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Isabella

Me lleve mi buen regañón luego de jalarme los pelos con lucca, pero no me arrepiento de nada.

—En vez de ver a la nada cariño, ponte a recoger tu maleta.

La ida a la isla fue aceptada, con una condición por parte de aless, tener una psicóloga allá por si a Camila le llegaba a dar un ataque de ansiedad, es decir que voy a tener que ver a violeta, otra vez.

—Te voy a pedir un favor – comenta Max y se pone de rodillas frente a mi. – puedes no pelear con ella, solo ignórala, si?

—Lo que tú digas amor – le respondo y le planto un beso.

<< dijo que no se podía pelear, pero que tal lanzar comentarios pasivos-agresivos >>

Bajamos con las maletas en manos ya listas, llegue saltando a la sala, y aless me siguió el juego, como dos niños pequeños dando vueltas de felicidad.

—Parecen bebés. – esa voz, ya llegó.

—Tú pareces ogro y nadie dice nada. – digo mientras sigo dando vueltas con aless.

El viento me revolvía el cabello cuando salimos de la casa. Todo el mundo caminaba con prisa, aunque ninguno decía una palabra. Los guardaespaldas nos rodeaban como una sombra silenciosa. Max me sostuvo la mano con firmeza mientras bajábamos las escaleras de mármol y cruzábamos el jardín hasta llegar a la fila de camionetas negras. Me subí a la de él, sin soltarlo.

El trayecto hasta el aeropuerto fue corto, o al menos eso sentí. El jet privado ya nos esperaba con la escalerilla extendida y un asistente que sonreía con ese aire ensayado. Subimos primero Max y yo, luego los hermanos, Violeta con sus gafas de sol ridículas, y los demás. Todo el mundo encontró su lugar como si fuera una coreografía repetida mil veces.

Yo me acomodé junto a la ventana, viendo cómo se alejaba el mundo al que pertenecía antes. Max se sentó a mi lado, y aunque no dijimos nada, su mano sobre mi pierna fue suficiente.

El aterrizaje fue suave, como si la isla nos recibiera en silencio. Bajamos del jet directo a un auto que nos llevó por un camino bordeado de palmeras y brisa cálida hasta la casa. La misma de siempre: gigante, elegante, con esa extraña mezcla de lujo y peligro. Todos se fueron dispersando a sus cuartos apenas cruzamos la puerta.

Nosotros subimos en silencio. Cuando Max cerró la puerta del cuarto detrás de nosotros, respiré aliviada. Me quité los zapatos, dejándolos junto a la cama. Él se acercó y me abrazó por la espalda.

—Ignora a Violeta —murmuró cerca de mi oído—. No vale la pena.

Me giré y lo miré directo a los ojos.

—A mí me vale monda lo que diga esa mujer —solté, sin perder la calma—, pero no me la voy a dejar montar por una perra.

Le vi la sonrisa intentar colarse en sus labios, como si no supiera si reírse o besarme.

—Sabía que ibas a decir algo así.

—Entonces no me subestimes —le respondí, alzando una ceja.
Me quité la chaqueta y la lancé sobre la silla.
—Porque si ella viene a buscar guerra, va a encontrar una bien brava.

—Bueno mujer brava – se acerca más a mi – que tal si aprovechamos el resto del día. – sus manos en mi cintura hacen que me acerque más a ella quedando cara a cara.

—Quítate care monda, vete con la zorra esa - dije quitando sus manos de mi cintura

—Se llama violeta.

—Ahora la defiendes o que?, Lárgate con esa entonces max - me acosté en un borde de la cama y el se acercó a mi intentando tocarme, lo cual no le permiti y lo aleje - no me toques.

—Isabela comportate - me reprendió como si yo fuera una niña pequeña

<<ahora sí se prendió el bololo>>

—Cómo? - se quedó callado por un buen momento y yo aproveché para levantarme - repite lo que dijiste - dije mientras le dí un leve empujón que no hizo que se moviera ni un centímetro

—Isa.. - no deje que terminara cuando le pegue una cachetada que resonó por la habitación

—Re-pi-te, o no tienes lo huevos bien puestos - lo volví a empujar

—Isabela quieta - su comentario hizo que me emputara más y comencé a empujarlo otra vez

—Lárgate - segui empujandolo y pegando hasta que el me agarró de los brazos y con un movimiento sin brusquedad me tumbó en la cama

—Quedate quieta antes de que te amarre Isabella.

<< bueno está vez no me quejo >>

forcejeo un poco mientras su cuerpo me acorrala cada vez más.

—Quítate Max no te quiero ver.

—Yo a ti si.

—No me importa, de seguro eso le dijiste a la tal violeta, ve con ella, de seguro es más bonita cierto...

Sus labios me callan e intento no perder la cordura ante las reacciones de mi cuerpo. Forcejeo un poco para soltarme, Max no me deja.

—A ella yo no la beso, a ella no la tengo entre mi cuerpo por qué no me gusta, eres mi mujer Isabella y se me pueden acercar miles y solo tú me podrás tocar

Una corriente eléctrica me recorre la espalda. Dios, este hombre me va a acabar. Suspiro, sus manos trazan pequeños círculos por mi espalda.

—Esta noche no hay delicadeza ni compasión Isa, te haré sentir mi mujer.

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Me encanta hacerlos sufrir JAJAJAJJAJAJAJAJJAJAJAJAJ

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🔥Amor En Candela🔥Where stories live. Discover now