Capítulo 44 El Deslizamiento Continua

200 41 6
                                    

Me deslizo fuera de mi refugio y repto de forma silenciosa y sigilosa entre la vegetación circundante. Bien, veamos, en qué dirección debería ir...ammm...esta. Con la dirección general ya elegida me deslizo con suavidad y cuidado hacia la posible libertad, fuera de este infierno.

Hacia la salida y la tierra prometida, un paraíso de luz solar, arboles normales y totalmente vacío de cosas horribles que puedan y quieran comerme. La sola idea de esto (junto con el absoluto terror que me produce cada segundo que paso en este lugar) es lo que me impulsa a seguir adelante, persiguiendo esa idea, ese sueño.

Serpenteo entre arboles oscuros y retorcidos de hojas grandes y grises. La visión de calor siempre alerta por si hay alguna planta extraña y aberrante con muchos dientes o raíces llenas de pinchos rotos y afilados. El tipo de cosas horribles que causan pesadillas en los adultos y un trauma considerablemente fuerte en los niños.

Ya tuve suficiente con aquella experiencia con la flor/anemona/cosa, no quiero ningún otro encontronazo con algo similar, ni siquiera remotamente. Al pensar en ello no puedo evitar mirar con sospecha y miedo a los arboles a mi alrededor.

Mi mente conjura imágenes de abominaciones de madera y hojas, llenos hasta arriba de dientes, pinchos y vides mortales que se retuercen con oscuro propósito mientras danzan a mi alrededor, ansiando matarme y comerme. No necesariamente en ese orden.

Imágenes de árboles rompiéndose y astillándose para revelar que pueden moverse usando sus raíces y aplastarme con sus ramas llenas de pinchos mientras una siniestra boca llena de dientes rotos como dagas da una sonrisa horrible y plena.

La no reconocida habilidad [Paranoia] empieza a sonar en mi cabeza cuando me parece escuchar el más leve crujido de madera y me lanzo con todas mis fuerzas hacia un matojo de plantas particularmente densos. Allí me quedo congelado como una estatua mientras miro hacia los arboles a mi alrededor con miedo y ansiedad, listo para empezar a deslizarme en pánico a cualquier lugar mientras instinto lanza fuego en todas direcciones en un pánico ciego.

Pero para mí fortuna, nada de eso pasa, los árboles se contentan con seguir siendo solo arboles retorcidos y siniestros, pero virtualmente no asesinos. Aun así, solo por asegurar permanezco quieto durante varios minutos más antes de volver a deslizarme.

Cuanto más tiempo paso en este lugar, más miedo me da, no puedo ni creo que nadie pueda acostumbrarse a esta oscuridad sin fin. Una oscuridad plagada de sombras tan retorcidas como los mismos árboles que la plagan. Una oscuridad en la que horrores de dientes y garras acechan en las sombras de los árboles y la vegetación oscura mientras horrores aún más grandes y horribles acechan en la niebla de arriba.

Deslizándose por ese lugar como peces en el mar.

Mierda, ahora no puedo parar de imaginarme algo observándome desde arriba.

Mi mente, una vez más conjura imágenes de cosas monstruosas y gigantes acechando desde las alturas, a veces mirándome con ojos gigantes llenos de hambre y maldad. Otras veces observándome con su falta de ojos, mirando a través de cualquier cosa que tengan que les permita sentir su entorno.

Me encuentro parando y revisando el cielo cada pocos minutos, saltando a cualquier posible escondite y simplemente quedándome quieto como una estatua mientras miro a la negrura de arriba.

Ayer había sido todo tan caótico y había tenido tanto miedo que no había tenido tiempo para preocuparme de la posibilidad. La crisis de esta mañana en el campamento, había hecho que la sola idea se mantuviese oculta en lo más profundo de mi cabeza. Pero ahora, en el exterior, entre arboles siniestros y sombras retorcidas la idea había sido liberada.

La cobertura de los arboles me ofrece poco consuelo o seguridad, porque hace que el cielo oscuro y nebuloso de este retorcido lugar sea difícil de mirar.

Casi gimo de terror cuando me parece que la niebla sufre la más mínima perturbación de algo gigante moviéndose entre ella, deslizándose por el cielo como yo me deslizo por la tierra.

¿Quién me dice que lo que paso ayer no volverá a pasar?, ¿qué dos colosos no caerán del cielo y me aplastaran mientras se matan entre ellos como dos perros rabiosos?

La sola idea me hace temblar de miedo mientras mi mente se lo imagina. Formas gigantescas cayendo desde el cielo como un cometa de carne y huesos que se retuerce y muerde a sí mismo. La forma cayendo e impactando a una velocidad imposible, demasiado rápido para que yo me aparte, demasiado rápido como para que pueda reaccionar apropiadamente.

Aterrado, me quedo ahí, mirando el cielo como un vigilante de seguridad que se ha tomado veinte cafés para mantenerse despierto durante el turno de noche.

El tiempo pasa y cuando me convenzo a mí mismo de que nada va a caer desde el cielo para aplastarme en el momento en el que deje de mirar es cuando puedo volver a avanzar. No sin parar y esconderme durante algunos minutos cada vez que me parece escuchar el más leve crujido o sonido que parezca estar remotamente cerca.

Y así avanzo de forma constante, con el miedo atascado en mi garganta mientras sombras retorcidas bailan a la luz de plantas alienígenas y brillantes que más que ayudar dan más combustible a las sombras para asustarme con sus apariencias retorcidas y brutales.

No importa cuánto tiempo pase aquí, lo alienígena que es este lugar nunca dejara de aterrorizarme hasta lo más profundo de mi alma. Este lugar de pesadilla y oscuridad, de sombras y dientes. Donde la oscuridad nunca parece ser demasiado densa y donde esa niebla oscura parece gobernarlo todo como un tirano sentado en su trono.

Alejo esos pensamientos de mi mientras me pongo a pensar en otra cosa y me deslizo con cuidado entre las plantas y los arboles torcidos, mirando de vez en cuando al cielo falso de arriba donde acechan gigantes horribles de hambre y violencia.

No, joder, deja de pensar en eso.

Por ahora oremos un poco al dios serpiente.

Oh serpiente divina que estas en el cielo, santificadas y lustrosas sean tus escamas en toda tu gloriosa forma deslizante, soy yo una vez más. Y una vez más te pido que me protejas en este peregrinaje hacia el seguro y santo reino de la superficie, lejos de este horror sin fin de piedra y dientes.

Alabada sea tu grandeza.

Atentamente, tu más grande y leal siervo.

Con mi oración hecha, mi deslizamiento continua en silencio y sigilo mientras la visión de calor revisa todo por segunda vez, en busca de cualquier amenaza.

Vida de una Serpiente Vol.1 Miedo y HambreWhere stories live. Discover now