4. Adentro de los pechos habitan callejuelas y cadáveres

1.5K 201 138
                                    


Nueva versión (2018)

Nota: Funk es un maldito contiene material sonoro en cada capítulo. Las canciones las puedes escuchar en su lista oficial en Spotify dando click en el enlace externo. 


Capítulo 4

Adentro de los pechos habitan callejuelas y cadáveres


Con las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta que traía puesta, Sid deseó que la vida fuera tan inmortal y gigantesca como un óvulo. Quería ser engullido, devorado como un espermatozoide; formando parte de algo más grande que él mismo. Si la sociedad fuese matriarcal, Sid habría superado la mayoría de sus fobias. Pero no, en algún punto histórico que él no podía ubicar, todo se desdibujó. Ahora encontraba más plácido los botes de basura, en donde podía sumergir la cabeza si quería y aguantar la respiración. Las toxinas y los lixiviados eran la verdadera sangre corriéndole por las venas.

Estaba de pie en medio de una callejuela sin luz, esperando a Alberto. Venía contando los días desde hace una semana, esperando por la fiesta que le había mencionado Funk. No estaba de buen humor para festejar pero la noche siempre se le clavaba en la sien. Las luces de neón de los carteles publicitarios le avivaban, le provocaban respirar profundo y dejarse llevar. Hacía tanto frío que le fue imposible bañarse, se echó encima una loción barata y quedó oliendo peor. Pero las luces seguían allí, dibujándose sobre su piel, trazándole las venas. Un zombie más después de tantas guerras, cansado de la sangre y vivo cual ratón indiferente.

Alberto llegó, asomando la cabeza desde la Van. Se sonrieron porque dentro de sus cráneos pululaban las mismas neuronas psicóticas. Sid se subió al carro, lleno de cables, bafles y CDs. Se topó con Luis, Roberto y Eva, medio dormidos. Alberto le contó que cuando fue a recogerlos salieron en calzoncillos y se pusieron lo primero que encontraron sin bañarse. Eran las nueve de la noche, exactamente. Iban camino a la fiesta en el cementerio. Roberto tenía que tocar y Luis lo iba acompañar en el bajo. Se drogaron en el camino, vieron unicornios por las ventanillas y creyeron que les salía pelo de los poros, gigantescas espinas enmarañadas. A través de las ventanillas la calle parecía irreal, no había nada salvo algunos vagabundos y sitios de comida rápida con luces parpadeantes apuntando a cualquier dirección. Los transeúntes se teñían de un tono oscuro, provocativo... Pendiendo de las sombras, haciendo de ellas su piel.

—Extraña forma en la que conectaste con ese tipo —mencionó Alberto de la nada, con la vista fija en la calle. Sus párpados de un tono azul, la mitad de su rostro dividido por las luces de los semáforos.

—Dijiste que era un cliente usual, pensé que no era la gran cosa.

—No, el tipo es de otra galaxia, créeme. Anda metido en una mierda rara que nunca he entendido. Sí, es mi cliente regular y le atiendo sin ningún problema, jamás me ha armado problema en la pizzería pero sus ojos... Joder Sid, te atraviesan.

Sid había sido testigos de ellos, parecidos a huevos de codorniz. Cualquier persona lo miraría a la distancia y no encontraría ni un solo motivo para detenerse a verlo, eso si veías su espalda o su perfil pero de frente era un tiburón, la furia estaba tatuada allí. Hacía que tus emociones se aferraran en tu interior hasta hacerte sangrar. Podía llegar a ser más lacerante que el sol. Pero Sid lo había visto tan solo unos cuantos minutos y consciente de su poder, no le cedió control.

—Es como un hígado pudriéndose en tu interior —atinó.

—Exacto viejo, el man irradia esa energía de agujero. A lo mejor es peor que una peste.

Funk es un malditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora