Sorpresa

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Ya han pasado dos meses desde que me disculpé con Nathan. Al principio me costó mucho poder hablarle como si no hubiera pasado nada pero ahora se ha convertido en uno de mis mejores amigos. Sé que eso era lo que no quería pero con Nathan ha sido inevitable. Él es un chico muy atento y amable, probablemente porque perdió a su madre siendo muy pequeño y tuvo que hacerse cargo de su hermana mientras su padre trabajaba duro para sacarlos adelante. Desde que lo conozco me he dado cuenta de que sería la persona perfecta para mí pero yo no quiero pensar en ello. La cuenta atrás para mí está llegando a su fin.

Hace poco más de dos semanas Nathan me habló de una chica. Al principio no me sentó muy bien pero aún así le animé a que fuera a por ella. Es muy bonito ver como alguien se ilusiona al hablar de otra persona. Espero que le vaya bien en el futuro. Yo todavía no la conozco pero me gustaría verla. Quizá la invite a mi cumpleaños, así la podré conocer antes de que abandone este mundo y así ver que dejo a mi primer amor real en buenas manos.

Yo nunca he tenido novio. Es un poco triste, lo sé, pero quizá sea por mi culpa, por poner el listón muy alto. Y si, ha habido chicos que me han gustado, pero no del modo en que me gusta Nathan. Ahora que había encontrado a un chico por el que vale la pena luchar tengo que morirme.

La enfermedad parece que no ha avanzado mucho. Las nauseas y los dolores no han ido a más. Creo que todo es gracias a ese ángel de la guarda que me llegó hace dos meses. Cuando estoy con él parece que todo va a ir mejor.

A mi madre le aprobaron el proyecto en Alemania y dentro de poco se tendrá que marchar otra vez unos días. Al verme mejor se ha relajado bastante. Espero que le vaya bien cuando yo no esté.

-Anne, cariño baja. Ya ha venido Nathan a buscarte. - gritó mi madre desde el piso inferior.

-Ahora bajo.

Cogí una chaqueta y el bolso y bajé. Me había dicho que tenía una sorpresa para mí. No sé que podrá ser pero viniendo de él seguro que me gusta.

-Ya estoy lista. ¿Nos vamos?

Me despedí de mi madre y nos montamos en su coche.

-Bueno y.... ¿a dónde me llevas?- dije intentando sonsacarle información.

- Eso es una sorpresa así que no me preguntes más- dijo sonriéndome.

Cada vez que veo esa sonrisa me derrito por dentro. Arrancó el coche y nos pusimos en marcha. Al cabo de media hora llegamos a un sitio alejado del pueblo con vallas. No sabía muy bien dónde estábamos ni que era eso.

-¿Dónde estamos?- pregunté algo confusa mientras bajábamos del coche.

-Esto es una perrera.

-¿Una perrera?

Nathan asintió con la cabeza.

- Y... ¿qué hacemos en una perrera?- a mi me gustaban mucho los perros pero no entendía que hacíamos allí.

- Bueno...- dijo mientras se acercaba a mi.- Pasado mañana es tú cumpleaños y sé que te gustan mucho los perros.... Así que he decidido que mi regalo va a ser el perro que tú escojas hoy aquí.

Mis ojos se iluminaron. Desde que era pequeña siempre había querido tener un perro. Me lancé y le abracé con mucha fuerza.

-Gracias, muchas gracias- dije.

Nunca antes me habían hecho un regalo tan especial. Él me devolvió el abrazó. Fue muy cálido. Me recordó a cuando bailamos juntos en la fiesta de la Luna de Plata.

Entramos juntos en la perrera. Yo iba dando saltitos de alegría. Él iba unos pasos detrás de mi mirándome y riéndose.

- Oh mira éste que mono es.- dije al ver un cachorrito marrón.

- Y que te parece éste. Son tan monos todos- volví a decir yo. Hablaba conmigo misma.

- ¡¡Espera!!- dije parándome delante de un cachorrito blanco que al verme se puso de pie y movía su pequeña cola. - creo que es este. Si, elijo a este.

- Pues ese.- dijo.

La chica abrió la jaula y fuimos a una sala a rellenar los papeles.

-¿Cómo lo van a llamar?- nos preguntó la chica.

Miré a Nathan. La verdad no sabía cómo llamarle. Nunca había sido buena poniéndole nombre a las cosas. Mis peluches tenían siempre nombres muy simplones como Osi, jirafita,...

-Qué te parece Baddy- Sugirió Nathan.

-¿Baddy?...Baddy. Me gusta ese nombre. Se llamará Baddy.- dije cogiendo al cachorrito en brazos.

Terminamos de rellenar los papeles y salimos de la perrera.

-Muchas gracias. Me encanta. Creo que es el mejor regalo que me han hecho.- le dije a Nathan mientras jugaba con el cachorrito.

-Me alegro de que te haya gustado.

Caminamos hasta el coche y nos metimos dentro.

- Sabes... mi madre me va a dejar hacer una pequeña fiesta con mis amigos en casa por mi cumple. Me gustaría que vinieras y...que trajeras a tu novia.

-¿A Megan?-dijo levantando una ceja.

-Si- dije asintiendo con la cabeza y sonriendo. - Quiero conocerla.

-La llamaré a ver si puede ir.

-¿Va todo bien entre vosotros?- pregunté al ver que no mostraba mucho entusiasmo.

-Sí, es solo que...tiene mucho trabajo en la tienda de sus padres y no sé si podrá ir.

-Ah... bueno... sino otra vez será. - le dije sonriendo.

Él me devolvió la sonrisa, esta vez no era esa sonrisa dulce y sexy que me hacia caer rendida a sus pies sino una sonrisa triste.

Arrancó el coche y volvimos a casa en silencio. Baddy se había dormido en mi regazo. Llegamos cerca de las siete de la tarde. Se nos había pasado el rato yendo y viniendo de la perrera.

-Espero que mi madre no se enfade.- le dije mientras bajábamos del coche.

-No lo creo, hablé con ella antes. No quería meter la pata.

-Hablando con mi madre a escondidas, ¿eh?- le dije en broma para sacarle una sonrisa. Parece que tuvo el efecto deseado porque se rió.

-Oye... ¿Quieres entrar? Seguro que mi madre ha hecho limonada. - le dije invitándole a mi casa.

-No, gracias. Ya es un poco tarde. Otro día.

-Como quieras.- le dije.

Nos despedimos y cada uno se dirigió hacia su casa. Abracé a Baddy con mucho cariño. Me había hecho mucha ilusión su regalo.

Más allá de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora