23▼"Tú volverás..."

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   Tan solo eran las dos de la tarde, cuando Nerea y Michael comenzaron a caminar a través de los árboles. No era posible olvidar a Christy, con sus ojos cerrados y el mentón por lo bajo, sobre los brazos de Michael, como si estuviera dormida. Él no soltó lágrima alguna, porque decidió guardar todo aquel daño para un momento en soledad, cuando nadie mirara o hasta que soportara el escozor en la parte trasera de la garganta. Bennett le mencionó que debían moverse de aquel lugar, lo más rápido posible. No hizo preguntas, tan sólo separaron sus cuerpos y salieron por la puerta delantera, después la del hotel y se adentraron normalmente en el misterioso bosque que separaba a la civilización de el paisaje color verde.

   Unos pasos más parecían reproducirse con el paso de los segundos, entonces Michael alzó la mirada al contemplar la construcción no muy grande que estaba en pie sobre las hojas caídas del otoño anterior. Avanzaron hasta llegar al frente de la puerta, construida cuidadosamente con un timbre dorado a un costado.

   —He usado la casa para esconderme —Nerea pareció extraer una llave de su cuero cabelludo. Después la depositó en la cerradura—, mis padres la abandonaron unos meses antes de escapar.

   Michael pareció curioso, pero no lo suficiente para retirar el brillo lúgubre sobre sus ojos.

   —Ven conmigo.

   Susurró Nerea, evitando tocarle, porque en ese entonces se sentía demasiado débil como para hablar o tal vez tener apoyo físico. Caminaron hacia el patio, donde el sol estaba sobre el cielo y las nubes se extendían hacia el horizonte, pero aquel día parecía ser más gris y deprimiente. Para ambos.

   Christy estaba recostada sobre las hojas, porque Michael y Nerea se mantenian cavando un hoyo no muy grande en la tierra del jardín y usando sus manos, lograron despejar un poco. Lo suficientemente debajo para que pudiera soportarlo de buena forma. Un lenguaje del cuepo estaba manejando sus movimientos, porque no era necesaria el habla. Menos aún cuando la tormenta comenzaba a emanar de la felicidad, o la poca que existió entre ellos.

  

   Enterraron a la niña. Las hojas del otoño en color dorado cubrieron por completo su pequeño cuerpo, dejando lo que quedó de ella bajo la obscuridad del bosque, donde tal vez nadie llegara a encontrarla jamás. Michael había comenzado a llorar, mientras tomaba la tierra con sus manos, la apretaba con sus puños y su vista comenzaba a nublarse. Nunca se imaginó que él mismo enterraría a su único ser en la Tierra. Pero yacía de rodillas, con los tobillos angustiados y las facciones caídas, con su no lloraré enterrado en el pecho, junto a Christy.

   Después de todo, pudo desahogar su pena. Nerea se dedicó a rodearlo con el brazo, manteniéndose firme, con sus labios en su cabello, susurrando cosas indescifrables mientras hacía lo que podía. Michael dejó caer sus manos sobre la tierra que estaba húmeda ligeramente por las lágrimas que dejó escapar, sus nudillos se hicieron blancos y talló las palmas con sus muslos. Estaba temblando, con numerosos sollozos que le recorrían la garganta y le ofuscaban los latidos del corazón. 

   —¿Crees que... volverá?

   Preguntó él, susurrando entre temblores. Nerea se volvió hacia su rostro para mirarle, con los ojos enrojecidos y los labios apretados en una línea interminable de palabras ahogadas.

   —Michael, tú volverás con ella...

   Fue entonces que ambos se desmoronaron, y se dieron cuenta de que comenzaba a llover.

Ella es mi Libertad × [Michael Jackson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora