Veinticuatro.

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Cuando el concierto termina, Shawn no camina hacia mí. Se va para el otro lado, corriendo, donde se encuentra con otro hombre mayor. Los veo charlar entre ellos, mientras que Shawn trata de calmarse y seca el sudor de su frente. Hago mi camino hasta el sillón y dejo mi bolso en la mesa de café de al frente. Me acuesto boca arriba en el sillón y cierro los ojos, posando mis manos sobre mi estómago. Espero paciente a que Shawn termine de hablar con el señor por lo que parecen minutos.

Estoy por quedarme dormida hasta que siento que, a mi lado, el sillón se hunde. Sonrío por inercia sin abrir los ojos, porque sé que es Shawn; ya me grabé el olor de su perfume y sé que se me va a hacer imposible olvidarlo. Momentos después siento que me abraza. Y la imagen me hace sonreír aun más.

Él y yo abrazados en el sillón. Ni en mis más locos sueños me lo imaginé un día, pero la vida da muchas vueltas y uno no elige a quién querer. No estoy diciendo que lo quiero. Por supuesto que lo hago, pero no de esa manera; o por lo menos no todavía.


— ¿Tardé demasiado? —Pregunta, rompiendo el silencio. Abro los ojos y volteo mi cabeza a un lado para mirarlo. Estoy en el lado del espaldar del sillón, por lo que si me corro hacia el lado contrario, él puede caer al suelo.

—No, no tardaste nada —le digo, acariciando su cabello. Siempre quise hacerlo; se ve tan suave y desordenado que hasta a veces me dan ganas de halárselo o arrancárselo. Pero ahora sólo se lo acaricio, pasando mis dedos a través de él, como si lo estuviese peinando—. Sé que es tu trabajo, y lo haces excelente.

— ¿Te gustó el concierto?

—Me encantó —sonrío y él me imita. Me abraza aun más fuerte y yo me volteo para que todo mi cuerpo quede frente al de él.

—Oye... —acerca sus manos a mi rostro y comienza a acariciar mi mejilla. Asiento mi cabeza, incitándolo a que siga hablándome—. ¿Qué fue lo de hace un rato?

Siento mis mejillas arder y estoy completamente segura de que puedo confundirme con un tomate de lo roja que estoy. Sé que se refiere al beso que le di antes de que saliera al escenario, o tal vez los dos besos. Y aunque es lo más normal del mundo, no puedo evitar sonrojarme. Dios, hablar de esto es incómodo para mí.

— ¿Qué? ¿Sobre la cena?

—No... no es sobre la cena —sonríe. Sabe que lo estoy evitando.

— ¿Y entonces?

—Tú me besaste.

— ¿Ah, sí? —Me hago la sorprendida, ahogando un grito y abriendo mis ojos y mi boca de manera exagerada. Él suelta una carcajada que también me hace reír a mí—. ¿De verdad lo hice?

—Sí, sí lo hiciste... Quizá necesites hacerlo otra vez —murmura, mirando mis labios de nuevo—, ya sabes, para recordarlo...

—Tal vez... —sonrío, tratando de seguirle el juego—. Pero no ahora.

Me levanto del sillón de manera ágil, pasando por encima de su cuerpo, librándome de su agarre. Me quedo de pie junto al sillón y él me mira sorprendido, otra vez.

—Me debes una cena primero, ¿recuerdas?

Él niega con la cabeza y se levanta para hacerse frente a mí: —Estás jugando sucio —besa mi frente y me toma de la mano. Mi estomago hace esa cosa rara, como si hubiese un montón de animales revoloteando allí—. Vamos a esa cena, entonces.



Caminamos por las calles tomados de las manos. En todo el camino yo no he dejado de sonreír por culpa de los cumplidos que me hace. O quizá no son cumplidos, porque es que él habla tan bonito que tal vez soy yo la que lo confunde todo. Además de eso, ver su sonrisa tampoco me ayuda. Ni siquiera me molesto en preguntarle a dónde vamos, o si tenemos que caminar mucho para llegar hasta el restaurante. Con tal de estar con él, estoy bien.

Pruébalo ; Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora