capítulo 2: Cuestión de química

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Una música sonaba en la cabeza de Nath, era una buena canción pensó pero sonaba lejos, distante, como si no formara parte de su mundo. Casi de repente la música subió de volumen y una voz gritando irrumpió en su pacífico mundo.

-¡¡Nathan Ross!! –gritó la voz de su madre -¡Es la tercera vez que suena el despertador! ¡Cómo no despiertes ya voy a ir yo a sacarte de la cama!

Nath abrió los ojos y todo su mundo cambió de repente. Vio el radio-despertador que aun sonaba y lo apagó de un manotazo. Un poco de luz matutina se colaba a través de las cortinas de la ventana. Se levantó y las abrió, dejando que la luz del sol bañara la habitación. ¿Qué hora era? Miró el reloj y su cara se inundó de pánico. Tenía solamente diez minutos para ducharse, vestirse y desayunar. Era su primer día de clase en el nuevo instituto y no era plan de llegar tarde ya el primer día.

Nath hizo corriendo el pasillo que separaba su habitación de la cocina donde se encontraba su padre desayunando.

-Tu madre te está esperando abajo –le dijo –dice que tiene que acompañarte, que tiene que arreglar aun no se qué papeles para que puedas empezar a ir a clase ya mismo.

-Ok. ¿Tengo algo de desayuno? –preguntó Nathan.

-Tu madre no ha dejado nada preparado. Pero coge ese croissant que sobra –respondió señalando un plato con un croissant que había encima de la mesa –cómetelo de camino, ya vas algo tarde –Nath cogió el croissant y le dio las gracias a su padre. Cuando estaba a punto de salir por la puerta se giró recordando:

-Ah papá –dijo –dale buena suerte de mi parte a Oliver. Hoy es su entrevista –Su padre asintió. George Ross era un hombre serio y muy dedicado a su trabajo, lo que hacía que no tuviera mucho tiempo libre, pero aun así se trataba de un buen hombre y siempre se había preocupado por el bienestar de su familia.

-Buena surte –dijo George a su hijo antes de que se fuera.

Nath bajo hasta la calle en el ascensor, donde su madre ya había ido a buscar el coche, que había estado aparcado a la vuelta de la esquina. Subió corriendo al coche y su madre arrancó para llevarlo al instituto.

-Ya verás cómo te gustará el nuevo instituto –dijo su madre mientras conducía. Nath asintió –seguro que te costará poco hacer nuevos amigos.

-Mamá, no te preocupes –respondió Nath viendo que su madre se ponía nerviosa –todo va a ir bien.

-Lo sé –respondió ella resoplando –o eso espero.

Hicieron el resto del camino sin hablar mucho de nada. Su madre paró delante de un edificio enorme rodeado por unas vallas altas. Era un edificio alto y de color blanco tostado que se alzaba por encima de los arboles de la avenida.

-Ya estamos –dijo la madre de Nath.

-Es muy grande –en aquel momento sonó un timbre y todos los alumnos se dirigieron hacia dentro del instituto para atender a la primera clase del día.

Nath salió del coche, su madre le siguió.

-Tenemos que pasar por secretaría a que te digan los horarios y las clases que haces –dijo ella que avanzaba hacia la puerta con paso firme.

Entraron. El vestíbulo del edificio era amplio y al final había un mostrador donde se encontraba una mujer mayor leyendo el diario.

-Disculpe –dijo la madre de Nath. La mujer subió la vista del periódico y lo apartó a un lado.

-¿Qué desean? –dijo.

-Mi hijo tiene que empezar las clases hoy, me dijeron que trajera estos papeles firmados el primer día de clase –dejo las hojas encima del mostrador. La mujer las cogió y leyó en vertical.

A Través de la MúsicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora