9.- Último día

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«¿Dónde estoy?», pensó Víctor. Estaba rodeado por una oscuridad impenetrable, tan densa que una linterna no podría disiparla. Los vellos de su piel se erizaban por la baja temperatura que comenzaba a inundar el lugar junto a ese asqueroso olor a carne podrida. El joven sabía que Ana estaba cerca, mas conservó la calma.

Fuertes rasguños y golpes secos retumbaban alrededor, integrados al ambiente. Sonaban cerca, pero lejos al mismo tiempo; era confuso. ¿De dónde provenían? El crujido de una puerta que se abría lo alertó. Estaba seguro de que no había sido la suya porque el sonido se alejaba en lugar de sumarse. Pronto, entendió que Susy salía de su habitación al escuchar sus pasos tranquilos.

—Hola. —Escuchó que la voz de su hermana atravesaba la pared. Parecía inquieta—. ¿Quién eres?

Aunque no escuchó una respuesta, la sangre de Víctor se congeló. Intentó moverse y se dio cuenta, con un escalofrío, de lo que sucedía: Ana se había escabullido hasta la habitación de Susy mientras él estaba atrapado en una parálisis del sueño. Maldijo y, con desesperación, intentó moverse.

—Por favor, vete. Me das miedo —dijo. Podía imaginarla regresar a la cama, arrinconada y temblorosa—. ¿Por qué te pareces a mí? ¿Qué quieres? —No hubo respuesta audible para Víctor, pero supo que Ana había respondido de alguna manera por las siguientes palabras de la niña—. No, no quiero, ¡déjame!

—Hora de dormir.

La voz partida y grotesca de la criatura vino acompañada de los gritos de Susy y el violento sonido de golpes contra la madera. La niña pedía ayuda y Víctor era incapaz de moverse. El muchacho rogó al cielo porque sus padres escucharan el ataque y subieran para auxiliarla, aunque pensó que, si él estaba paralizado, posiblemente sus padres también.

La cama empezó a temblar y su sábana salió volando cuando consiguió apretar los puños. Sintió que un aura de energía se posaba a su alrededor y cortaba la oscuridad que lo envolvía con un halo de luz brillante. En el instante en que escuchó a Susy gritar su nombre, abrió los ojos. La casa estaba silenciosa, sin rastro alguno del olor pútrido o el frío. Se incorporó. No había sido más que una pesadilla, después de todo.

Tras emitir un suspiro, giró la cabeza hacia la izquierda y ahogó un grito. Susy se encontraba de pie al lado de su cama y lo miraba directo a los ojos con la mano extendida. Se encogió en sí misma, callada, y luego ladeó la cabeza sin atreverse a decir nada.

—¿Ocurre algo? —le preguntó Víctor, la niña jugueteó con los dedos delante de su pecho. Lucía asustada y sudaba frío. Tal vez no había sido un sueño, después de todo—. ¿Qué pasa, pequeño trol?

—No puedo dormir —dijo por fin—. Se escuchaban rasguños en tu cuarto y me preocupé.

—¿Cómo que en mi cuarto?

—Sí. Olía mal y, a ratitos, se oía que cantaban algo.

Víctor no hizo más comentarios, tuvo la certeza de entender la razón de la pesadilla durante la parálisis del sueño. Ana se había manifestado ante él después de la muerte de Jenny, lo había seguido durante el día y ahora le arrebataba el sueño por la noche, mientras que al mismo tiempo acosaba a Susy y a Óscar. Tras enfrentarla, ella lo infestó con su aura demoníaca.

Ahora lo estaba oprimiendo.

La tristeza, los malos pensamientos, la debilidad espiritual que sentía, no eran más que los estragos de Ana y su vil juego para poseerlo. Lo tenía planeado y gozaba.

«¡Maldita hija de perra!», pensó con furia.

—Hermano —susurró Susy al ver que Víctor se había encerrado en sus pensamientos. El muchacho la miró tras relajar un poco sus facciones—. Siento que algo está pasando contigo. ¿Estoy mal? —Víctor no respondió—. Si te estuviera pasando algo malo, me dirías, ¿verdad?

Papi, estoy de regreso [S.O. #1] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora