un guerriero

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Después de la subasta de beneficencia, Samantha regresó a su penhouse, su refugio en la cima de la ciudad, sabiendo que lo que había mostrado esa noche no era solo una declaración de su fuerza, sino también una advertencia para Dimitri y cualquier...

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Después de la subasta de beneficencia, Samantha regresó a su penhouse, su refugio en la cima de la ciudad, sabiendo que lo que había mostrado esa noche no era solo una declaración de su fuerza, sino también una advertencia para Dimitri y cualquier otro que pensara subestimarla. Pero, aunque había ganado una batalla, la guerra aún continuaba, y Samantha sabía que para enfrentar lo que venía, necesitaba algo más que solo su determinación y astucia. Necesitaba ser más fuerte, más rápida y más letal.

Con esa idea en mente, decidió que era hora de entrenarse para cualquier eventualidad. No volvería a ser una víctima. No más.

Los primeros rayos de sol se filtraron por las ventanas del penhouse, iluminando el espacio minimalista pero lujoso que ahora llamaba hogar. Samantha estaba de pie frente a la ventana, observando cómo la ciudad despertaba. Tenía los puños vendados y vestía ropa deportiva ajustada, lista para su primera sesión de entrenamiento.

Había contactado a un antiguo conocido de su familia, Marco Rossi, un exmilitar y experto en entrenamiento táctico, conocido por ser uno de los mejores entrenadores privados para situaciones de alta presión y combate cuerpo a cuerpo. Samantha lo había convencido de tomarla como alumna, a pesar de su apretada agenda y de las preguntas que había tratado de evitar sobre sus motivaciones.

—Estás segura de esto, Samantha? —le había preguntado Marco cuando ella apareció en su gimnasio privado, un espacio industrial en las afueras de la ciudad, alejado de miradas indiscretas.

—Más que nunca —respondió con firmeza, sus ojos grises mostrando una determinación inquebrantable.

Los primeros días fueron duros. El entrenamiento no era solo físico; Marco la empujaba hasta el límite, buscando no solo fortalecer su cuerpo, sino también su mente. Las sesiones comenzaban al amanecer con una carrera intensa a través del bosque cercano, seguido de una rutina de ejercicios de resistencia y fuerza que la dejaban exhausta y adolorida, pero nunca derrotada.

—La clave está en la disciplina mental —le decía Marco mientras la observaba luchar con un saco de boxeo, sus golpes cada vez más precisos y fuertes—. Tienes que superar el dolor, los recuerdos, todo lo que te retiene. Aquí, en el ring, es donde empiezas a ganar las batallas que enfrentas allá afuera.

Samantha asintió, su respiración pesada, pero su determinación intacta. Cada golpe que lanzaba, cada patada que conectaba, era un paso más lejos del miedo que había sentido durante su cautiverio. Marco no le daba tregua, y eso era exactamente lo que Samantha quería. Necesitaba ser empujada, desafiada a cada instante.

Los entrenamientos continuaron, y con el tiempo, Samantha comenzó a notar los cambios. Sus movimientos se volvieron más fluidos, su resistencia aumentó y su mente, antes invadida por recuerdos traumáticos, ahora se enfocaba en una cosa: sobrevivir y vencer. Marco le enseñó técnicas de defensa personal, combate cuerpo a cuerpo, y el uso de armas pequeñas, habilidades que Samantha absorbió con una rapidez y eficiencia que sorprendieron incluso a su experimentado entrenador.

—Tienes talento para esto, Samantha —comentó Marco un día, después de una intensa sesión de combate en la que Samantha había logrado desarmarlo por primera vez—. Más del que pensé. Si sigues así, no habrá muchos que puedan enfrentarte.

Samantha se limitó a sonreír levemente, limpiándose el sudor de la frente. Para ella, no se trataba solo de talento, sino de necesidad. No podía permitirse ser débil o vulnerable nunca más. Cada día de entrenamiento era una afirmación de su nuevo propósito, un paso más lejos del miedo que Dimitri había intentado imponerle.

Una tarde, después de una larga sesión de entrenamiento con cuchillos, Marco la llevó a un campo de tiro privado, donde comenzó a enseñarle a disparar con precisión. Al principio, Samantha dudó. Las armas de fuego le recordaban la brutalidad de Dimitri, pero Marco la guió pacientemente, ayudándola a superar su resistencia inicial.

—Mira el blanco, no el arma —le dijo, colocándole la mano en el hombro para guiar su postura—. Concéntrate en tu respiración, en tu control. No es el arma la que importa, es cómo la manejas.

Samantha asintió y, con cada disparo, fue ganando confianza. Al principio, sus manos temblaban ligeramente, pero con cada sesión, la temblorina se desvaneció, y en su lugar quedó una calma fría y calculada. Los blancos de práctica comenzaron a llenarse de agujeros perfectamente alineados, un reflejo de la precisión que ahora acompañaba a cada uno de sus movimientos.

El entrenamiento continuó durante semanas, y Samantha se sumergió en él completamente, encontrando en cada sesión una forma de exorcizar sus demonios internos. La disciplina que desarrolló no solo la fortaleció físicamente, sino que también templó su mente, dándole una claridad y una calma que no había sentido en mucho tiempo.

No pasó mucho tiempo antes de que se sintiera completamente segura en su nueva habilidad. Ya no era la misma Samantha que había sido capturada y torturada; ahora era una mujer entrenada para enfrentar cualquier amenaza, dispuesta a tomar el control de su destino con sus propias manos. Había aprendido a dominar su miedo, a canalizar su rabia, y a usar cada experiencia dolorosa como un combustible para su nueva misión.

Un día, al finalizar un entrenamiento particularmente extenuante, Marco la miró con orgullo.

—Estás lista —le dijo, entregándole una pequeña caja de madera.

Dentro había un cuchillo de combate, pulido y afilado, con su nombre grabado en la hoja.

—Para recordarte lo que eres capaz de hacer —explicó Marco—. No necesitas ser una víctima, Samantha. Eres una guerrera ahora.

Samantha sostuvo el cuchillo en su mano, sintiendo su peso, y una chispa de gratitud mezclada con determinación ardió en su pecho. Había recorrido un largo camino desde su cautiverio, y ahora, con sus nuevas habilidades, sabía que estaba lista para lo que viniera. Dimitri no era el único con poder en este juego, y Samantha estaba decidida a ser la pieza clave en su propio tablero.

Mientras salía del gimnasio, con el cuchillo asegurado en su cinturón, Samantha levantó la mirada hacia el horizonte, su mente ya calculando los siguientes pasos. No importaba cuántas veces Dimitri intentara quebrarla, porque ahora, ella tenía la ventaja. Y esta vez, cuando sus caminos se cruzaran de nuevo, no habría piedad.

El entrenamiento había sido solo el comienzo. Ahora, Samantha estaba lista para lo que seguía: la revancha definitiva.

L'unico capoWhere stories live. Discover now