Capítulo VI

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Me llevaron a su manada, en cuanto me vieron apenas me dejaban respirar. Pegaban sus cuerpos, empujandome. Me miraban como a un conejo, me gruñían con todas sus fuerzas, con odio. Nunca había tenido tanto miedo en mi vida, pero no lo iba a demostrar, no iba a parecer débil, aún siendolo.
Querían matarme, destruirme. Era la intrusa, la hija del hombre que tanto odiaban.
Los lobos eran grandes, altos, tatuados y con miradas sínicas, muchos parecían heridos de peleas.
Las lobas, parecían unas putas de poca ropa, eran hermosas pero de pésimo carácter y temperamento, sólo habían unas pocas.
Una bellísima loba de pelo rojo y rizado en cuanto me vió, no dudó, me golpeó en la cara tan fuerte que me clavó sus uñas, o garras.
Con un rugido autoritario el alpha los alejó a todos de mí, me tomó del brazo y me guió hasta un tronco, en cuanto pase por la pelirroja le escupí, con toda la rabia. 
Me tiró al piso y me ordenó que me quedara ahí, quieta. Era inútil correr, son lobos.

Hacía demasiado frío y estaba muy oscuro, me temblaba todo el cuerpo, las lágrimas corrían por mí rostro arañado. 
Todos me ignoraban, sólo algunas hembras me miraban con rencor.
El de ojos claros, el líder, yacía en una gran roca un poco más lejos, con tres hembras atendiendolo, no se limitaban a nada, tranquilamente tenían sexo.
Me asqueaba verlos, no podía mirar más que el suelo, quieta, y seguir llorando con la esperanza de que Alex haga algo para sacarme de ahí.
Nada entraba al bosque, y tampoco nada salía. Yo si había entrado, ¿Podría volver a salir?
Eran pocas las posibilidades, tenía que tener fe de que las cosas se arreglen y pueda volver con mi papá y encerrarme en mi habitación, sana y salva.
Pero, ¿Para qué me querían? ¿Por qué no me mataban y terminaban con la intriga? 
Sólo me mantenían ahí y actuaban como si nada pasara. Algunos dormían, otros hablaban, daban vueltas, se toqueteaban con las hembras, algunos acostados como lobos, y otros como hombres.
Luchando contra los brutos que me atraparon gasté todas mis energías, estaba cansada. Pero no podía pegar un ojo, tenía que mantenerme alerta, algunos se pasaban la lengua por los colmillos cuando me miraban, otros parecían querer matarme en cuanto tengan la oportunidad.

Quieta como una estatua permanecí sentada en un tronco, no me iban a matar, iban a negociar. Me necesitaban viva, lo que me alivió saber.
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Comenzaron a penetrar unos débiles rayos de luz en el bosque, el cielo estaba despejado, sería un lindo día soleado. 

Me había quedado dormida, acurrucada en las hojas por el frío. 
El de ojos color luna, vestido todo de negro se paró frente a mí, me miró dormir unos minutos, como acostumbraba hacerlo. Tomó mi brazo y me levantó bruscamente, me quejé golpeándolo en el pecho, parecía hacerle gracia mis berrinches. Ignorandome me llevó hacia un camino de tierra en el bosque, caminó detrás mío clavando la mirada en mi nuca.

—Camina —dijo con voz autoritaria.
—¿Adonde me llevas? —pregunté sin mirarlo, antes de ver una pequeña cabaña descuidada y oculta entre los árboles, al final del camino.

Frené en seco. 

—Princesa... —me susurró al oído, acercando su cuerpo al mío.

Me entumecí al sentir su respiración en mi nuca, al sentirlo detrás de mí.
Entramos en la vieja cabaña y me llevó a la habitación, llena de telarañas y de velas, muchas velas, y una gran cama de sabanas rojas.

No es así como imaginaba mi primera vez, cayeron aún más lágrimas por mí rostro al imaginar lo que sucedería a continuación.

No es así como imaginaba mi primera vez, cayeron aún más lágrimas por mí rostro al imaginar lo que sucedería a continuación

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Ojos De Luna [COMPLETA]Where stories live. Discover now