12.- Luz al final del túnel

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La doctora Miriam le realizó dos pruebas a Susy. La primera fue un WISC —examen que se realiza para conocer el coeficiente intelectual en niños menores a dieciséis años—, y la última fue el test de figura humana. Si bien el resultado que Susy obtuvo en el WISC fue singular, no se comparaba con el que obtuvo en el segundo.

Incluso, Miriam no podía desviar la vista del dibujo que Susy le había entregado, el cual no solo aclaraba muchas cosas, sino que también le causaba cierta intriga. La psicóloga le había pedido a la niña dibujar a una persona lo más completa posible; los padres de la niña permanecieron sentados en silencio detrás de Susy mientras lo hacía.

Para sorpresa de Miriam, Susy dibujó a una niña de apariencia exquisitamente detallada. Le hizo un cabello ondulado y largo hasta la cintura, en su rostro acomodó dos cejas, dos ojos con una pupila para cada uno y pestañas. También detalló una nariz y una boca con labios delgados. Debajo de la cabeza hizo un cuello y hombros; además, los brazos tenían una buena proporción entre sí. Incluso dibujó cinco dedos en cada mano. La niña del dibujo vestía una blusa con una flor en el centro, pantalones y zapatos en sus pies.

En todos los años que Miriam llevaba ejerciendo la psicología infantil, pocas veces había visto dibujos como aquel. No solo estaba completo, sino que había algo más entre los trazos infantiles que demostraban poca habilidad, algo aterrador.

Detrás de la niña que Susy había hecho, observó una silueta bastante más alta que ella. No tenía una forma específica, pero parecía poseer dos brazos que se aferraban al pequeño cuerpo por los hombros.

En la orilla derecha del papel, dibujó un grupo de tres niños que solo tenía la silueta de los ojos marcada, pero bajo sus piernas faltaban los pies.

Del lado izquierdo de la hoja, Susy detalló una especie de criatura arácnida. Era la figura más extraña de todas: sus ojos no solo eran en su totalidad negros, sino que además tenía patas largas que brotaban de su espalda y una expresión tan demoníaca que incluso, por un momento, la especialista se sintió observada.

La mujer regresó la mirada hacia Susy, quien se mostraba interesada en la pecera que estaba en la orilla de la habitación. Cuando le preguntó qué era lo que llamaba tanto su atención, Susy explicó que uno de los peces azules tenía muy mala memoria y parecía no saber en dónde vivía.

—Es bueno que esté aquí. En el mar, el pececito podría perderse —dijo Susy antes de volver a fijarse en la doctora.

—Es cierto —respondió con una sonrisa tranquila—. Susy, me gustaría hablar con tus papis a solas. ¿Nos das un momento?

—Claro. ¿Puedo jugar por allá, mami? —preguntó Susy al esbozar un intento de sonrisa, aunque su voz seguía siendo seria, con un tono deprimido.

Valeria asintió y acarició el rostro de su hija. Susy corrió hasta la esquina con las cajas llenas de juguetes y sacó una muñeca Barbie, un peluche de oso y un poni. Sus juegos, ahora, eran mucho más tranquilos y silenciosos.

Miriam aprovechó para informarle a Valeria y a Alan lo que había notado en la niña. Susy demostraba tener un CI bastante alto, además de una edad mental de un niño de, al menos, ocho años, pero sin sus conocimientos. Sin embargo, también comentó que los dibujos realizados resultaban preocupantes, por lo que necesitaba analizarla más.

Susy aún no contaba con la edad mínima para quedarse sola con ella en terapia, de todos modos, Miriam les informó que la niña podría responder bien, así que sería más fácil para ella poder explayarse sin tapujos y sin el miedo a lo que podrían decir sus padres. Por la inteligencia y la madurez que la pequeña demostraba, eso podría ayudarla a avanzar más rápido en la terapia.

Papi, estoy de regreso [S.O. #1] (COMPLETA)Where stories live. Discover now