51 - Ser Digna

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El Sol comenzaba a ocultarse, trayendo consigo el atardecer a las sagradas tierras de Athena.
La batalla que se desataba en Escorpio era intensa, pero nuevamente, los caballeros restantes no podían hacer nada por sus compañeros. Les quedaban tan solo cuatro horas y todavía no llegaban a la novena casa.

—Kagome—llamó Seiya, logrando captar la atención de la joven —. ¿Segura qué estarás bien?

—¿Qué?—arqueo una de sus cejas con confusión —¿A qué te refieres, Seiya?

—La novena casa zodiacal, representa el signo de Sagitario —dijo con seriedad, aunque fuera algo obvio su amiga no parecía reaccionar —. Es la casa de Aioros, la casa de tu hermano.

La amazona se mantuvo en silencio por un momento, bajando la mirada un tanto decaída. Sus sentimientos en ese día eran un embrollo, estaba nerviosa, alterada, enojada, cansada y con unas inmensas e inexplicables ganas de llorar. Solo sabía que quería que está guerra interna terminará pronto.

—Estare bien...—aseguro después de estar callada un rato—Nunca he estado en Sagitario, no me va a afectar el juicio pasar por ahí...

—Por más que digas eso, me es imposible no preocuparme —aseguro el joven con una sonrisa débil.

De alguna manera el saber que Seiya, pese a la situación que atravesaban, todavía quería cuidarla. Le quitaba un peso de encima tener en quien apoyarse, pero como bien ella misma dijo, no iba a quebrarse en la casa de Sagitario.
Faltaban cruzar cuatro casas para llegar  con el Gran Patriarca, no podía dejarse llevar por sus sentimientos a estas alturas.

—Sigamos, pronto llegaremos a la novena casa—la voz de Shiryu la sacó de sus pensamientos.

Cómo una escena ya habitual, el majestuoso templo se asomaba a la distancia, portando en la entrada el símbolo de la flecha.
Frenaron de a poco el paso hasta terminar en la entrada de la casa del centauro de oro.

—Muy bien—habló Kagome—¡Ahora sí, aquí no hay nadie!—señalo al interior exasperada. Ya en varios templos supuestamente vacíos se encontraron con poco gratas sorpresas—. ¡No hay una ilusión de un laberinto, ni un loco poseído, ni un chico hecho paleta de hielo!—comenzó a avanzar por los pasillos, acompañado de las risas de sus dos amigos.

A simple vista, el templo se encontraba completamente vacío. Había bastante polvo en el ambiente, hasta el punto de provocar una pequeña toz en los jóvenes. Esta era una señal de que hacía tiempo nadie se pasaba por allí, por el momento eso era una buena señal, aún asi no debian confiarse, pues una sorpresa podría esperarlos más adelante.

El corazón de Kagome se aceleraba con cada paso que daba y un nudo se formaba en su garganta. Trataba de mantenerse firme, nunca había estado en Sagitario, no tenía porque dejarse llevar por malos sentimientos.
Sin embargo, el no perdonarse así misma iba a jugarle en contra cuando menos se lo esperara.

Frenaron en seco por un momento, mirando hacia delante con inquietud. Un destello dorado brillaba inmensamente.
Se miraron entre ellos con preocupación, no se percibía ningún cosmos por lo que podía tratarse de una ilusión, aún así debían ser cuidadosos. Avanzaron lentamente, manteniéndose alertas de cualquier movimiento enemigo.

—¡Ah!—respingo el Pegaso— ¡Eso es...!

Frente a ellos, luciendose con gracia, estaba la cloth de oro de Sagitario.
Ninguno sabía cómo reaccionar ante ello, pues la armadura había desaparecido en su primer encuentro con Aioria de Leo. ¿Acaso había vuelto por su cuenta al Santuario? ¿Fue la gracia de Athena? Era realmente una incógnita para todos ellos.

—Sagitario...—murmuro la chica, acercando su mano hacia las vestiduras.

De repente, un fuerte cosmos deslumbró a los jóvenes caballeros de bronce. Había algo extraño en aquella sensación, pues ese cosmos era demasiado parecido al de Kagome y Aioria, casi pareciendo iguales.
La cloth comenzó a desarmarse y una figura se formó, vistiendo la armadura dorada.

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⏰ Última actualización: Jun 03 ⏰

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