"Consuelo".

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17 de diciembre


Han pasado dos días, y no sé donde está Mercedes, y como ni a mis padres, ni a sus padres les importa nada, o al menos están confiados de que nada ocurre, no me quedó más remedio que llamar a la policía, para encontrarme con algunas sorpresas: cuando marqué llamada, me atendieron, di mis datos y dirección explicando que mi prima había desaparecido, me dejó estupefacta la noticia de que la misma Mercedes había avisado a la policía que se hallaría en un sitio que solo había sido revelado a las autoridades del servicio de inteligencia. Y cuando les pedí que vinieran a mi casa, ellos, desde la Policía Metropolitana me informaron que "No podían ingresar a mi casa tratándose de un área restringida, menos aún sin autorización", pero cuando les dije que "Yo los autorizaba", me informaron que yo no era una persona autorizada para permitir acceso a la propiedad. Les dije:

-Bueno, esto es propiedad privada, como toda casa, pero quiero que vengan.-Les dije.

-Disculpe, señorita, nosotros sabemos diferenciar entre "Propiedad Privada" y "Área restringida", que tenga buenos días.- Me respondió una voz masculina que finalizó con la llamada.

Ni habrá pasado media hora, desde que había hecho la llamada, llegó J.R en helicóptero, venía acompañado por un tipo de unos treinta años, él mismo era el piloto. Descendió cerca de la piscina del exterior, lo vi por la ventana, venía vestido con ropa de gimnasia, no tenía la nariz irritada, sentí que el corazón se me salía por la boca.

Ingresó por el laboratorio de papá, por allí, por donde yo no puedo ni pasar. Me sentí muy mal por ello, es como si las personas de afuera de la familia y la casa tuvieran más derechos sobre mí. Comencé a llorar por todas las incertidumbres, por las cosas que se me ocultaba, por rostro que a veces dejaba caer un chispazo de sangre en medio de una reconstrucción que había sido programada desde algún sitio del mundo, y sin mi permiso. Y lloré desde el corazón y desde las vísceras al verlo cerca de mí, y con la lentitud del dolor, en un tiempo detenido, percibí que mi vista se ampliaba, una lágrima roja cayó del susto de mi ojo izquierdo, y como si hubieran conectado los "cables" en los sitios correctos, ahora, en medio del llanto, veía con ambos ojos al chico del que había estado enamorada tantos años. Ahora yo estaba sentada en el piso, reclinada sobre una pared ahogada en lágrimas. Se acercó a mí, parecía enojado, me abrazó igual, y con su voz susurrante me dijo: "¿Qué pasa Morena?"

Morena.



La chica del corazón en trizasWhere stories live. Discover now