il funerale

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El cielo estaba gris y nublado el día del funeral de Franco, reflejando el dolor y la tristeza que envolvía a la elite. La mansión había sido transformada en un lugar de duelo, con las banderas a media asta y flores dispuestas alrededor del área designada para la ceremonia. Los miembros de la elite, junto con algunos aliados y contactos cercanos, se habían reunido para rendir homenaje a su querido amigo y compañero.

Samantha, vestida con un elegante vestido negro, estaba al frente, su rostro marcado por el luto. Había pasado la noche anterior en vela, sus pensamientos sumidos en la pérdida y el dolor. Su armadura de líder, normalmente tan implacable, estaba rota, dejando a la vista una vulnerabilidad dolorosa.

El ataúd de Franco, adornado con una bandera italiana y flores blancas, estaba situado en el centro de un círculo formado por sillas y bancos. La elite, visiblemente afectada, se encontraba en silencio, con los rostros serios y ojos húmedos.

Alexander se encontraba al lado de Samantha, manteniendo una presencia firme y solidaria. Sabía cuánto significaba Franco para ella y estaba decidido a brindar todo el apoyo posible. En un rincón, Franco había dejado una carta de despedida que sería leída por uno de los miembros de la elite durante la ceremonia.

—Queridos amigos y compañeros —comenzó el lector, su voz quebrada—, si están leyendo esto, es porque ya no estoy con ustedes. Mi vida ha sido rica gracias a cada uno de ustedes, y aunque el dolor de mi partida es inmenso, quiero que recuerden los momentos felices y las victorias que compartimos. No se dejen consumir por la tristeza, sino que celebren la vida que tuvimos juntos y sigan luchando por la justicia y la verdad.

Las palabras resonaron en el aire, y los miembros de la elite contenían las lágrimas mientras escuchaban el mensaje final de Franco. Samantha, con el rostro inclinado, dejó que las lágrimas cayeran libremente mientras escuchaba.

Después de la lectura, Samantha se levantó para ofrecer unas palabras. Su voz, aunque temblorosa, fue firme y llena de emoción.

—Franco era más que un compañero de trabajo. Era un hermano, un amigo leal que siempre estuvo a mi lado. Su valentía y dedicación no serán olvidadas. En su memoria, prometo seguir adelante, luchar por lo que es justo y honrar su legado con cada acción que tome.

A medida que la ceremonia avanzaba, los miembros de la elite se acercaron al ataúd para ofrecer sus últimos respetos. Algunos dejaron flores, otros colocaron pequeños objetos personales que recordaban momentos compartidos con Franco. La atmósfera estaba cargada de respeto y solemnidad.

La ceremonia concluyó con un silencio solemne mientras el ataúd era bajado al suelo y cubierto con tierra. Samantha y la elite se tomaron de las manos, uniendo fuerzas en un gesto simbólico de unidad y compromiso.

Cuando la multitud comenzó a dispersarse, Samantha se quedó un momento más junto a la tumba, mirando el lugar donde su amigo descansaría. Alexander se acercó a ella, colocando una mano en su hombro en un gesto de apoyo silencioso.

—Lo siento mucho, Samantha. —dijo Alexander, su voz suave—. Estamos contigo en esto.

Samantha asintió, agradecida por el apoyo. Aunque el dolor de la pérdida de Franco era agudo, sabía que no estaba sola. La elite, unidos en su duelo, estaba lista para enfrentar los desafíos futuros, con la memoria de Franco como guía en su camino.

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