Diecisiete

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Al revisar el reloj de la pared, Caleb supo que tan solo habían pasado diez minutos desde la última vez que lo reviso, y no porque fuera una persona impaciente. Realmente no quería llegar tarde al voluntariado, ya que no sabía con certeza lo que le esperaría una vez estando con el amigo de Jerome.

Sobre la colcha de su cama descansaba la camisa lisa de color crema, y por debajo se alcanzaba a asomar un pantalón recto de color negro con un estilo casual-formal. Sin ser consciente de sus acciones, el chico miro la hora de nuevo, confirmando que le quedaba el tiempo suficiente para ir al baño a darse una ducha antes de tener que abandonar su casa. Estando en el pasillo, el chico pudo escuchar como los adultos discutían acerca de algo irrelevante como era su costumbre.

Quince minutos más tarde, este salió de la ducha para alistarse con la ropa preparada previamente y sin haber pedido la ayuda de su madre, esta se adentró a la habitación colocando los lentes sobre se cabeza.

—¿Están seguros que no me acompañaran? —Caleb no tuvo más remedio que dejar que su madre acomodara el cuello de su camisa, similar a cuando era pequeño —Me dijeron que podía llevar a quien yo quisiera.

—Cariño, no nos necesitas. Para eso has invitado a tus amigos; diviértete. —Al terminar de aprobar la apariencia, Anne no pudo evitar peinar la cabellera de su hijo —Pero no quiero que te metas en problemas, solo irán al evento.

—En cuanto la exposición termine puedes regresar a los chicos a casa, solo recuerda que deberás estar aquí antes de la una —Jerome se unió a las advertencias —Revisaremos el kilometraje del carro.

Si bien sus padres ya no tenían problemas cuando salía, su instinto estaba irremediablemente cauteloso en esa ocasión, debido a que el chico no solo tendría la noche libre. Ambos habían accedido a dejarle el carro, bajo la promesa de un buen comportamiento... Nada novedoso, a decir verdad, excepto que la diferencia recaía en Caleb y su buen juicio.

No se trataba del mismo chico que se dejaba tentar por la idea del libertinaje, ya no buscaba beber hasta el hartazgo o fumar hierba en cada oportunidad que veía. Tampoco es que buscará ser el mismo hijo obediente que acataba una a una las demandas de sus padres, con sus calificaciones perfectas y sus múltiples extracurriculares que terminaban por saturarlo. Nada de eso, Caleb estaba por demostrar su cambio en unas horas.

De momento debía presentarse al evento de caridad antes que los asistentes comenzarán a llegar, pues los organizadores debían darle las indicaciones correspondientes.

Diciendo adiós a Anne y Jerome, el adolescente subió detrás del volante con dirección a la casa de cultura. Llegando a su destino, estaciono en el lugar que habían asignado a todo el personal involucrado en la preparación y creación del evento, siendo recibido por un señor con la misma pinta elegante que él mismo mantenía. Al reconocerlo como el amigo de Jerome, Caleb estrecho su mano con una expresión respetuosa, recibiendo palmadas agradables en la espalda antes de invitarlo a entrar al lugar.

Wells era un señor que rondaba los cuarenta años como su padre, sin olvidar que ambos trabajaban juntos, por lo que compartían un estilo profesional e impecable. El rostro redondo del adulto lucía unos lentes redondos, y su cabellera estaba atada en una coleta muy discreta, la cual ayudaba a relajar su apariencia tan pulcra.

Ingresando por la puerta trasera, Wells fue recordando de forma concreta lo que debía hacer. Después de todo, el adolescente estaba familiarizado con los protocolos que debía seguir en eventos así. Atender a los invitados, darles la bienvenida, así mismo debía mostrar siempre una actitud servicial.

A simple vista el chico alcanzo a ver a unos cuantos expositores dando el toque final a sus obras, o sencillamente conversando con los demás voluntarios que estarían trabajando a su lado, con la intención de detallar sus creaciones y lo que debían decir en caso de que les preguntarán. Cada uno de los doce pabellones contaba con una exhibición en donde estaría el estudiante que expondría su obra, teniendo como compañía una persona de apoyo que atendería a los invitados y compradores, en caso de que los invitados se reunieran en un mismo lado.

INEVITABLE ERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora