Ley #1

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Al intentar arreglar algo, resulta ser peor que antes

Con el clima en contra y un tobillo recién torcido, nuestra querida Murphy decidió asistir a su ansiada cita con Elián, un estudiante de su secundaria a quien siempre miraba furtivamente durante el almuerzo. Tenía la fama de ser una persona torpe y algo infantil, pero al contrario de alejar a Murphy, la alentó a crear situaciones para tener pequeños encuentros con él.

Murphy caminaba tranquilamente con un paraguas en mano, disfrutando el sonido que hacía la lluvia al caer. Generalmente, solía oír entremedio a la gente quejarse por el frío, por las mojaduras y por todo lo que se pudieran quejar, sin embargo, ese día, esa gente no existía a su alrededor, era solamente ella y su gran sentimiento de felicidad. Y nada, ni nadie lo iba a arruinar.

Llegó al café al que ambos acordaron ir e inmediatamente se acomodó en una linda mesa rodeada por flores, un escenario perfecto, pensó. Sacó su celular, había llegado con diez minutos de retraso y Christopher aún no estaba ahí.

Pasaron treinta minutos más.

Pasó una hora.

Y finalmente, cuando el mesero le informó que el café iba a cerrar, Murphy asumió en su interior que fue plantada.

Salió del lugar sola, con frío y con el corazón roto. Caminaba desolada y el viento soplaba más fuerte que nunca, hasta que lo inevitable ocurrió, su paraguas se dio vuelta y salió volando siguiendo la dirección del viento. Resignada a tener un mal día, Murphy se sentó en una banca sin nada en que pensar, solo podía oír a una persona gritar a lo lejos.

—¡Hey! ¡Murphy! —Un chico poco más alto que la nombrada la llamó, ella tenía sus ojos cafés con un brillo muy particular, como si hubiera llorado a mares. Dejar a una chica plantada en un café hasta cerrar no era ningún chiste— Lo siento muchisimo, tuve...

—Excusas, excusas, excusas. Vete al carajo —dijo notablemente molesta. Murphy no solía enojarse, de hecho, casi nunca lo hacía. Pero este día era especial y fue plantada.

—De verdad lo siento mucho —dijo finalmente el chico después de unos segundos, su voz reflejaba preocupación y culpa, y Murphy se daba cuenta de aquello—. Pero mira, te traje un pastel, interrogué a Sara sobre tus gustos y cómo podría hacerte sentir feliz.

Con un poco de ilusión, Murphy se puso de pie y ambos se empezaron a acercar lentamente para reunirse, se estaba convirtiendo en un momento mágico, como de una telenovela romántica. Pero como siempre, alguien tiene que meter la pata y ese fue Elián, quien literalmente metió su pie en un agujero que estaba tapado por el agua y en un intento de no caer, se aferró a Murphy como pudo; sin embargo, no funcionó.

Murphy terminó en el lodo, con el pastel embarrado en toda su ropa, y Elián terminó con un esguince en el tobillo al caer en el pequeño socavón.

Las Leyes de Murphy © [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora