Capitulo 21.

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El desprecio de Castora por la moda se extendía también a la ropa de dormir.

Vestía una camiseta marrón de hombre y unos pantalones descoloridos de color negro que se plegaban alrededor de sus es trechos tobillos.

No había nada remotamente sexy en esa ropa, salvo el misterio que ocultaban debajo.

Él se apartó un poco para dejarla entrar.

Olía a jabón simple en vez de a perfume.

Justin se dirigió al minibar.

—¿Quieres beber algo?

Ella soltó un grito.

—Oh, Dios mío. ¿No serás uno de los que usa esa cosa?

No sabía de qué hablaba, pero por si acaso se miró la entrepierna.

Ella, sin embargo, dirigió la mirada al minibar.

Dejó caer el bloc de dibujo y adelantándolo con rapidez, agarró la lista de precios.

—Mira esto. Dos dólares y medio por un ridículo botellín de agua. Tres dólares por una Snicker. ¡Una Snicker!

—Estas pagando algo más que la chocolatina —señaló él—. Pagas por comértela justo cuando quieres.

Pero ella ya había visto la bolsita de cacahuetes encima de la cama y no se pudo contener.

—Siete dólares. ¡Siete dólares! ¿Cómo has podido? 

—¿Quieres una bolsa de papel para recobrar el aliento?

—Deberías vigilar la cartera.

Por lo general no lo mencionaría —dijo él—, pero soy rico. —Y, salvo que hubiera un colapso total de la economía americana, siempre lo sería.

De niño, el dinero había provenido de sustanciosas pagas.

De adulto, procedía de algo mucho mejor.

De su propio trabajo.

—No me importa lo rico que seas. Siete dólares por una bolsita de cacahuetes es demasiado.

Obviamente los problemas económicos de Castora eran más serios de lo que parecía, pero eso no quería decir que él tuviera que reprimirse en comprarse lo que le diera la gana.

—Vino o cerveza, elige. O elegiré yo por ti. De una manera u otra, voy a abrir una botella.

Ella todavía tenía la nariz enterrada en la lista de precios.

—Si me das los seis dólares, fingiré que bebo la cerveza.

La cogió por los hombros y la apartó a un lado para poder acercarse al minibar.

—No mires si es demasiado doloroso para ti.

Blue recogió rápidamente el bloc y se dirigió a una silla en el otro extremo de la habitación.

—Hay mucha gente en el mundo muriéndose de hambre.

—No seas aguafiestas.

A regañadientes ella aceptó la cerveza.

Por suerte para Justin, en la habitación sólo había una silla, lo que le daba la excusa perfecta para tumbarse en la cama.

—Dibújame como quieras.

Esperaba que ella sugiriese que se desnudara otra vez, pero no lo hizo.

—Ponte cómodo. —Dejó la cerveza sobre la moqueta, apoyó el tobillo en la rodilla contraria como hacen los hombres, y sacudió el bloc sobre los desarrapados pantalones negros.

A pesar de lo agresivo de su postura, parecía nerviosa.

Por ahora, las cosas iban bien.

Justin se apoyó en un codo y terminó de desabotonarse la camisa.

Había posado para bastantes fotos de ese estilo en la campaña de Zona de Anotación y sabía lo que le gustaba a las señoras; lo que seguía sin comprender era cómo podían preferir una foto de él en cueros a una donde lanzaba el balón con una espiral perfecta.

Debía de ser una de esas cosas incomprensibles de mujeres.

Un mechón de pelo negro se soltó de la coleta siempre despeinada de Castora y le cayó sobre la mejilla mientras miraba fijamente su bloc.

Justin se abrió la camisa lo suficiente como para dejar a la vista los músculos que llevaba desarrollando más de una década de duro trabajo, pero no tanto como para revelar las recientes cicatrices de su hombro.

—No soy —dijo él— realmente gay.

—Oh, cariño, no tienes que disimular conmigo.

—Lo cierto es que... —deslizó el pulgar por la cinturilla de los vaqueros y los bajó un poco más—, algunas veces, cuando salgo por ahí, el peso de la fama es demasiado para mí, así que recurro a medidas extremas para ocultar mi identidad. Aunque, para ser justos, no llego nunca a perder la dignidad. No podría, por ejemplo, disfrazarme de animal. ¿Tienes bastante luz?

El lápiz se deslizaba sobre el bloc.

—Apuesto lo que sea a que si encontraras al hombre adecuado, no renegarías de tu sexualidad. El amor verdadero es muy poderoso.

Ella todavía quería jugar. Divertido, cambió de táctica.

Juego de Seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora