Dulces Sueños (o Sueños Dulces...)

Capítulo XXXII

Notita corta: espero que cumpla expectativas porque sino me da algo jajajaja

Ah, y me disculpó de antemano con la gente que traduce al inglés, sorry! No puedo hacerlo de otra manera. 

No conseguía entenderse, no se podía escuchar. Su oído estaba perfecto, pero no se oía bien igualmente. Entendía el timbre de su voz y el de Fina, pero dentro de su cabeza había demasiadas emociones, demasiadas sensaciones que se superponían, y todo era un enredo caótico del que no podía sacar ni un solo pensamiento racional.

Por dentro, caos. Por fuera, perdición.

Fina no había tenido ningún reparo en hundirse entre sus piernas, luego de advertirle sobre esta lección. Sus dedos helados aún le rozaban los labios, los frotaba y apretaba enérgicamente, pasando de sus dientes o su lengua. Por la forma en la que se movía sobre su sexo, esto era solo un precalentamiento. Lo tenía claro en la terrible lentitud de los movimientos de su boca.

No podía pensar en nada. Se sentía anulada al estar hundida en la oscuridad, y con las manos atadas era un cuerpo a medias, pero demasiado despierto al mismo tiempo. No podía oír sus pensamientos y, si se centraba en su voz, esta solo emitía quejidos agudos y penetrantes. Quizás, intuyendo su lucha, Fina volvió hasta la altura de su rostro y besó las huellas de sus propios dedos sobre la boca de la rubia. El sabor de sus labios produjo otro estremecimiento en Marta cuando se saboreó en ellos.

-Esta no es una experiencia para pensar, Marta, tienes que dejar de darle vueltas – la devolvió a este terreno con su voz - ¿Confías en mí?

Marta asintió incapacitada para verbalizarlo. Fina se alejó de su cuerpo y la rubia presagió otro posible ataque externo que no tenía claro por donde vendría, pero que seguramente no haría más que inundar la humedad que ya tenía entre sus piernas. Ella no tenía capacidad para quejarse, ni quería hacerlo. Había algo excitante en la tortuosa incertidumbre.

La quietud se destruyó cuando las manos de Fina volvieron a su piel y la hicieron estremecer gráficamente.

-Esta es una experiencia para sentir... – susurró en su oído y sus dientes le dieron un mordisco bruto justo en un punto debajo de oreja, haciéndola gemir muy intensamente -. Solo siénteme, Marta...

Tiritó dos veces, por los dedos que se desplazaron por sus hombros y por el mordisco, que luego fue reemplazado por una succión ruidosa, levemente desconsiderada con su piel. Los dedos helados bajaron por sus brazos y causaron que toda su piel se pusiera en alerta. Ella subiendo de temperatura y los dedos más fríos que de costumbre contrastaban ridículamente, descargando olas de energía por su cuerpo. Las descargas terminaban siempre en el mismo lugar, un lugar que ya estaba ardiendo.

Fina se sentó sobre su estómago y Marta notó la calidez húmeda que su cuerpo desprendía. Gimió al contacto.

-A ver – susurró la morena.

Entonces, un dedo helado recorrió su pezón. Marta notó el gimoteo que brotó de su garganta cuando fue capaz de escucharlo, y también cómo su cuerpo había reaccionado levantando el torso para acrecentar el contacto y cerrando las piernas bruscamente. Su cuerpo se descontrolaba y tomaba decisiones sin su consentimiento. Se sentía hechizada.

-No, no, no – Fina se inclinó hacia atrás y le abrió las piernas -. Aún es pronto para sucumbir, Marta – la rubia oyó ruidos alrededor, el típico gorgoteo de un líquido, y esperó con ansiedad el siguiente ataque -. No se te ocurra adelantarte. Quiero ver cómo te rompes por completo – terminó, y sus dedos helados rodearon sus pezones y los pellizcaron, generándole una violenta punción entre las piernas.