Capítulo IV

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Habían pasado varios días y seguía acompañando a Alex a la colonia, ya era costumbre. Permanecíamos callados , pero por lo menos pasaba más tiempo en su compañía.

En estos días que pasaron tuve varias oportunidades de hablar con Emmer sobre "ellos", los lobos.
Su líder es un hombre grande, nadie sabe su nombre pero le dicen yeux lune, ojos de luna en francés, su dialecto. Un idioma que tanto me hicieron estudiar de niña, entre otros.

Este hombre es la cabeza de la rebelión, junto a su manada. Sus padres lucharon por la raza, pero por la raza murieron, los mataron.
Venganza es lo que quieren, además de aceptación social. No van a parar hasta acabar con el reinado de Alexander, que tanto los oprimen. 

Lo único que escuché hablar de ellos fueron cosas negativas, les dan tanto asco como miedo estos salvajes. 
No creó que sean tan malos.
Hacía un día frío y oscuro fuera, hoy iría al anochecer a la colonia, así que dediqué toda mi tarde a leer novelas románticas, escuchar música y hacer garabatos.

Me miré en el espejo, en ropa interior. Ya era una mujer, mis curvas me lo anunciaban. Observé detalladamente cada centímetro de mi cuerpo, mis pies pequeños, mis largas piernas, mi abdomen plano, no tenía mucho busto pero no estaba mal, mi cara era de recién levantada y mi pelo estaba despeinado, no usaba maquillaje, sólo acostumbraba usarlo en las fiestas del castillo.

Llamaron a la puerta cuando corrí a vestir mi cuerpo semi desnudo. Era mi médico personal, Louis, me tenía enamorada. El único hombre que puedo ver, y el único que puede entrar a mi habitación. 
Era una rutina la revisión, nunca nada cambiaba, me entretenía imaginarme al menos una mirada suya, algo.

Llegué a la colonia, esta vez fui sola, sin Alex. El me esperaba ahí.

Permanecí sentada y sola, cuando un repentino silencio llamó mi atención, levanté la mirada y vi que todos atemorizados se alejaban del bosque, al parecer había lobos cerca, aunque no vi ninguno. Cuando agudice la vista lo vi, era un lobo más grande de lo natural, blanco como la nieve y con unos ojos brillantes y claros como la luna sobre nosotros, ahí entendí que se trataba del famoso "yeux lune".
No se veía bien, estaba oscuro, Alex permaneció quieto, con una tranquilidad sospechosa, sólo lo miraba.

Me apoderó el pánico al darme cuenta de que esa bestia me miraba a mi, muy fijo. Me clavó la mirada hasta que desapareció entre los árboles.
Alexander maldecía en voz baja, realmente lo despreciaba. 

No ocurrió más nada en toda la noche. Fue una noche larga, no pude dejar de pensar en esos ojos claros, en esa gran bestia. Tenía miedo de no volver a la colonia, de que Alex cambie de opinión y no me deje salir más.




Ojos De Luna [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora