11 de noviembre
Me siento muy triste. Los días transcurren con una lentitud extraña. Y a veces, pienso que Fabián volverá. No puedo aceptar que se haya ido. Dice mi psicólogo que tengo que borrarlo de los contactos de mi teléfono móvil. No he tenido el valor de eliminar todos esos mensajes que nos enviamos. Todas esas veces que me dijo que me quería, todas esas conversaciones que ahora son sólo recuerdos. Las fotografías que me envió están intactas, y creo que algo de otro mundo lo revivirá. Quizá debí haber ido a su velorio y entierro, allí habría comprendido que los rituales de la muerte informan que alguien se despide, o haberme despedido de él entre las sombras de la muerte. Pero la última vez que lo vi estaba con vida, en juego. Él nunca supo que yo estaba allí, murió sin que él hubiera notado que me interesaba lo que hacía, que había estado presente en un partido de fútbol en los que él jugaba, que estuve para alentarlo y para ver cómo había sido en parte su último día de vida. No supo que conocí a su madre, que tanto evitó mostrarme. Tampoco supo que yo lo vi con sus compañeros, que era distinto en el juego y no se parecía en nada a ese chico que yo conocía.
Nunca le dije tantas cosas, el tiempo fue poco. Si le hubiera dicho que quería tocar sus abdominales en cuadritos... quizá habría sonreído y, levantado su ropa, para que vea y pueda sentir su piel siempre calentita, sus músculos acerinos, su sonrisa a veces triste por los dolores que la vida le puso por delante. ¡Y porqué te has muerto si sabías que yo te amaba! ¿¡Y qué harás sin vida para ayudar a tu madre?!, ¡Sabías que él la golpeaba, le rompía los dientes, y te fuiste! Nos dejaste. Te amo y te odio. Te amo, no sé porqué; y te odio porque te fuiste. ¿Y quién está conmigo Fabián Rossi?, ¿¡Acaso no te preocupa que otro chico venga por mí?! Pues claro, eras tan seguro en vos mismo que te permitiste el lujo de marcharte con el único boleto de regreso que existe en éste mundo, sin miedo a que yo deje de amarte. Tenías tan claro todo lo que querías... y lo lograste y te fuiste. Y este aparato desgraciado que pudo predecir tu partida, no puede llevarme al mundo de los muertos.
Y ahora, miro con el INTANMO, una escena hermosa... allí estamos los dos en el sillón, sentados, comiendo masas finas mientras Susanito juega en los alrededores. Él se ve muy real, y siento celos de esa chica que fui, que estaba su lado... ese holograma de la que yo era, pero ya no soy. La veo feliz, no pareciera que le falta medio rostro. Es una chica a la que desconozco, porque sonríe demasiado, tiene a quién abrazar y besar, alguien la llamará y le dirá cuán fascinante es. Una voz le dirá que no se preocupe, que todo saldrá bien. La odio. Y me acerco al holograma ella y le doy un puñetazo en el rostro, y mi mano, pasa hacia el otro lado con violencia, como golpeando el aire. Y él, le acaricia con suavidad en el mismo sitio en que quise golpearla. Aún después de muerto Fabián me defiende de mí misma. Llevo mis manos hacia delante, quiero tocarlo, aún sabiendo que allí no hay nada, aún a sospechas que el aire me responderá con su vacío, pero tomo coraje y al instante en que ya estaba por tocar sus cabellos, la imagen, se esfuma con suavidad.
-¡Dejá de torturarte!- Me ha dicho Mercedes, y ella, tenía en sus manos el INTANMO.
Y caí al suelo, para extender un llanto infinito.
Morena

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La chica del corazón en trizas
Teen FictionVoy a empezar a escribir este diario, he cumplido los dieciséis. Y a esta edad tengo el corazón hecho trizas. Mi psicólogo es muy bueno. Pero igual no doy más. Tengo todo lo que muchos chicos de mi edad quisieran tener, y aún con más, sería igual...