8.- Querida Jess:

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Víctor dio la vuelta por enésima vez sobre la cama. No importaba cuanto lo intentara, no conseguía dormir. Soltó un suspiro de resignación y se sentó con los pies cruzados, el canto de los grillos entraba por la ventana. La despedida con Jess lo había dejado inquieto y culpable. Había muchas cosas que deseaba decirle, pero tuvo que guardar. No buscaba hacerle más daño y menos llenarla de ilusiones que terminarían por romperle el corazón.

Sonrió al darse cuenta de que, una vez más, anteponía a alguien sobre él. Solía hacerlo con Susy, ahora también con Jess. Aunque a decir verdad eso le encantaba porque pensar en ella, en esa sonrisa adorable que solía dedicarle y en el suave roce de sus labios, lo hacía feliz. Ojalá lo hubiese experimentado antes en una vivencia mucho menos amarga.

Frente a ese pensamiento y luego de besarla, Víctor entendió que la amaba demasiado para herirla, así que se separó de su cuerpo tras acariciar su rostro y se ofreció a acompañarla hasta su casa. Esos fueron los últimos minutos que estuvo junto a ella. Antes de retirarse, se atrevió a darle otro beso. Luego se marchó con un vacío en el corazón.

—Supongo que no soy más que un tonto enamorado —dijo después de suspirar y esbozó una amplia sonrisa—. Pero tienes que dejarla ir, Víctor —añadió.

Se levantó de la cama, caminó por el piso frío hasta su mochila y sacó una libreta, una pluma y un encendedor que había comprado esa misma tarde de regreso a casa. Con las cosas en mano, se acomodó sobre el colchón.

En la secundaria le habían enseñado un ejercicio de psicología para cerrar ciclos que consistía en escribir una carta dirigida a una persona por la que se tienen sentimientos muy fuertes y, en especial, negativos. Le dijeron que es importante escribir en la carta todo lo que siempre se le quiso decir a esa persona de forma sincera. Al finalizar, bastaría con incinerar el papel para que las llamas consuman esos sentimientos. Podría verse como una forma de encontrar paz, justo lo que Víctor necesitaba en ese momento. Tronó la lengua y empezó a escribir.

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De: El guapo, sexy, inteligente y, (sobre todo) modesto, Víctor ;)

Para: La mujer más hermosa que mis sensuales ojos hayan visto. Chiquitita!!

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Víctor sonrió divertido mientras escribía. Era obvio que eso no funcionaría como una carta de desahogo —y jamás se atrevería a escribirle algo así a Jess—, pero necesitaba relajarse un poco. Estaba nervioso por lo que pondría, por dejarse llevar y descubrir lo que su subconsciente estaba ocultando. Negó con la cabeza y dio vuelta a la hoja para utilizar el reverso.

Era tiempo de enfrentarse a sí mismo.

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Querida Jess:

No sé cómo debo empezar esta carta, pero supongo que solo debo decirte lo que he sentido durante tantos años y que, por miedo a que me rechazaras, siempre callé. Creo que sería conveniente ir al principio.

Ahora que lo pienso, no puedo evitar preguntarme si recordarás el día en que nos conocimos, porque yo lo he atesorado desde entonces y lo llevaré en mi corazón hasta mi último minuto.

Fue hace nueve años y acababan de transferirte a mi escuela. Eres una persona sociable; no tardaste más de unos minutos en hacer amigos, los que —estoy seguro— no tardaron en hablarte de mí. Solían hacerlo, yo era su payaso de circo gratuito.

El día estaba nublado y, durante el recreo, me senté a los pies de un árbol para charlar con el viento. Tú te acercaste a mí para preguntarme por qué hablaba solo. Me molesté. Estaba muy acostumbrado a que todos me tildaran de loco e hicieran comentarios ofensivos en mi contra cuando eso sucedía, que vi agresión en tus palabras aun cuando no la había. En ese entonces, todavía no conocía a Hans. Mis únicos amigos eran todos esos seres que me seguían desde las sombras.

Papi, estoy de regreso [S.O. #1] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora