Capítulo 4

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Elena estaba algo preocupada por el problema que tenía Damon para tener contacto físico con los demás, algo que podría complicar su relación con él. Aunque no era lo único raro que tenía el chico, quien se rodeaba de un aura de misticismo muy peculiar.

No solo no podía tocarlo, sino que este tampoco le había dado ninguna forma de contactar con él. Ni un número de teléfono, ni una dirección, ni tan siquiera sabía su apellido.

El único sitio al que podía acudir en busca de Damon era el cementerio, un lugar que cada vez le parecía menos escalofriante y frío gracias a él.

-Hola, Elena –le saludó el chico apareciéndose como siempre por sorpresa y sobresaltándola.

-Te dije que dejaras de hacer eso.

-Lo siento, no puedo evitarlo.

-No tienes remedio, ¿eh? –dijo ella risueña, tratando de hacer sonreír a Damon, quien se había puesto serio repentinamente.

Con un movimiento de cabeza, Elena le indicó al chico que le acompañase a dar un paseo.

-¿Eres muy aficionada a los cementerios en particular o solo a este? –bromeó él divertido-. Pasas casi tanto tiempo o incluso más aquí que los que están bajo tierra.

-¡Mira quién fue a hablar! Siempre que vengo estás aquí. Este es el único lugar donde puedo encontrarte.

-Porque tú quieres. Ya te dije que podías verme donde quisieras.

-Creo que no entiendo a qué te refieres exactamente con eso.

-No importa –quiso quitarle importancia el chico-. Además, este lugar es muy tranquilo, mucho mejor que aquella discoteca donde casi ni se podía hablar...

-Eso es cierto.

Elena se sentó en un banco y Damon la imitó, manteniendo una distancia prudencial como siempre.

-Supongamos que quiero verte en alguna otra parte –dijo ella-. ¿Dónde sería?

-Donde quieras, solo tienes que quererme allí y estaré.

-No creo que sea tan fácil, ni siquiera me has dado tu número de móvil. ¿Cómo vamos a quedar?

-No hace falta. Tú confía en mí.

La chica cada vez veía esto más raro y no podía evitar que eso se viese reflejado en su rostro.

-¿Qué ocurre? –le preguntó Damon al verla desconcertada.

-Es que... Parece todo tan complicado contigo... No puedo tocarte, no puedo llamarte...

-Desearía que las cosas fueran diferentes.

-Yo también.

-Déjame intentar compensarte –propuso él queriendo borrar la tristeza del hermoso rostro de Elena.

-¿Cómo?

-Responderé a lo que quieras saber.

-De acuerdo, ¿cuál es tu apellido?

-¿De todas las cosas que podrías haber preguntado y elijes esa como la primera?

-Sí, quiero saberlo –asintió la joven con firmeza.

-Está bien, sin problemas. Es Salvatore. Damon Salvatore.

-¿Una de las Familias Fundadoras?

-Sí, al igual que tu familia.

Hacía tiempo que Elena no escuchaba hablar de los Salvatore, los últimos que había conocido se fueron del pueblo muchos años atrás.

-¿Cuántos años tienes?

-Eh... 27.

-¿Seguro? –bromeó ella divertida-. Has parecido dudar.

-No, es solo que a veces se me olvida. A mi hermano le encantaba meterse conmigo diciendo que parecía más mayor y me cambiaba la edad. Al final acabé haciéndome un lío yo solo –se excusó él esperando sonar convincente-. ¿Y tú? ¿Cuántos tienes?

-Creía que era yo quien hacía las preguntas.

-Sí, pero yo también quiero saber más de ti.

-Está bien. Acabo de cumplir 21.

-Pues permíteme decirte que pareces más joven.

-Siendo halagador conmigo no vas a conseguir librarte de responder a mis preguntas.

-No, ya veo que no...

Elena siguió preguntando a Damon cosas sin mucha importancia, tales como cuál era su película favorita y por el estilo, preguntas con las que él estaba encantado porque así no tenía que dar muchos detalles trascendentes de su vida.

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Una vez más, cuando Elena regresó a su casa, su hermano y su cuñada se extrañaron al verla nuevamente tan sonriente y alegre, lo cual se estaba convirtiendo en una grata costumbre. Jeremy estuvo a punto de preguntarle por el motivo de su reencontrada felicidad, pero optó por mantenerse al margen porque temía que su hermana se encerrase en sí misma y les apartase. Al parecer el chico Gilbert tenía un punto convincente, puesto que su novia Bonnie también imitó su actitud.

-Elena –le llamó la chica a esta-, hoy han comenzado al fin las rebajas. ¿Te vienes conmigo a echar un vistazo al centro comercial?

-No sé...

-Venga, por favor. Jeremy no quiere ir conmigo –insistió Bonnie poniendo cara de pena-. No me dejes sola tú también.

-Yo no quiero ir de compras –intervino el aludido-, pero sí que os puedo recogeros después de que terminéis de fundir las tarjetas de crédito y llevaros a cenar.

-Estará bien, sí –asintió Elena comenzando a animarse con la idea-. De acuerdo, ¡vamos al centro comercial!

Hacía tiempo que Elena no disfrutaba tanto de una salida de compras o de simplemente una cena en familia y eso era algo que debía agradecerle a Damon. Extrañamente, aunque le conociese desde tan solo unos días, el chico había sabido ganarse un puesto privilegiado en la mente de Elena y, peligrosamente, también en su corazón. Y sí, era peligroso que Elena estuviese sintiendo cosas tan fuertes hacia Damon porque había algo que le decía a esta que el chico desaparecería en cualquier momento y que, cuando lo hiciese, le rompería el corazón. Y su corazón ya estaba suficientemente dañado ya como para poder soportar otro mazazo emocional de este estilo.

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Un día entresemana, Elena estaba saliendo tarde de su trabajo cuando se le ocurrió la tontería de llevar a la práctica lo que Damon le había dicho de cómo podía verle. La chica cerró fuertemente los ojos y pensó en él, deseando que estuviese allí con ella y, al poco, Damon apareció frente a la joven, sobresaltándola como de costumbre.

-¿Cómo has hecho eso?

-Supongo que nuestras mentes están conectadas de algún modo –dijo él aunque Elena no supo si era en broma o lo decía en serio-. ¿Acabas de salir del trabajo? Te acompaño a casa.

-Va a ser una larga caminata, hoy no me he traído el coche.

-No importa, me gusta andar.

Mientras caminaban hacia la casa Gilbert, estuvieron hablando. Bueno, más bien, hablando Elena, quien le contó a Damon lo emocionada que estaba con un artículo que estaba escribiendo para el periódico con el que colabora de vez en cuando. Damon estaba encantado con la idea de no tener que hablar él pero, sobre todo, estaba más que feliz de ver a la chica radiante de felicidad.

Al llegar al porche de la casa, Damon le deseó buenas noches y ella hizo el intento inconscientemente de acercarse para darle un beso en la mejilla, pero luego recordó que no podía tocarle y retrocedió.

-Lo siento, yo... -se disculpó la joven nerviosa.

-Tranquila –sonrió él con cierta tristeza puesto que también deseaba tocarla-. Buenas noches, Elena.

-Buenas noches.


El otro lado (Fanfic TVD - Delena)Where stories live. Discover now