Isabella
Después de ese día, mis padres jamás se volvieron aparecer, ni quiero que se aparezcan.
Max me puse más guardias y a dónde yo vaya, van ellos, tengo prohibido salir sin 20 guardaespaldas, y si quiero salir sin ellos, tiene que ir Max.
-¿Entonces si puedo ir?- le pregunto ansiosa.
-Esta bien, pero no quiero que te separes de ellos.
-Si lo que tu digas - le doy un beso en el cachete y salgo de la casa.
Hace mucho tiempo que no me sentía así de libre, pero no tanto. Me dirigía al parque, con los 20 zombies detrás míos.
Al llegar veo varias familias, niños jugando en los columpios, y parejas felices, cuánto desearía poder estar así.
Seguí caminando hasta llegar a una banca, los hombres quienes me acompañan están lejos, pero no tanto vigilandome.
Estaba disfrutando del aire fresco de la tarde, cuando un pequeño gatito blanco se acercó a mí. Era diminuto, con unos ojos grandes y brillantes que se clavaron en los míos, haciéndome sonreír de inmediato. Al verlo, supe que quería llevármelo a casa. Después de todo, ya tenía otros gatos, y uno más no haría daño.
-Quiero llevarme este gatito -dije en voz alta, acariciando su suave pelaje.
Uno de los guardias se acercó rápidamente, su expresión era seria.
-Lo siento, señorita Isabella, pero no podemos permitir eso -dijo con firmeza-. El jefe no quiere más gatos en la casa.
Fruncí el ceño, sintiendo cómo la frustración crecía dentro de mí. Ya tenía tres gatos en casa, ¿por qué no podía llevarme otro? Era solo un gatito. Pero sabía que discutir no cambiaría nada. Así que hice lo que sabía que estaba mal, pero no pude resistir la idea de dejar al gatito allí.
-Está bien, entiendo -respondí con una sonrisa forzada.
El guardia asintió, relajándose al creer que había aceptado la negativa. Pero en cuanto se dio la vuelta, tomé al gatito en brazos y comencé a correr. Corrí tan rápido como pude, sin mirar atrás, solo quería proteger al pequeño animalito. Sabía que lo que hacía era arriesgado, pero la idea de dejar al gatito en el parque me parecía insoportable.
Doblé una esquina y me escondí en un callejón estrecho, tratando de recuperar el aliento. El gatito se acurrucó contra mí, ronroneando suavemente, mientras yo trataba de pensar en qué hacer a continuación. Entonces, mi teléfono sonó. Al ver el nombre de Max en la pantalla, un escalofrío recorrió mi espalda.
-Isabella -su voz sonaba tensa, y eso solo aumentó mi ansiedad-. Sé dónde estás. Vuelve, ahora mismo.
-Max, yo... -intenté hablar, pero la culpa y el miedo me paralizaron.
-Vuelve ya, Isabella. Es peligroso que estés sola por ahí.
Su tono era severo, y supe que no tenía otra opción. Bajé la mirada al gatito, acariciando su cabecita por última vez antes de dejarlo en el suelo. Le di un último adiós con el corazón apesadumbrado y comencé a caminar de regreso al parque.
Cuando llegué, Max ya estaba allí, con los brazos cruzados y el rostro lleno de enojo. En cuanto me vio, su mirada se endureció.
-¿Qué demonios estabas pensando, Isabella? -gritó, su voz resonando con fuerza. Su rostro estaba rojo de la furia, algo que raramente veía en él-. ¡Podrías haberte puesto en peligro!
El grito me tomó por sorpresa, y sentí una punzada de miedo recorrer mi cuerpo. Mis manos comenzaron a temblar, y mi respiración se volvió rápida e irregular.
-No estaba pensando -respondí en voz baja, mis ojos llenos de lágrimas-. Solo quería ayudar al gatito...
-¡No puedes tomar decisiones así, Isabella! ¡Tienes que entender lo que puede pasar si no sigues las reglas! -continuó, todavía enojado.
Las palabras me golpeaban como un martillo, y todo lo que podía sentir era el eco de mi pasado, donde los gritos no eran raros. Bajé la cabeza, tratando de contener las lágrimas, pero era inútil. Sentía que todo mi cuerpo temblaba.
Max notó mi reacción y, de repente, su expresión cambió. El enojo en su rostro se desvaneció, reemplazado por arrepentimiento. Dio un paso hacia mí y me envolvió en sus brazos, abrazándome con fuerza.
-Lo siento, Cariño. No debí gritarte -dijo, su voz ahora suave y llena de culpa-. No quería asustarte.
Me aferré a él, sintiendo cómo las lágrimas finalmente se desbordaban, empapando su camisa. Estaba asustada, no solo por lo que había hecho, sino porque los recuerdos que creía enterrados habían vuelto a la superficie.
-Te prometo que no te volveré a gritar, nunca más -susurró, besando mi cabello-. Solo quiero que estés a salvo.
Asentí contra su pecho, sintiendo cómo la tensión en mi cuerpo comenzaba a disminuir. Permanecimos así por unos minutos, hasta que Max se apartó ligeramente y llamó a los guardias. Cuando llegaron, Max les habló con seriedad.
-A partir de ahora, todo lo que mi mujer diga se cumplirá, sin excepción. Pero antes, deberán informarme de lo que planea hacer. ¿Entendido?
<< Bofff >>
Los guardias asintieron firmemente, sin cuestionar la orden.
Max me miró de nuevo, su expresión suave y llena de cariño.
-Solo quiero que estés bien, Isabella -dijo con una pequeña sonrisa, acariciando mi mejilla-. Lo siento, de verdad.
Lo miré, agradecida por su comprensión y arrepentimiento. Aunque sabía que había cometido un error, también sabía que Max solo quería protegerme, incluso de mí misma.

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🔥Amor En Candela🔥
RomanceLlevo marcas en la piel, invisibles al mirar, cicatrices que el tiempo no logró apagar. Candela, así arde el recuerdo, las llamas de un pasado que aún muerde por dentro. Fui prisionera de golpes, palabras y frío, un eco constante, un etern...