Armonía

7.9K 745 55
                                    

—Se termina el tiempo, linda, no voy a dejar que te bajes en toda la noche.

Sin pensar, vuelvo a darle un trago a la cerveza para que la sienta en mi boca y me abalanzo sobre él. Está manejando y ahora no me importa. Abro la boca y él hace lo mismo, vuelve a meter su lengua y esta vez yo también lo hago, no solo eso, sino que lo tomo del pelo de la nuca y lo beso más intensamente, me encanta como me hace sentir. Siento que lo necesito cerca. Sin que me dé cuenta, detiene el auto y me toma de las caderas para acercarme más a su cuerpo. Tengo que aprovechar y saltar por la ventana, pero no lo hago, ya poco me importa el mundo de afuera. Mi respiración se acelera mientras lo tengo cada vez más cerca, paro de a momentos para recuperar el aire y vuelvo a besarlo. Pasa el tiempo y solo hacemos eso. Nos besamos profundamente una y otra vez.

Me saca la lata de la mano y se detiene para darle un trago con cuidado, interrumpiéndome. Dejándome como boba, mirándolo expectante, esperando que vuelva a mi boca.

—Te dije que tenías que tomar un poco para relajarte.

Como si nada, revolea la lata al asiento trasero y esta nos moja con cerveza, no puedo evitarlo y me río, ya me parecen divertidas sus muestras de lo poco que le importa la vida.

Cierro los ojos y vuelve a besarme, no me quejo, lo hace bien, que puedo decir. Tira de mis muslos hacia él y me recuesta sobre su asiento. Ahora entiendo por qué abarca el ancho del auto, es más cómodo para estas cosas, y se pone encima de mí para seguir besándome por un largo periodo de tiempo mientras sujeto sus mejillas con mis manos. Y otra cosa que no le voy a contar nunca a nadie es que no quiero que esto se termine. Me muerde el labio inferior y se aparta unos centímetros.

—Te creo que tomaste, ¿querés otra? Tengo otra.

Se mantiene sobre mí con las manos a cada lado de mi cuello, pero a poca distancia de mis labios, mientras sus ojos azules recorren toda mi cara y sus labios todavía rozan los míos con cada palabra.

—No, gracias. Quiero que dejes de manejar borracho.

—Está bien, hacemos un trato: dejo de tomar, hacemos algo de tiempo y te llevo a tu casa, mientras, vos tenés que tomar hasta que esté sobrio.

—¿Por qué tenés tantas ganas de que tome?

Digo con una sonrisa, sujetando su rostro.

—Porque considero que serías divertidísima borracha y no te enojarías tanto con la vida.

—No me enojo con la vida, me enojo con vos.

Levanta los hombros y se separa un poco más de mí.

—¿Trato?

No sé por qué sigo accediendo a sus peticiones, cada vez lo hago con mayor facilidad, soy estúpida, manejable e influenciable. Me dejo manejar por él y no me importa. Dios, estoy en un auto con este chiflado y no me importa, es más, me gusta, me divierte, me emociona.

—Trato.

Se sienta en su lugar y me estrecha la mano para después levantarme con ella.

No sé cuánto tiempo va a tardar Andy en ponerse sobrio, pero espero que pronto, tengo pensado tomar de a poco para no emborracharme ni nada de esas cosas mientras hacemos tiempo en el medio de la nada. Odio esta parte del pueblo, no hay nada, solo casas viejas y arruinadas.

No sé qué hora es, pero veo que el sol se está poniendo detrás de las casas y solo pienso en que mañana tengo colegio. ¿Te preocupan todas esas cosas y no te preocupa tu novio? Me respondo a mí misma que no.

Andy se gira por el asiento y alcanza otra cerveza de su heladera, me doy vuelta y miro por el respaldo, tengo que verla. Ahí está, una mini heladera con aproximadamente treinta latas de cerveza en el piso del asiento trasero. A diferencia de su auto, está limpia, y parece moderna, con una luz led azul que recorre la puerta de vidrio que está mirando hacia el techo.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora