Último Capítulo

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Lauren's POV

La boda de mi madre y Mike, me atrevería a decir que la estaba disfrutando yo más que ellos. Mi madre no paraba de llorar, y Camila a mi lado tampoco. Parecía que los únicos que no llorábamos éramos Mike y yo. Pero estaba feliz, estaba feliz porque mi madre lo era, porque se merecía aquello después de perder a dos hijos y a su ex marido, que al fin y al cabo, había compartido su vida con él. Según Camila, yo también me merecía aquello, por todo lo que había sufrido, por tantas noches sin nadie, por sentirme tan sola, ahora tenía de nuevo una familia de verdad, y creo que ella lloraba por eso, y no por la boda en sí.

Era raro, porque en la mesa, yo comía al lado de mi madre, a su lado, Mike, y al otro lado sus padres. Ahora eran mis 'abuelos' por así decirlo, y lo primero que habían hecho al conocerme fue estrujarme las mejillas tan fuerte que casi se me saltan las lágrimas. Luego, me dieron un abrazo, y me presentaron a toda aquella familia. Parecía que era mi familia de verdad, porque todos eran cubanos, hablando español, con esa calidez que caracterizaba a los latinos.

Después de la cena, después de que, mi madre y Mike bailasen agarrados en mitad del césped, mientras Camila estaba abrazada a mí, él me buscó. Yo salía del baño, poniéndome bien aquél vestido negro largo, sosteniendo el bolso en la mano.

—Lauren. —Levanté la cabeza al escuchar a Mike, y me acerqué con una enorme sonrisa.

—Hola, 'papá'. —Aquello le hizo especialmente gracia, así que no dudó en reírse en alto.

—Tengo algo para ti. —Me entregó un sobre, poniéndomelo en la mano. Oh, yo ya no quería más dinero. Parecía que estaba abusando de él, y no quería eso. Cuando abrí el sobre no había dinero, suspiré, pero desplegué la carta que venía dentro. Se había cambiado el nombre, se llamaba Mike Jauregui.

—¿En serio? —Levanté la cabeza hacia él, con la boca completamente abierta.

—En serio.

—¿En serio te acordabas de aquél comentario inútil que hice? —Él se reía asintiendo, y lo abracé fuerte cerrando los ojos. Si él hubiese sido mi padre, todo habría sido diferente en mi vida. —Te quiero, Mike. Me alegro de que mi madre te hubiese conocido.

—No me hagas llorar. —Aquél comentario, con la voz quebrada y una risa, me hizo reflexionar. No había llorado en toda la boda, pero sí conmigo. Con sólo decirle que lo quería. Y en ese momento me di cuenta de que Mike siempre había ansiado un hijo, y yo siempre había ansiado un padre. Y esa era la forma en la que él me quería, y esa era la forma en que yo lo quería.

—No llores, papá. —Dije sonriendo, sin romper aquél abrazo que habíamos formado.

—Hey, Lauren... —Camila se acercó y frunció un poco el ceño, quedándose en silencio. —Mejor me voy.

—No, no. —Mike se apartó de mí, deshaciendo el abrazo. —Sólo venía a darle una cosa. Puedes quedártela. —Me dio un roce con la mano en la mejilla, y desapareció para ir de nuevo con mi madre.

—¿Qué ha pasado? —Mis ojos no pudieron evitar irse hacia las curvas de Camila, enfundada en un vestido largo, ajustado de color rojo con una apertura en la pierna, que se dejaba ver.

—Se ha cambiado el apellido. Le dije que... Si se casaba algún día con mi madre, lo aceptaría, con la condición de que se cambiase el apellido. Casi lo había olvidado. —Reí acercándome a ella, cogiéndola de la mano para ir de nuevo a la fiesta.

Un par de cócteles sin alcohol, con sabor a frutas y azúcar, que se mezclaba con el sabor de la boca de Camila mientras bailábamos. Tenía el pelo liso, totalmente recto, hacia un lado, y me parecía que era perfecta. Lo era, en realidad. No me lo parecía. Algunos de los familiares de Mike me miraban algo rezagados cuando besaba a Camila, pero me daba igual. A aquella gente quizás no la vería jamás en mi vida, el que me tenía que aceptar era él, y lo hacía.

—Echaba de menos esos tiempos en los que salíamos de fiesta, tú te pedías una copa y yo me la acababa. —Camila rodeó mi cuello con los brazos, y los míos bordearon su cintura para hacer un agarre más firme.

—Sí, y cuando follábamos en tu cama con tus padres al lado. —Susurré en sus labios, y ella se rio, pegándose algo más a mí ladeando la cabeza con una sonrisa.

—Eres idiota. —Miré a Normani que bailaba con Dinah, porque obviamente sus novios no habían venido. Y Ally sí que iba con Troy, porque era mi amigo. Era gracioso verlos bailar, porque ella era mucho más bajita que él, y era adorable. Me preguntaba si la gente también nos vería adorables a Camila y a mí.

—¿Qué hubiese pasado si no te hubieras tirado al mar? ¿O si ese día yo no hubiese ido a pescar? —Pregunté moviéndome lentamente al ritmo de la canción, Kiss Me de nuevo. Parecía que esa canción nos perseguía en los momentos más oportunos de nuestras vidas.

—No quiero pensarlo. —Respondió negando, agachando la cabeza.

—Ven aquí. —La cogí de la mano y miré entre la multitud, buscando un espacio para salir de allí con Camila.

Llegamos a un sitio apartado, a uno de los jardines con una pequeña fuente iluminada en la noche. Seguro que incluso el más tonto, se imagina lo que iba a decirle a Camila.

—Camz... —Suspiré cogiéndola de las manos. —Llevamos juntas casi... Dos años. Y no puedo contar los momentos que me has hecho vivir, cómo me has hecho sentir, porque es indescriptible. Y sí, hemos tenido nuestros momentos, nuestras peleas, nuestros... Ya sabes. Momentos en los que pensé que te perdía para siempre. —Dije al recordar el accidente en el muelle. —Pero a pesar de todo, lo hemos superado, sobre todo el último. Y eso me ha hecho pensar algo, en que si seguimos juntas después de todo es porque el destino quiere que estemos juntas. Yo te quiero, y eso no va a cambiar. ¿Qué va a ser peor que perder tu memoria? Nada, ya lo hemos vivido todo. Me gusta cuando me muerdes las mejillas, cuando me coges el móvil para hablar con Dinah, cuando me empujas en la cama simplemente para abrazarte a mí, cuando me robas la comida, cuando me dices que soy tu peluche por las mañanas y simplemente me abrazas como quieres. Yo quiero despertarme así siempre. Y recuerdo las miles de veces que me has dicho que cuándo nos vamos a casar. Cuántas veces hemos hablado de los hijos que vamos a tener, o de la casa que nos vamos a comprar. Yo quiero eso, quiero pasar toda mi vida contigo, comprarnos nuestro primer apartamento, nuestro primer coche, casarnos, tener nuestro primer hijo, nuestra primera casa... Pero tampoco olvido que sólo tienes 18 años, y que yo voy a cumplir 20. Así que... —Abrí el bolso que llevaba en la mano y saqué de él una cajita de terciopelo verde, su color favorito. —No te voy a pedir que te cases conmigo. Es sólo una promesa de que algún día te lo pediré, algún día tendremos nuestra boda, tendremos nuestros hijos, y seremos una familia. —Al abrir la cajita, había dos anillos idénticos, simplemente de plata, uno más fino para ella, y otro más grueso para mí. —Si me dejas ponértelo, entonces significará que no podemos romper, porque si rompes entonces me tendrás que pagar una indemnización a base de sexo, ¿sabes? —Camila estaba llorando, apartándose las lágrimas de los ojos como podía y a la vez se reía, estirando la mano hacia mí.

Coloqué el anillo en su dedo anular con cuidado, dejándolo bien fijado, y ella cogió el mío, haciendo lo mismo en mi dedo anular, deslizándolo lentamente hasta colocarlo.

—Estás preciosa incluso cuando lloras. —La besé.

La besé poniendo mis manos en su cintura, pegándola hacia mí, sintiendo sus manos rodear mi cuello, y sus labios atrapar los míos una y otra vez. Porque era mía, total e irrevocablemente mía.

» green is the warmest color || camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora