1. La vida es un tumor maligno

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Nueva versión (2018)

Nota: Funk es un maldito contiene material sonoro en cada capítulo. Las canciones las puedes escuchar en su lista oficial en Spotify dando click en el enlace externo.


Capítulo 1

La vida es un tumor maligno

«Esta vida es un cáncer», pensó Sid mientras miraba las letras que ocupaban la calle. Una modelo exhibía una marca nueva de ropa para mujeres con un manchón de caca de pájaro sobre la mejilla izquierda. Llevaba varios días visitando la misma valla publicitaria y en menos de una semana habían cambiado la publicidad. Primero había estado vacía, a los días se exhibió un cartel de promociones para líneas de móvil y luego, esa mujer enseñando el tipo de ropa que encontrarías en cualquier tienda porque todas se parecen. Esa que una vez te la pruebas te sientes la persona más extraña del mundo, con partes de tu cuerpo que no encajan. De pronto te das cuenta que has crecido o que has engordado, y sin más, eres tan feo como te lo deja ver el espejo del probador; del tamaño proporcional a cualquier valla publicitaria.

Sid chupaba sin parar la única piruleta que le gustaba comprar tres cuadras antes de llegar a la valla publicitaria. Llevaba en la espalda el morral que había pintado cuando no le temía al stencil y los botones de sus bandas favoritas, The Cure y The Smiths.

Lo agobiaba tener que caminar la misma calle todos los días para llegar a su colegio, teniendo que desviar la mirada porque la valla seguía allí y lo cubría de pies a cabeza con su sombra, como una burbuja. Y por supuesto que él estaba dentro de una, a decir verdad plagada de privilegios, pero a él no le importaba en lo más mínimo. Ninguna vida, con o sin privilegios, le llenaba. Su único frenesí era malograrse, ser un marginal al que la gente mirara con odio. Estaba saturado de deseos impuros y ningún lugar que pisaba le llenaba. Los pisaba porque no podía volar ni desaparecer de una vez por todas.

¿Qué sabía él de despertar con hambre, en un estupor de drogas o vuelto mierda por un chulo? Nada. Lo único que recordaba era una de las líneas de su película favorita, Perras. "Te cortan un pedacito de cerebro para que te alivianes". Y él creyó que eso era lo único que debía anhelar.

Siguió su camino después de mirar la valla durante quince minutos. No le gustaba llegar a su casa temprano, por eso se paseaba por ahí, matando el tiempo y comiendo cualquier chuchería. Cursar el último año te vuelve así de desvergonzado, dejas de querer verles la cara a tus padres. Te da lástima todo el mundo.

Los padres de Sid eran el prototipo que les da alivio a los vecinos y a la sociedad. Amables de dientes para fuera pero odiosos y patéticos por dentro. Todas las noches la vergüenza les golpeaba en la cara o les arrancaba las uñas de los pies con un alicate para que al siguiente día se maquillaran cualquier tristeza y se metieran en el escaparate. Y mutilados, cumplían su función de adorno como las cabezas de los cerdos en las comidas navideñas que a Sid le causaban repulsión.

Con los tenis sucios, abrió la puerta de su casa con sus propias llaves. El olor a pulcritud e idiosincrasia le provocó deseos de morirse allí mismo, bien sea por una trombosis o alguna enfermedad de porquería que le hiciera escupir medio hígado en la alfombra de la entrada. Su madre estaba sirviendo algo de comer; la mesa con pan fresco y mermelada. Su padre, mirando el partido de fútbol; jugaba la selección. Para Sid no eran más que un montón de hombres cansados de tener que seguir una pelota por más de dos horas honrando una bandera que les escupía en la cara cuando se hacían viejos.

Funk es un malditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora