Yo les aviso cuando pongan la canción
Isabella
La noche anterior había sido mágica. La música vibraba en el aire, y el calor del baile nos envolvía como un abrazo. Max y yo nos movíamos al ritmo de la música, nuestras manos entrelazadas, nuestros cuerpos casi fusionados. Después de tanto tiempo juntos, había algo en esa noche que se sentía diferente. Cuando por fin nos sentamos en el carro, la adrenalina seguía corriendo por mis venas, y decidí que no quería que ese momento terminara.
—Max, ¿y si nos vamos a Cartagena mañana? —pregunté, mirando hacia el horizonte de luces que se desvanecían detrás de nosotros.
Él me lanzó una mirada de advertencia, frunciendo el ceño.
—Isa, sabes que no podemos dejar todo así como así —dijo, pero podía notar la chispa de interés en su mirada. Sabía que, en el fondo, él también quería esa escapada.
—Vamos, solo somos nosotros dos. Imagínate: el sol, la playa, las olas... lo necesitamos —insistí, sintiendo que la emoción me invadía. Intenté sonreír de la manera más convincente que pude.
Max se quedó en silencio, contemplando la carretera. Podía ver cómo su mente trabajaba a mil por hora, como si sopesara todos los pros y contras. Después de unos momentos, se giró hacia mí, todavía dudoso.
—No sé, Isa. Es un viaje improvisado. ¿Qué tal si hay algo que debemos atender aquí?
—Deja el trabajo por un día, por favor. No podemos vivir así, siempre encerrados en esta rutina. Te prometo que no te arrepentirás. —Le di un pequeño golpe en el hombro. —Además, tienes que disfrutar de la vida, Max.
La insistencia en mi voz, la forma en que lo miraba, parecía estar haciendo efecto. Después de un par de minutos de más persuasión, él finalmente soltó un suspiro largo, como si una carga pesada hubiera caído de sus hombros.
—Está bien, vamos a Cartagena. Solo tú y yo.
Mi corazón dio un salto de alegría. La sonrisa que se dibujó en mi rostro era imposible de contener.
—¡Sí! ¡Gracias! No te vas a arrepentir! —grité, casi saltando en el asiento.
La mañana siguiente nos despertó con el canto de los pájaros y el aroma del café recién hecho. Después de prepararnos, partimos hacia la playa, llenos de energía. La carretera estaba despejada, y el sol brillaba con fuerza, como si también celebrara nuestra decisión. Al llegar, el aire salado del mar nos recibió como un viejo amigo. Las olas rompían suavemente en la orilla, y el cielo se extendía en un azul interminable.
—No sé por qué no hacemos esto más seguido —dije, tirándome en la arena, dejando que el sol me acariciara la piel.
Max se recostó a mi lado, sus ojos fijos en el horizonte. Noté algo en su mirada; había una inquietud que no podía ignorar.
—¿Qué te pasa? —le pregunté, girándome para mirarlo.
Él se quedó en silencio un momento, como si estuviera evaluando sus palabras.
—Es solo que quiero que este día sea perfecto para ti —respondió al fin, forzando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Max, ya es perfecto. Estoy aquí contigo, disfrutando de esta hermosa playa. No necesito nada más. —Le tomé la mano, pero aún sentí que su mente estaba lejos.
Nos levantamos para explorar. Caminamos por la orilla, dejando que el agua fresca acariciara nuestros pies. La risa y los gritos de los niños jugando a lo lejos creaban un ambiente alegre. Después de un rato, decidí que quería hacer algo divertido.

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🔥Amor En Candela🔥
RomanceLlevo marcas en la piel, invisibles al mirar, cicatrices que el tiempo no logró apagar. Candela, así arde el recuerdo, las llamas de un pasado que aún muerde por dentro. Fui prisionera de golpes, palabras y frío, un eco constante, un etern...