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Trazaba líneas curvas rápidamente sobre la hoja blanca dando la forma de un rostro bastante conocido y extrañado por su corazón. Aquella mujer que iba apareciendo de a poco en el fino objeto era aclamada por el castaño para que estuviera a su lado, apoyándolo, diciéndole palabras tranquilizantes, como aquel día de su partida. El sollozo de orgullo que había soltado su madre regresaba a su mente como un recuerdo melancólico remarcando la ausencia de las personas importantes —e irremplazables— en su vida.

La mano de Louis se desenvolvía tan fácil que era imposible decir que solo era un buen dibujante, era talentoso. Un artista nato.

Estaba acabando el dibujo cuando Karis, Georgia y Maxine entraron a su habitación dándole los buenos días de forma monótona. Sin embargo, Louis no se preocupó por la invasión de las muchachas en su ambiente mañanero y lleno de momentos vividos en el pasado, pues estaba despierto desde las siete de la mañana y el canto de los pájaros ayudaba a ignorar toda presencia humana de su cuarto, y únicamente a centrarse en recrear el retrato de esas personas tan necesitadas a su en rededor.

Maxine arreglaba las cobijas de su Lord cuando halló las demás hojas con rostros hermosos desparramados encima de la cama. Se impresionó demasiado, ya que hacia mucho tiempo que no tenía entre sus manos una foto sacada por una cámara; y le pareció raro que el castaño tuviera seis en su posesión, porque sacar impresa una foto costaba mucho dinero el cual, básicamente, él no podía tener.

—¡Chicas, miren, qué fotos! —Maxine decía maravillada.

Las otras dos jóvenes ya estaban a su costado mirando absortas el arte magistral hasta que una de ellas, precisamente Karis, observó bien los mínimos detalles que diferenciaban ambas cosas y susurró:

—Es un... dibujo.

—¡Un dibujo, já! —reía incrédula Georgia, era imposible, era demasiado perfecto; pero luego vio las evidencias en las manos del joven: lápiz y hojas—. Vaya, sí es un dibujo... ¡Es impresionante, Lord Louis!

El nombrado sonrió halagado alistando ya los últimos detalles de su ropa para salir de la habitación e ir a desayunar con los demás. Las doncellas se felicitaron en voz baja por la conducta responsable que estaba adquiriendo Louis en tan solo pocos días, debió ser el golpe de Georgia que despertó la cualidad en su sistema. El castaño le dio en la mejilla un beso de despedida a cada una, estas sonrojadas agitaron su mano, nadie había hecho tal gesto afectuoso, siquiera un soldado en los tiempos de descanso.

Lord Louis bajaba las escaleras parsimonioso, y aunque solo habían transcurrido un par de días ya se le hacía matutino saludar con una sonrisa leve al soldado Malik cuando entraba al comedor. Tomó asiento rápidamente junto a Trenton el cual le envió un saludo fugaz y continuó conversando con el muchacho que se hallaba a su derecha. El castaño se sintió ofendido e ignorado por la actitud cortante de su amigo, se supone que el pelinegro aborrecía a los otros participantes, menos a él, se lo había dejado sumamente claro con las miradas cansadas que les dirigía a estos. ¡Cómo entender a Trenton Rogers!

El desayuno aún no comenzaba y, de cierta manera, aquello le estaba inquietando a Louis: tenía un hambre de horrores, se sentía solo, era como uno de esos adornos del palacio que estaban quietos y no eran admirados, sino que se utilizaban para rellenar el espacio inmenso. Pero la conversación que desarrollaba Trenton junto con el otro desconocido le hizo parar la oreja atento y dedicarse a escuchar cosas ajenas.

—¿Te dijo que tendrán una cita? —preguntó el pelinegro, intrigado.

—¡Sí, ¿puedes creerlo?! —murmuraba el otro muchacho en tono bajo regulando el volumen de su voz—. ¡Dios mío! ¿Cómo será estar toda una tarde con él?

Príncipes [Larry Stylinson]Where stories live. Discover now