picchetto di zanzara

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El sol de la mañana se filtraba por las ventanas de la villa, iluminando la sala donde la élite se había reunido para desayunar

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El sol de la mañana se filtraba por las ventanas de la villa, iluminando la sala donde la élite se había reunido para desayunar. Samantha entró con su típica expresión seria, aunque hoy algo más relajada, vestida con una camiseta de tirantes y un pantalón deportivo. No se percató de que su cabello recogido dejaba al descubierto un chupetón bastante visible en su cuello. Alexander, sentado ya en la mesa, levantó la mirada justo a tiempo para ver cómo Franco fruncía el ceño al notar la marca.

—Oye, Samantha, ¿te picó un mosquito o algo?

preguntó Franco, inclinándose hacia adelante con curiosidad mientras señalaba su cuello

— Tienes ahí... algo raro.

Samantha se llevó la mano al cuello instintivamente, palpando la zona mientras sus cejas se alzaban en confusión. Al tocar la marca, todo hizo clic en su mente. Mantuvo la calma, pero no pudo evitar una breve mirada de advertencia hacia Alexander, quien estaba tratando de mantener la compostura y no soltar la carcajada que estaba luchando por escapar.

—Sí, un... un mosquito bastante insistente, supongo

respondió Samantha con una media sonrisa, manteniendo la mirada de Franco el tiempo suficiente para que no hiciera más preguntas.

Alexander, que estaba luchando por controlar su risa, se aclaró la garganta y se concentró en su taza de café, pero la sonrisa no desapareció de su rostro.

—Ese mosquito debe ser todo un cabrón, ¿no?

agregó Franco, sin captar la tensión en el aire. Samantha simplemente se encogió de hombros, fingiendo indiferencia mientras se servía un vaso de agua.

Lucas, otro miembro de la élite, alzó la mirada de su plato y miró a Alexander. Sus ojos entrecerrados mostraban una pizca de sospecha.

—¿Y tú, Alexander?

intervino Lucas

—Estás de buen humor esta mañana. ¿Algo bueno pasó anoche?

Alexander apenas contuvo una sonrisa maliciosa. Dejó la taza de café en la mesa con una calma calculada y se encogió de hombros.

—Nada fuera de lo normal

dijo con un tono casual, aunque su mirada se encontró brevemente con la de Samantha, cargada de un mensaje silencioso que ninguno de los demás pudo descifrar.

Franco seguía mirando a Samantha, como si aún intentara juntar las piezas del rompecabezas.

—Debe ser algo en la villa, porque hasta los mosquitos aquí parecen tener un gusto exquisito

comentó Franco, todavía sin captar del todo la situación.

Samantha rodó los ojos con un ligero gesto de exasperación y sacudió la cabeza, tratando de desviar la atención.

—Sí, Franco, los mosquitos

murmuró ella, mientras se llevaba el vaso de agua a los labios. La sonrisa en los labios de Alexander se amplió imperceptiblemente.

El resto de la élite parecía estar en su propio mundo, ajenos a las miradas furtivas y los silencios cargados que iban y venían entre Samantha y Alexander. Pero Lucas seguía observándolos, y aunque no dijo nada, sus ojos sugerían que tenía sus propias teorías sobre lo que realmente había ocurrido.

Samantha se mantuvo en su rol de líder, impasible y seria, pero por dentro se estaba reprimiendo para no fulminar a Alexander con la mirada. Él, por otro lado, estaba disfrutando del pequeño juego, cada gesto y comentario de los demás era una confirmación silenciosa de la conexión secreta que compartían.

—Bien, gente, tenemos un día lleno de trabajo por delante, así que dejen de distraerse con... insectos y desayunen rápido

ordenó Samantha, adoptando un tono autoritario que puso fin a las especulaciones.

La élite asintió y volvió a centrarse en la comida, aunque las miradas de reojo y los murmullos apenas contenidos continuaron. Alexander se acomodó en su silla, sus ojos brillando con una mezcla de travesura y satisfacción, sabiendo que la marca en el cuello de Samantha era una de las muchas señales de lo que había pasado, y de lo que probablemente volvería a pasar.

Franco se inclinó hacia Lucas y murmuró en voz baja, pero lo suficientemente fuerte como para que Samantha pudiera oírlo.

—Quizás necesitemos repelente de mosquitos en las misiones. No vaya a ser que algo peor pase...

Alexander, finalmente, no pudo contener la risa. Se levantó de la mesa, cruzó la sala y salió al jardín, la risa aún resonando suavemente. Samantha, con una mirada entre exasperación y diversión, lo siguió con la vista mientras desaparecía, su control férreo desafiado pero no roto.

La élite podría no saberlo todo, pero la tensión entre su líder y Alexander estaba lejos de disiparse, y si algo quedaba claro, era que tanto Samantha como Alexander estaban disfrutando demasiado de mantener al grupo en la oscuridad.

L'unico capoWhere stories live. Discover now