Capítulo XXIX

8.5K 381 414
                                    

Bueno, pequeño anuncio. Hoy estuve un poquito ploff, pero espero haberles podido dar un poco de cariño a mis chicas. Se vienen una serie de capítulos que nos encaminan a otras cosas, y donde he querido que haya participación del universo Maitino. Tiene el sentido de ir acercándonos a lazos que quiero construir. Sin más, nos leemos al final. 

Una aclaración a una pregunta que me hicieron en otro capítulo: Maitino es una pareja canónica de Acacias 38, pero muchos  de los eventos que se incluyen en este fanfic pertenecen al fanfic C.A.L.P. de mi autoría y en mi perfil. Igualmente, se explica todo sobre los personajes cuando salen. Al menos, todo lo que es vital.



El lunes llegó con una Marta muy descansada, buscando qué ponerse aquel día para ir a la empresa. Habían regresado de Toledo a media tarde del día anterior, y lo único que hicieron fue dormir. Ambas estaban agotadas por haberse pasado toda la noche anterior recorriéndose una y otra vez. La empresaria se dio una ducha tan pronto como se levantó esa mañana, justo después de dejarle un pequeño beso en la frente a Fina, quien dormía tan profundamente que no lo notó. Se giró a abrazar la almohada que la rubia había dejado vacía. Marta sonrió al verla apretarla fuerte contra sí sin reaccionar a su ausencia. La entendía porque ella tampoco había notado el tiempo en que la pastelera estuvo trabajando aquella madrugada.

Durante la ducha, Marta notó algunos detalles: tenía marcas y agujetas por todo el cuerpo, y se sentía tan plena y complacida que casi no se reconocía así misma. Como no lo hizo en aquel pasillo donde fue impetuosa y voraz, o como no lo hacía en las veces que perdió el control intentando domar a esa morena salvaje que no dudaba en desafiarla. Solo recordarlo le hizo subir la temperatura, pero se obligó a calmarse. "Va, Marta, que tienes que ir a trabajar". Quizás resultase que era insaciable.

Rebuscó en el armario por el atuendo del día, sin notar que era observada. Repasó los pliegues de las camisas y blusas que estaban colgadas, buscando la que complementara con el pantalón de vestir que quería llevar y con la americana a juego. Tocó una de color blanco y luego otra igual, que estaba muy cerca.

-Esa es mía – la voz pastosa de Fina la interrumpió, y Marta se giró a verla con una sonrisa. Encontró a la morena observando desde la cama -. La camisa – repitió -. Es mía, pero puedes usarla si quieres.

-Así que vamos a intercambiar ropa, en verdad – comentó la rubia.

-Si quieres y te va bien – contestó Fina -, úsala sin problema.

-¿Crees que le quede bien a este atuendo? – preguntó Marta, mostrándole lo que había escogido y vio a Fina asentir -. Pues vale, adjudicado.

-Bien – Fina se estiró y bufó -. Estoy cansada, pero cansadísima – dijo aguantando un bostezo.

-Yo estoy un poco molida también – señaló Marta -. Me duele todo, especialmente los hombros y los brazos - se sentó al pie de la cama y notó cómo Fina se acercaba hacia ella.

La morena le besó los hombros y el cuello, exponiendo su piel de la bata de baño que llevaba.

-Eso es de sostenerme el sábado en la noche – aventuró la pastelera, apoyándose en su hombro y rodeándola -. ¿Quieres una pastilla para que te sientas mejor?

-No, es una recompensa dolorosa que me saca una sonrisa – respondió Marta y se giró a besarla unos instantes -. Un café sí que querría.

-Vale – Fina se levantó de la cama -. Voy a la ducha y bajo contigo que quiero ayudar en la apertura, y así te hago ese café también.

Al verla pasar junto al armario, Marta la detuvo.

-¿No quieres usar algo mío?

Fina observó las opciones.

Dulces Sueños (o Sueños Dulces...)Where stories live. Discover now