Paz

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Algo que siempre me gustó es cuando la gente me toca la espalda, no sé por qué esa sensación me parece tan relajante. Más cuando rozan apenas mi piel, me encanta esto, lo estoy disfrutando mucho. Me revuelvo en la cama y abrazo más mi almohada. ¿Quién me está tocando la espalda? ¿Por qué se siente tan frío? Abro los ojos una vez que recupero la conciencia e intento levantarme de la cama, pero una mano me detiene desde mi cuello y me vuelve a acostar con fuerza.

—¡Quedate quieta!

Intento mover las piernas y me doy cuenta de que tengo a Andy encima. No solo eso, hay miles de cosas en la cama, las siento contra mis muslos. Si tan solo pudiera mover mi cabeza, podría deducir que son.

—¿Andy? ¿Qué estás haciendo?

Le pregunto cuando siento algo frío otra vez sobre mi espalda.

—Arte.

—Andy, no es gracioso, dejame moverme ¿Qué estás haciendo?

—Dame un segundo más, estoy por terminar... Prométeme que no te vas a mover, vas a arruinar todo.

Como ya lo conozco dejo de hacer fuerza y me relajo sobre la cama mientras revoleo los ojos involuntariamente, no es que él pueda verme. Muevo la mano y cazo algo que está sobre la cama, me lo llevo a la cara procurando no interrumpirlo y veo que es un pincel.

—¡¿Me estás pintando la espalda?!

—Intentando, si no dejás de moverte no puedo... Era más fácil cuando estabas dormida.

—¡Andy! ¿¡Cómo me vas a pintar cuando estoy dormida!?

Sabía que Andy tenía algunas cosas raras, pero esto escapa de mi conocimiento.

—¡Vas a arruinarlo todo!

Mueve las rodillas sobre la cama a los costados de mi cadera y se reacomoda para volver a pasar el pincel frío sobre la piel desnuda de mi espalda. Como ya estoy resignada con este chico, lo dejo terminar, no me molesta la sensación después de todo.

—¿Desde cuándo pintás?

—Desde siempre. Ya sé que pensás que soy un vago que no hace nada y se la pasa cogiendo cuando estás en el colegio, pero tatúo ¿Te acordás?

—Creí que eran cosas distintas.

—Para saber tatuar hay que saber también dibujar y pintar.

Siento cómo se tira un poco más encima de mí y hace pequeñas trazadas con el pincel.

—Le tenés que preguntar a la gente si quiere ser parte de tus locuras, no podés atacarlas cuando están dormidas.

—Perdón... me tenté, tenés la espalda muy blanca y llena de pecas y estabas justo boca abajo.

—¿Ahora soy también tu borrador?

Andy se ríe y deja el pincel a un costado.

—Debo confesar que me conseguí un hermoso lienzo blanco.

Se burla de mí y no entiendo cómo hace para acordarse algo de la noche anterior, se limpia las manos y cuando sale de encima de mí, intento levantarme de la cama, pero otra vez me detiene, con su mano brusca presionando mi cabeza.

—¡No, no! Dejá que se seque. Voy a buscar el celular, así lo podés ver.

Da unas zancadas por la habitación hasta llegar a sus pantalones que están encima del sillón. Giro el cuello procurando no moverme para que su arte no se eche a perder y veo como saca de su bolsillo el celular y salta sobre la cama con ambos pies aterrizando al lado de mi cuerpo, haciendo saltar todos los tarritos de pintura, los pinceles y los marcadores.

VirgenWhere stories live. Discover now