Capítulo 71.

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—Buena idea. Yo necesito estar solo para poder imaginarte desnuda.

Ella se sonrojó y apuró el paso.

Por fortuna, la granja estaba a menos de dos kilómetros.

Detrás de ella, el Vanquish rugió al volver a la vida.

Lo oyó dar marcha atrás para dar la vuelta.

Luego, el coche se detuvo a su lado y se bajó la ventanilla del conductor.

—Oye, campanilla, me olvidaba de algo.

—¿De qué?

Él se puso rápidamente las gafas de sol y sonrió.

—Me olvidé de darte las gracias por defender a Riley de esa viejecita.

Y luego se fue.

Riley apenas tocó la cena que había hecho Blue.

—Es probable que sea Frankie el que venga a buscarme —dijo ella, dejando en un lado del plato el higo que Blue había añadido a las albóndigas—. Es el guardaespaldas favorito de mi padre.

April se acercó a la mesa y le puso la mano en el hombro.

—Lo siento, pero tenía que decirle que estabas aquí.

Riley inclinó la cabeza.

Otra decepción más en su joven vida.

Un rato antes, Blue había intentado distraerla invitándola a hornear brownies, pero se le habían pasado las ganas cuando había entrado Justin y se había negado bruscamente a la súplica ansiosa de Riley de mirar su álbum.

Creía hacer lo correcto, pero Riley tenía sus mismos genes, y Blue deseó que él le dedicase un poco de su tiempo.

Sabía lo que él diría si lo presionaba.

Diría que Riley quería mucho más que un poco de su tiempo, y tenía razón.

De todas maneras él ya se había marchado y ella aprovechó para recuperar el equilibro y poner en orden sus prioridades.

Su vida ya era lo suficientemente complicada en ese momento para que encima se convirtiera en otra de las fáciles conquistas de Justin Bieber.

Riley se acercó al plato de brownies que Blue había preparado ella sola, y luego se detuvo.

—Esa mujer tenía razón —dijo con suavidad—. Estoy gorda.

April dejó el tenedor con un tintineo.

—La gente no debería tener prejuicios sobre sí misma. Si piensas sólo en la parte negativa, o en los errores que has cometido, te quedarás paralizada. ¿Vas a llenarte la mente de basura... de lo que no te gusta de ti misma... o prefieres sentirte orgullosa de quién eres realmente?

La vehemencia de April provocó un ligero temblor en los labios de Riley.

—Solo tengo once años —dijo con voz queda.

April dobló la servilleta

—Es verdad. Lo siento. Supongo que estaba pensando en otra persona.

—Le dirigió a Blue una sonrisa demasiado brillante—. Riley y yo lavaremos los platos, ve a relajarte.

Terminaron limpiando codo con codo.

April intentó distraer a Riley con una conversación sobre ropa y estrellas de cine.

Uno de los inocentes comentarios de Riley reveló que Marli le había comprado a propósito ropa demasiado pequeña, esperando avergonzarla para que perdiera peso.

Al poco rato, April se excusó para marcharse a la casita de invitados.

Intentó convencer a Riley para que se fuera con ella hasta que llegara el ayudante de su padre, pero Riley aún esperaba que Justin regresara.

Blue encontró a Riley en la mesa de la cocina con un juego de acuarelas.

Riley estudió el papel en blanco.

—¿Me dibujas unos perros para colorearlos?

—¿Por qué no los dibujas tú?

—No creo que me dé tiempo.

Blur le apretó el brazo y dibujó cuatro perros diferentes.

Cuando Riley comenzó a colorear, Blue recogió alguna de su ropa del piso de arriba para llevarla a la caravana.

Al pasar de vuelta por el comedor, observó las cuatro paredes blancas.

Las imaginó cubiertas con unos paisajes de ensueño, el tipo de trabajo que sus profesores habían criticado con tan poco tacto.

«¿No son demasiado originales, verdad Blue?»

«Necesitas soltarte. Explorar otras alternativas.»

«Seguro que a un decorador de interiores le encantaría esto que has pintado —le había dicho la única profesora con sequedad—. Pero las pinturas decorativas no son arte. No dicen nada. Son demasiado sentimentales, como una chica insegura buscando un inexistente mundo romántico.»

Esas palabras habían hecho un hueco en Blue.

Había dejado de lado los paisajes de ensueño y se había dedicado al arte con técnicas mixtas usando aceite de motor y plexiglás, látex y botellas rotas de cerveza, cera caliente y pelo.

Sus profesores estaban muy contentos, pero Blue sabía que en el fondo se estaba traicionando a sí misma y dejó la escuela antes de empezar el siguiente curso.

Ahora, las paredes blancas del comedor volvían a recordarle esos lugares de ensueño donde la vida era sencilla y las personas permanecían siempre en un mismo lugar.

Un lugar donde sólo ocurrían cosas buenas, y donde finalmente se sentía segura.

Asqueada consigo misma, salió al porche para sentarse en las escaleras a contemplar la puesta de sol. Tal vez no se sentía realizada pintando retratos de niños, pero era hábil en su trabajo y podría haber montado con facilidad un negocio respetable en cualquiera de las ciudades donde había vivido.

Sin embargo, jamás lo hizo.

Tarde o temprano, se sentiría aterrorizada, y tendría que mudarse.

El sol parecía un brillante globo de bronce colgando sobre las colinas.

Pensó en Justin y en el beso que le había dado.

Si se hubieran conocido en otras circunstancias, si ella tuviese trabajo, apartamento, dinero en el banco, y si él fuera más normal, y...

Pero nada de eso era así, y ella se había pasado demasiados años viviendo a merced de otros, para permitir que otra persona volviera a tener control sobre ella.

Si se resistía, ella seguiría siendo dueña de sí misma.

Si cedía, se quedaría sin nada.

El ruido de un motor interrumpió sus pensamientos.

Haciendo visera con la mano, vio que dos coches se acercaban a la granja.

Ninguno de ellos era el Vanquish de Justin.

Juego de Seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora