Gozo

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Algo puntiagudo se me clava en la cadera, intento correrlo de mi cama, pero es imposible porque esa cosa está unida al cuerpo que tengo al lado mío. Abro los ojos y veo que Andy ya está despierto y mirándome, con la cabeza recostada en la almohada.

—¿Tenés que dormir con tu celular en el bolsillo? Me está lastimando.

Me estiro en mi cama y me acomodo para ver a Andy de frente que sigue con los ojos clavados en mi cara.

—No me molesta.

Saca el celular del bolsillo y lo deja entre nosotros.

—¿Por qué me miras así?

—Porque estás... horrible. —Se ríe y toca mi mejilla con su pulgar. Cuando me lo muestra, está negro. —¿No te enseñaron a sacarte el maquillaje antes de dormir?

Agarro el celular de Andy y miro mi reflejo en el vidrio de la pantalla apagada. ¿Qué demonios me pasó? Me paro rápidamente y me observo al espejo de cuerpo entero que tengo en mi cuarto, si ayer parecía un boxeador, hoy parezco un mapache. Tengo toda la pintura desparramada por las cuencas de mis ojos y el labial lo tengo corrido hasta la barbilla, como ayer Andy apareció sin avisar, me olvidé de limpiarme la cara.

Intento sacarme la pintura con las manos, pero lo empeoro y ahora tengo la mitad de la cara negra. Escucho como Andy no puede respirar de las risotadas que está dando y tomo uno de los almohadones que tengo más cerca para tirárselo a la cara.

—No te rías fuerte.

—No te enojes, estás graciosa... Como un payaso borracho.

Me siento en la cama y vuelvo a tomar su celular para ver la hora. Las siete de la mañana, es temprano, tengo que estar en el servicio a las diez. Me siento en la cama, Andy se quita la remera y empieza a pasármela por el desastre que es mi rostro. Observo detenidamente los tatuajes de su pecho y como sus abdominales se marcan levemente en su torso flaco. Me empiezo a acostumbrar a los dibujos que tiene en su cuerpo, de a poco, me los empiezo a saber de memoria, me gusta la fecha que tiene entre los huesos de su clavícula. Lo que más me llama la atención es cómo los costados de su vientre causan dos surcos con los huesos de sus caderas que se pierden en su bóxers ajustados asomados por encima de su pantalón que parece bailar contra su cuerpo.

—No me tenés que limpiar, ahora me voy a bañar.

—No pasa nada, además, me das miedo así.

Se concentra al pasar la tela por mis ojos y mi boca con delicadeza para que no me duela. No puedo evitar observar cómo se compenetra Andy, rastreo con mis ojos su cara e involuntariamente llegan hasta sus brazos tatuados. Andy es lindo, sobre todo cuando sonríe, si no tuviera todos esos dibujos en su piel y esos aros en su cara tal vez... tal vez... nada, tengo que dejar de pensar cosas tontas. Alguien como él nunca encajaría en mi vida.

—Tenés que irte, tengo que prepararme para ir a la iglesia y mi papá se levanta temprano.

—Los domingos son para descansar.

Revoleo los ojos.

—Andá a descansar entonces.

Termina de limpiarme con su remera y vuelve a ponérsela, por suerte es negra y no se notan las manchas de máscara para pestañas y delineador.

—Así está un poco mejor. No vuelvas a ponerte esa pintura en la cara, menos si vas a dormir conmigo.

—No pienso volver a dormir con vos, me obligaste.

—Pero te encantó.

Se muerde el labio inferior y lo suelta cuando se acuerda que tiene la mejilla golpeada.

VirgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora