Relatos de chicas obsesionadas contigo T/n y otras no tanto, pero todas comparten algo, ¡Su amor por ti! ¡Lee y disfruta de la mejor super compilación de One-shots para lectores masculinos de la década!
En el corazón de los Alpes suizos, en un pequeño y lúgubre laboratorio, vivía T/n, un hombre cuyo aislamiento y soledad habían calado profundamente en su ser. Desde su juventud, T/n había sido un hombre reservado, fascinado por los misterios de la vida y la muerte, y por la posibilidad de crear vida a partir de la muerte. Su mente, aguda y perspicaz, se sumió en los estudios de alquimia, biología y ciencias ocultas, buscando el conocimiento necesario para cumplir su mayor ambición: crear un ser que lo amara incondicionalmente, alguien que llenara el vacío de su existencia solitaria.
T/n no era ajeno a la compañía humana, pero su deseo por una conexión que trascendiera lo ordinario lo llevó a apartarse del mundo. En su soledad, su mente comenzó a perderse en pensamientos oscuros y obsesivos. Anhelaba ser el objeto de una devoción tan intensa que bordeaba la obsesión, una necesidad que crecía como una sombra en su psique. Este deseo lo impulsó a embarcarse en la creación de un ser que lo amaría y lo veneraría sin reservas.
Cada día, T/n pasaba horas en su laboratorio, rodeado de pilas de libros antiguos y complejos diagramas anatómicos. Las paredes estaban cubiertas de fórmulas y esbozos de su visión, una colisión de ciencia y alquimia que para cualquiera más parecería el trabajo de un lunático que de un genio.
—La vida no es más que una serie de reacciones químicas —se decía a sí mismo, con una voz temblorosa pero apasionada—. Si puedo manipular esos procesos, puedo crear un ser vivo, uno que me ame y me entienda de una manera que nadie más puede.
Una noche, mientras una tormenta rugía fuera del laboratorio, T/n hablaba consigo mismo en voz alta, como si discutiera con un invisible colega. Sus ojos brillaban con una mezcla de locura y brillantez.
—El corazón es la clave —dijo, apuntando a un corazón dibujado en uno de sus diagramas—. Debe ser fuerte, inquebrantable. Al igual que el mío, pero sin las cicatrices de la soledad.
T/n rara vez dormía. La obsesión lo consumía, y sus días y noches se mezclaban en un frenesí de trabajo y estudios. Su único contacto humano era su asistente, Heinrich, quien observaba con creciente preocupación la transformación de T/n de un científico meticuloso a un visionario delirante.
Una noche, Heinrich no pudo contener más su inquietud y decidió confrontar a su maestro.
—Señor, esto que intenta... es peligroso y antinatural —dijo Heinrich, su voz cargada de preocupación—. Está jugando con fuerzas que no comprendemos completamente.