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Louis miraba el verdoso y urbano paisaje que pasaba rápidamente frente a sus ojos mientras retenía entre sus manos un té caliente que gustosamente aceptó de sus doncellas. El auto en que viajaba tenía la esencia de riqueza, el olor a valor, los materiales pulidos con dedicación; él al lado de todo eso no era más que basura impidiendo el brillo que destilaba el coche a su alrededor.

Llevaba cuatro horas sentado en el muy cómodo puesto, de vez en cuando preguntándole a sus doncellas cuánto faltaba para llegar al palacio, ellas decían que menos de diez minutos. No sabía si la información de la hora era falsa o solamente para tranquilizarlo. De todos modos era sofocante estar encerrado y más con las miradas de las muchachas escudriñando cada parte de su anatomía. Se sentía agobiado y raro, dolido y melancólico; extrañaba a su madre, a sus hermanas, a Lila.

Recordaba lo que ocurrió esa misma mañana en que se tuvo que despedir de todas ellas, el llanto de las gemelas aún perduraba en sus oídos, las felicitaciones de Charlotte y Félicité aún las escuchaba, y la sonrisa triunfante y confiada de Lila aún la veía. Pero el más doloroso recuerdo era el de su madre, los abrazos y besos que le dedicó antes de creer que todo aquello estaba sucediendo, que su hijo mayor se iría,  todavía los sentía rodeándolo con amor y cariño.

Louis no caía en la cuenta de que su vida dio un giro totalmente contrario al que vivía; por muy malagradecido que sonara, él prefería mantenerse en la mugre con su familia cerca a que estar lleno de lujos y solo. ¿Quién diría que con solo una inscripción desde el infierno en que habitaba lo mudaría hasta el cielo?

Karis suavemente zarandeó el brazo del castaño despertándolo del triste ensueño, llamó su atención dirigiéndole un pequeño movimiento a la ventana. Louis miró y, para su vista, era absolutamente inválido admirarla. El palacio de color beige era gigantesco, cuatro pisos llenos de largas ventanas que solo algunas desprendían la amarillenta luz, la flora que rodeaba la inmensa edificación variaba en colores causando un efecto indiscutible de armonía.

Era tan maravilloso que lo consideraba utópico.

—¿A que no es grandioso, Louis? —habló Georgia con una sonrisa.

Karis golpeó el hombro de la chica y exclamó—: ¡Tenle respeto, por Dios! ¡Es un Lord!

—¡Quiero que sea mi amigo, se ve que es muy divertido!

—¡No puedes ser amiga de la realeza!

Louis rio en voz alta atrayendo la atención de todos en el automóvil, incluso del chofer; todos las personas que estaban abordo quedaron embobados con la melodiosa risa. Él se calló de inmediato pensando en que hizo algo mal, con su mano hecha un puño cubrió su boca, silenciando el sonido y dirigió su vista al otro lado de la ventana.

—¡Es demasiado tierno! —dijo Maxine con las manos en su mejillas emocionada a lo que todos estuvieron de acuerdo. Aquello no hacía más que sonrojar al muchacho.

Un soldado interrumpió la situación abriendo la puerta esperando que descendiera el último afortunado; los demás chicos ya estaban en la, renombrada, Sala de los Hombres escuchando algunas indicaciones de Grace. La Selección iba a comenzar cuando él cruzara la enorme puerta del palacio. De pronto, Louis ya se sentía inseguro, algo dentro de él le susurraba que iba a ser rechazado: ¿serían los participantes o el príncipe? A juzgar por su apariencia todos estarían en su contra.

Salió del coche y caminaba sin estar consiente de cuán cerca se hallaba de la decorosa y gran sala, hasta que los incesantes gritos de órdenes siendo lanzados de un extremo del lugar al otro le provocaron espabilar y regresar a la Tierra. Observó el sitio y solo podía definirse como el caos de la belleza. Cada joven desprendía aires de grandeza que eran perfeccionados por sus doncellas y personas arreglando su imagen, la mayoría ya se encontraban listos sentados en los sillones largos degustando algún tipo de bocado delicioso. 

Louis ingresó a la sala cuando jalaron de su brazo y lo sentaron bruscamente en una silla.

—¿Qué pretendía hacer de pie, joven? —le cuestionó duramente una mujer de treinta años, debía de ser Grace—. ¿Cree que estando parado como una estatua iba a conquistar al príncipe y más con esos atuendos?

—Apenas lo intente ya estaré fuera —contestó desanimado.

Grace trató de subirle el ánimo pero en ese momento se escuchó el incomparable bullicio de gritos alardeando la presencia del príncipe Harry Styles en la Sala de los Hombres. Los chicos se pusieron de pie y crearon una fila para que el prestigiado joven los viera con suma atención, sacando lo mejor de sí en busca de una oportunidad y, claramente, no perder la ocasión para coquetearle.

—Mis sinceras disculpas si interrumpo esta primera reunión de los Seleccionados, Grace —la voz grave de Harry llenó los oídos de cualquier persona que lograra escucharlo—, pero no pude evitar mirar a los atractivos candidatos cuando pasaba por aquí. Sinceramente, discúlpame.

La mujer de pelo negro y lentes le dedicó una mirada de reprensión y algo de disgusto.

—Es una sorpresa que se encuentre aquí, príncipe. Que yo sepa, usted no tendría que verlos hasta mañana en la cena.

—Hay cosas por las que no puedo esperar.

Louis aún estaba sentado, impasible a lo que tenía qué hacer; lógicamente tendría que formarse junto con los demás pero no tenía dominio de sus movimientos. Estaba ido. Maxine le hizo ponerse de pie y le dio un empujón para que se uniera a la línea perfecta de grandiosos muchachos. El príncipe estaba saludando educadamente a cada uno e intentando memorizar los nombres de ellos.

La abrupta llegada tímida de Louis en la fila hizo desviar la atención de Harry hacía él, solo un par de segundos los ojos de la realeza estuvieron posados en su pequeño cuerpo. Pasaron menos de dos minutos cuando la fornida anatomía del príncipe se puso delante del castaño, casi intimidándolo. Sería la mentira más grande si confirmaba que no estaba nervioso o si se hallaba en todos sus cabales.

—¿Cómo te llamas, cariño? —inquirió aquella inconfundible voz.

—Louis Tomlinson —dijo evitando el contacto visual, agachó su cabeza y observó sus dedos.

—Eres un poco tímido al parecer.

—Eso creo..., alteza.

Harry sonrió, extrañamente le gustaba el hecho que no le dirigiera la mirada, pero la curiosidad de conocer su rostro era más fuerte que otra cosa. El príncipe levantó el mentón de Louis cuidadosamente haciendo que no le quedara opción de observarlo.

El iris esmeralda del príncipe quedó embelesado por el precioso azul genuino del muchacho pequeño provocándole la falta aire.

—Cariño..., intenta mirarme a los ojos cuando te hablo, ¿sí? Para mí es más íntimo —susurró esto último.

—Está bien.

Harry se separó y les dirigió unas palabras antes de marcharse.

—Sean todos bienvenidos y disfruten su estancia en el palacio. No duden en pedir lo que quieran para eso están sus doncellas. ¡Que tengan una muy buena noche, los veré mañana!

Él se retiró, los muchachos explotaron de emoción y suspiros, y Louis no podía creer que aquellos ojos esmeraldas eran los más hermosos del planeta. 

***

Hola! Cómo están? HARRY Y LOUIS YA SE ENCONTRARON, SE VIERON, SE... NO SÉ TODO CHAU ME MUERO. Se nota mucho que me emociona ese encuentro? Bueno. Es tonto emocionarme por una fic que escribo yo, pero soy sensible ante cualquier cosa Larry y esto no es la excepción. Espero que les haya gustado el capítulo y, también, espero que se hayan emocionado aunque sea un poquito. Gracias por leer!

Un beso!


Príncipes [Larry Stylinson]Where stories live. Discover now