revistas de moda, la instaba a ver shows conmigo o dibujaba a su lado, y de esta forma su compañía se hacía llevadera. Y silenciosa. Y si en algún instante se volvía un poco insistente con algo, bastaba con pedirle que dejase de comportarse así.

¿Pero con Nelson?

Joder, eso sí que merecía un mérito por conseguirlo.

Si bien Nils lo describió como un niño súper introvertido, a mi lado se volvió todo lo contrario, al punto de que yo, la chica que odiaba el silencio y debía estar hablando cualquier tontería para acabar con él, deseé un ratito que se callara.

Era un niño un tanto indiferente cuando no estaba molestando o insinuando cosas, pero normalmente parloteaba como papagayo con una dosis de cafeína.

Me encontraba en su habitación, curioseando como de costumbre. El cuarto con dinámica de superhéroes dibujados en la pared era enorme. El más grande del piso. Hallé cositas interesantes, como doce estatuillas de Spiderman, todas del mismo tamaño y estilo.

—Vaya, estás obsesionado —comenté en cuanto las noté.

—Mi hermano me las regaló —informó Nel, que aunque llevaba los cascos gamer y le prestaba atención a su computador no dejaba de escucharme—. Él es el único obsesionado en esta casa.

Se rió por lo bajo, todo un santito, haciéndome enarcar una ceja.

—¿Qué otras obsesiones tiene?

—¿Quieres la lista larga o la corta?

—La corta.

—Está obsesionado con cuidarme.

—¿Y la larga?

—También con el chocolate, los pianos, el FIFA, las películas de terror, los programas sobre especies en extinción o algún drama sobre la astrología, el color azul, las camisas de cuadros, sus lentillas, aunque no las usa mucho porque son de color verde, la pintura...

Tanta información a la velocidad de la luz me dejó anonadada, pero por lo menos lo último atrapó mi atención.

—¿La pintura? ¿Le gusta pintar?

—Le encanta —accedió, todo sonrisitas—. ¿Es que no has visto los cuadros del salón? Los hizo él.

—Los vi, sí.

—Y quieres volver a verlos porque los olvidaste —dedujo.

—Joder, ¿tan obvia soy?

—Tus expresiones lo dicen todo.

Con una mueca de vergüenza se lo concedí. Ya nos conocíamos. Me apresuré y casi corriendo llegué al salón, toda curiosa. Claro que apenas recordaba aquellos mencionados cuadros, aunque de haber sabido que Nils los hizo no los olvidaría pronto.

Barbie y el NerdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora