Ley #2

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Nadie está cuando lo necesitas

Murphy volvía a casa luego de una larga jornada en la secundaria, estaba tan cansada que solo imaginaba su cuerpo cayendo en su cómoda cama, pero lamentablemente esto no iba a suceder. Al llegar a la puerta de su casa, se dio cuenta de que no tenía sus llaves, pues, podía ver las llaves en una mesita a través de la ventana. Sin nada que poder hacer, decidió ir a la casa de Aurora en busca de refugio.

Cuando llegó a la casa de Aurora, tocó el timbre y esperó unos minutos, pero nadie respondió. "¡Oh, por favor, no ahora!", murmuró Murphy.

Hasta que finalmente contestó.

— ¡Lo siento tanto, Murphy! Estoy en una cita con el chico que te presenté la semana pasada, ¿puedo llamarte en un rato? —dijo Aurora con un tono entusiasmado en su voz.

"¡¿En serio?!", exclamó Murphy mientras se apoyaba en la puerta de la casa de Aurora.

—¡Claro, sin problema—respondió sarcásticamente.

En ese momento, un vecino que estaba paseando a su perro se acercó y le preguntó si necesitaba ayuda. Murphy explicó su situación y el vecino, con una sonrisa amable, se ofreció a ayudarla a escalar la ventana para recuperar sus llaves. Después de algunos intentos fallidos, finalmente lograron entrar por la ventana y recuperar las llaves.

Murphy agradeció al vecino por su ayuda y regresó a casa. Cuando finalmente llegó a su cama, se dio cuenta de que su gata, Luna, se había apoderado de ella.

—Bueno, al menos tengo a Luna— agregó con una sonrisa en su rostro, mientras la felina ronroneaba al ver finalmente a su dueña.

Las Leyes de Murphy © [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now