Bon appétit

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Un nuevo días e anunciado por el sol. Otorgandonos una hermosa mañana francesa. Esa que cualquier chica ansía.

–Buenos días.

Murmura el omega a sentir mi gruñidos. Después de tantas horas en el avión, lo menos que quería era salir de la cama. Siempre hay agradecerle a la señora Marta por ajustar las habitaciones a nuestros gustos.

–Una hora más...

Ruego aferrandome a su pecho.

–Le dije a mis padres que llegaríamos temprano.

Informó. A mala hora lo deje solo hablando por teléfono. Ahora habia planificado algo muy perjudicial para mi somnoliento ser. Con algo de enojo lo cargo hasta el baño y lo desnudo con confianza mientras la ducha calienta.

–Ni se te ocurra.

Dijo al sentir mis besos. Ignorando sus palabras me masturbo utilizando sus muslos.

–Aprietalas.

Digo con la voz ronca. Con un suspiro el omega omega obedece y se concnetra en el roce de mi pene contra su trasero.

–Aaah~

Gime con delicadeza. Al sentir el clímax me aferró a su cuello ahogando un gemido sobre el mismo. Sin decir ni una palabra seguimos con nuestro baño matutino. El cual no paso de eso para mi desgracia. Tras vestirnos nos dirigimos a la habitación que Marta preparo para Alekseý. En su interior la rusa lo mimaba junto a Lev, Aaliyah y un muy celoso Adrien que se aferraba a un furioso Caesar. El pequeño ya vestido y arreglado descansaba en el pecho de la mujer con una calma inhumana. Aunque esta se acaba al sentir las feromonas de su madre al cual busca con fervor.

–Buenos días mi príncipe.

Saludo el omega.

–Quédense hasta que nazca el bebé. Hace años que no tengo a un recién nacido en casa. Me hace falta.

Pidió la padre de Adrien. Un alfa de apariencia ruda pero personalidad tranquila e incluso tierna.

–Si Aleksander esta desacuerdo, me encantaria.

Respondió el omega. En respuesta asentí con uan sonrisa.

–Jefe tiene una reunión por zoom en media hora. Podrá asistir de camino a la casa de los Duval.

Explicó rindiendose en los brazos del alfa.

–Entiendo. Adrien deja mi guardaespaldas en paz.

Le ordenó.

–Tanta que jodí para darlo a luz y ahora resulta que el gustan los betas. Nunca tendré un nieto de su parte.

Se quejó la mujer fingiendo lágrimas.

–No te preocupes lo convertiré en omega.

Dijo.

–¡¿A quien vas a convertir en omega?!

Exclamó golpeándolo con fuerza. Los intentos del alfa solo resultaban golpes llenos de odio por parte de su "pareja". Aunque al parecer, mi querido amigo, no solo es sordo, también es masoquista.

–Ya esta el desayuno.

Saludo una mujer, de cabellos y ojos castaños, con una calida sonrisa.

–Gracias mami, bajamos ahora mismo.

Respondió la mujer.

–Mami...

Repitió el de ojos azules sorprendido.

–No le explicaste–dijo con enojo –Mi querido Étienne, mi esposo y yo somos alfas, por lo cual ambos necesitamos algo para satisfacer nuestros deseos. Por eso Dess, no ayuda con eso.

–Entonces... ¿Quién lo dio a luz?

Pregunto Lev que tampoco conocía sus historia.

–Yo dí a luz a Adrien, pero los otros siete, él los dio a luz. Y según los médicos durante esos cinco embarazos ambos dejamos nuestro ADN. Por lo cual los hijos son de los tres.

Explicó. El omega sólo asintió con algo de shock.

–¿Cómo pudo aguantar dos? ¿Y como pudo aguantar cinco partos en los cuales dos eran de gemelos?

Murmuró mientras bajamos las escaleras.

–Sí quieres puedo comprar un consolador para comprobarlo.

Dije con una sonrisa llena de picardía.

–Buenos días.

Saludaron los demás hijos.

–No sabía que vendrían.

Murmuró la alfa.

–Teníamos que venir a ver a Aleksander. Aunque fuera solo en el desayuno.

Explicó el mayor de los siete. Rápidamente Adrien lo saludo y se sentó al lado de su padre. En la cima de la mesa la señora Marta sonreía con dulzura. Dulzura que cambio por amor al ver a su esposo y omega.

–Bon appétit.


Peligro RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora