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El día y la noche que siguieron fueron un borrón para Jimin. El paso del tiempo estuvo marcado sólo por el amanecer y el atardecer, y por los baños de soda que le dio a Soobin, quien, aunque todavía febril, se aferraba tenazmente a la vida. Jimin se negó a hacer más que una breve siesta mientras que Soobin dormía, y de vez en cuando se despertaba entumecido, sintiéndose como un anciano por dormitar en esa silla.

En una ocasión, alguien subió las escaleras en busca del lavandero que cantaba, pero el doncel le dijo a través de la puerta que su pequeño estaba enfermo y que no podía bajar a trabajar. Había perdido ciertamente su deseo de cantar. No había nada que cantar.

Manteniendo el comercio cerrado, Namjoon mantuvo la vigilia con el castaño, saliendo sólo para asistir al funeral de Yoongi. Jimin deseó poder presentar sus respetos también, pero era imposible. De todos modos, no había nada que pudiese hacer ahora por Yoongi, y Soobin necesitaba su constante atención.

Namjoon volvió de la ceremonia con sus ojos hundidos y aspecto agotado.

— ¿Le ha rendido Dawson un buen homenaje? —Preguntó el doncel, mirando hacia arriba, desde la cuna de Soobin.

El moreno asintió con la cabeza y se dirigió a la cafetera sobre el fogón. — El funeral atrajo a una gran multitud, y muchos elogios fueron pronunciados por él. Creo que más gente le conocía y le consideraban buena gente; mucha más de lo que él creía. Casi todo el mundo puso un poco de dinero para conseguirle una buena lápida. Shin, el Gran Jo Heebong, Kim Hwan, todos dieron. Incluso Hoseok.

Pensando en cómo serían los inviernos en Dawson, su mente conjuró un pequeño ataúd cubierto de rosas y una serie de dolientes arrastrándose detrás de él en un viento amargo; sus figuras negras contra un cielo frío y gris. Jimin miró a Soobin y dijo: — ¡Qué lugar tan desolado para tener que enterrar a una persona! Tiene que ser tan difícil dejarle ahí en una tumba cubierta por el hielo y la nieve, y la oscuridad. Yo no creo que pudiese... —Miró a Namjoon.— No sé qué haría si... No podía soportarlo.

Se acercó a el doncel y le entregó su taza de café. — No vamos a preocuparnos por eso ahora, ¿de acuerdo? Soobin se va a poner bien, y todo va a estar bien. En cuanto a Yoongi —Suspiró.— Si es posible, creo que su espíritu se ha ido para estar con alguien que murió antes que él, alguien que significaba mucho para él.

A última hora de la tarde, el doctor Moon se pasó por allí, tal como había prometido, y Jimin pensó que el joven médico se sorprendió al ver que Soobin había sobrevivido hasta ahora.

— ¡Esto es prometedor, muy prometedor! —Declaró tras examinarle.— La fiebre no se ha ido, pero ha remitido considerablemente.

Namjoon se quedó fuera del camino, pero Jimin vio la esperanza y el alivio en sus ojos.

El doctor Moon le dio instrucciones para mantener el régimen del tratamiento de Soobin y le dijo que se cuidase Jimin también.

Durante el resto del día y la noche, Namjoon se quedó muy cerca. Jimin silenciosamente bendijo su compañía, a pesar de que le insistía que tenía que dormir más de lo que estaba durmiendo. Él trajo la comida de distintos restaurantes para evitarle a Jimin la tarea de cocinar, y de vez en cuando, paseaba él mismo a Soobin para que Jimin pudiese descansar. El doncel sacaba fuerzas de su presencia silenciosa, y a veces mientras tanto él como el bebé dormían, velaba por ellos y sentía una oleada de amor tan grande que llegó a pensar que su corazón se rompería.

Las largas horas en esa sala pequeña le dieron mucho tiempo para pensar, y llegó a dos conclusiones. En primer lugar, sabía que no haría más coladas ahí en Dawson. Soobin podría haber cogido la fiebre de mil maneras distintas, pero Jimin se negaba a exponer al bebé a un peligro más. Había hecho un buen dinero lavando la ropa de los mineros, pero ninguna cantidad de oro valía tanto como para arriesgar la salud de su pequeño.

Kim Jimin- MiniMoni Where stories live. Discover now