Capítulo XIII

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Fina se sentó delante de aquel espacio verde y soleado, preguntándose cómo había acabado allí. El bendito día viernes llegó más rápido de lo que esperaba y se sentía mentalmente agotada. Esta se había convertido en la semana más complicada en mucho tiempo. Ni siquiera la que había pasado mudándose de París a España, o de su antigua casa a la Maite y Camino habían sido tan complejas y llenas de sobresaltos, y eso que durante la última estaba hundida en una ruptura.

Esta semana no se comparaba. Empezó con un lanzamiento y un momento precioso, continuó con un reencuentro inesperado, con su padre en el hospital, una cena fallida y con un beso que no fue. Un beso que solo le trajo ansiedad. Ahora mismo, terminaba de tener una charla que no hubiera esperado tener el lunes, y no hablemos de esa tarta de bodas que debía tener lista el día domingo para el evento más improvisado el mundo.

Sin contar con que ahora tenía piso propio y estaría todo el fin de semana mudándose.

¿Podía pasar algo más?

Su padre estaba mejor, eso era un alivio. Se había recuperado casi por completo, al punto de empujarla a firmar un contrato por un sitio donde vivir por su cuenta. Sitio que ya había encontrado el día en que su padre tuvo la crisis y que, aunque estuvo a punto de dejar pasar, finalmente se quedó para ella. La promesa de Isidro fue suficiente: haría caso a lo que Luz decidiera para él y también al cardiólogo. Y, aunque quiso cerrar el trato comiéndose una ración de morro, luego le aseguró que solo era para verle la cara de espanto y que se cuidaría de comer solo lo que la nutricionista a la que le habían enviado le dijera. Promesas eran promesas, así que hizo lo que le pidió Isidro y ya tenía un piso al que llamar hogar, uno que quedaba en la finca de al lado de donde se encontraba su pastelería.

Uno grupo de niños pasó corriendo por su lado y se dispersó mirándolos. No tendrían más de ocho o nueve años.

En el momento en que ella era así de pequeña, jugaba mucho como esos niños. Corría por la finca de Toledo jugando al 'pilla pilla' con Luis y otros niños que residían o en la finca o cerca de ella. Si tuviera la oportunidad de hablar con esa niña pequeña, le hubiera aconsejado que dejara de fantasear con ser mayor y corriera mucho más, que se ensuciara y se trepara en todos los árboles que quisiera. Que se cansara hasta que no pudiera respirar. Que no mirara el mundo con el anhelo de crecer porque lo mejor lo estaba viviendo en ese punto exacto en que no había responsabilidades ni fracasos. Que volviera a casa y abrazara a su madre y a su padre, porque algún día no estarían. Que no esperara por esas cosas que llegan por ser más grande, y que tarde o temprano las vivirá sin que pueda evitarlo. Que disfrutara de la libertad que tiene el ser niño, de esas decisiones que se toman desde la inocencia, desde la ingenuidad de creer que uno es capaz de alcanzar lo que quiere en el mundo sin dificultades, o con la única dificultad que supone parar y tomar aire profundamente para seguir corriendo.

La vida adulta que tanto anhelamos de niños está llena de momentos de colores, pero también tiene otros que son grises y fríos. Como las despedidas o como los rechazos.

Se había despedido de Esther esta misma tarde y le había costado decirle todo lo que le había dicho, tanto que se había quedado con la batería baja. Por eso, decidió que si iba a continuar con las responsabilidades, primero tenía que descansar de lo mucho que había costado tener esa conversación a corazón abierto. Una conversación que no esperaba tener y que llegaba en el peor momento posible, en una de sus horas bjas. Pero estar mal en la vida no es excusa para confundir a la gente con cosas que no puedes alcanzar o ya no puedes ofrecer.

Vivía un mal momento que se había configurado desde que su padre dejó el Marañón en la madrugada del jueves. Ella se concentró en Isidro, pero allí estaba aquella espina que no la dejaba descansar bien y no tenía que ver con su testarudo progenitor. A la mañana siguiente, se rindió y envió el primero de una serie de mensajes que hubiera preferido no enviar, ni leer.

Dulces Sueños (o Sueños Dulces...)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora