#18: Borremos la tristeza

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Capítulo 18

Quería morir de la vergüenza. ¿Cómo explicarme? Me sentía humillada, patética, estúpida, tonta, inepta, ingenua. Además llegaría tarde a clase y todo por culpa de haberlo esperado. Tomás nunca se presentó a nuestro almuerzo, ni siquiera se dignó a hacerse presente en el casino. Supongo que, quizás, sólo había jugado conmigo al proponerme lo del almuerzo. Sin embargo, lucía ser un chico tan sincero, agradable y simpático, que era difícil pensar cosas malas sobre él.

Cuánto odiaba algunas veces amar tanto a ese chico.

La campana llamó mi atención. El profesor había llegado y yo seguía caminando como zombie con la esperanza de llegar a mi siguiente clase. Oh, maldición, ¿de qué me servía ir a clases? ¿Para ver a todos mis compañeros? ¿Para que mi historial no quedara manchado por una bobería como hacer la comarca interna? ¿Para anotar lo que probablemente pasarían de materia en esas horas de clase? Pensándolo bien, debía apresurarme para alcanzar a entrar al salón.

Al entrar a la sala noté que el profesor no llegaba aún y que la mayoría de mis compañeros estaban charlando entretenidos, cada uno con su respectivo grupo de amistades. Oh, genial, yo ni siquiera tenía amigos en esa clase. 

Simplemente magnífico.

No conocía a nadie.

Y el profesor no llegaba aún.

Me sentía excluida olímpicamente, como siempre.

Me senté en mi respectivo lugar y esperé a que llegara el profesor, entre maldiciones que le mandaba psíquicamente a Tomás por no haberme acompañado en el almuerzo como me lo había prometido. Estaba enojada. Aunque quizás no tanto. Pero igual un poco. Me estaba volviendo bipolar.

-Buenas tardes, alumnos- dijo el profesor entrando al aula.

Ya quería que nos hiciera escribir y hacer tarea, al menos que nos entregara suficiente trabajo como para distraerme de haber sido plantada por Tomás en el casino de la escuela.

Aquello me había marcado más que nada, y es que le había dado la oportunidad de entrar a mi burbuja, en la cual nadie podía hacerme daño. Y ahora él, al tener acceso a mi parte más vulnerable, me hacía daño. Oh, vaya, creo que me estaba deprimiendo cada vez más.

***

Llegué a casa, lancé mi mochila en el sofá del salón de estar y me adentré a la cocina para beber un poco de agua.

Supongo que el hecho de que Tomás me haya dejado ahí, tirada en el casino, sola, sin cumplir su promesa, y provocando que me volviera jodidamente depresiva por todo lo que quedaba del día, no había sido tan terrible. Él tenía su vida, yo tenía la mía, y... todavía no podía comprender por qué me había invitado a almorzar con él.

Y menos podía entender por qué me había dejado plantada.

Quizás le estaba dando mucha importancia al asunto.

-Hola, ñoña- me saludó "agradable" como "siempre" Julian entrando a la cocina.

-Hola, Juan- lo saludé mientras le daba otro sorbo a mi agua.

-¿Ahora cambiaste mi nombre?- preguntó él escuchándose ofendido mientras buscaba algo en el refrigerador.

-Lo mismo digo- respondí de regreso y volví a llenar el vaso con agua.

Juan el simio sacó del refrigerador un pedazo de pastel y se lo empezó a comer enfrente mío, provocando que las ganas de algo dulce recorrieran mis venas. Quería galletas. Mi estómago me lo pedía.

-¿Hay galletas?- cuestioné sobando mi estómago por encima de la remera.

-Nop, te las comiste todas hoy en la mañana- respondió él sin despegar su mirada del pedazo de pastel.

-Es que te demorabas mucho y me dio hambre...- me quejé recordando lo de aquella mañana.

Un silencio invadió nuestro alrededor.

Quería galletas... y chocolate.

-¿Y qué tal tu almuerzo con Tomás?- preguntó Juan sin verme. Claro, ahora era el paste lo más importante.

Me encogí de hombros a pesar de que no me viera.

-Da igual. Nunca se presentó en el casino- dije volviéndome triste de repente.

Y es que Tomás me gustaba. Me había dado esperanzas con lo del almuerzo y luego me las había arrebatado todas al momento de no asistir. Sinceramente me había afectado.

-Quizás estaba con su novia.

JULIAN POV:

-Quizás estaba con su novia- solté de repente y al ver a Oriana de reojo pude sentir su tristeza, depresión y decepción.

«Oh, genial, magnífico, ¡ahora hazla llorar!» me gritó con sarcasmo notable mi conciencia.

Sacudí mi cabeza para sacar esa voz inquieta e irritante de mi mente. No tenía tiempo para escuchar estúpidas palabras de una estúpida voz que se suponía que era mi "yo" interno.

-Tienes razón- murmuró Oriana-. Tiene novia... Por poco se me olvida- dijo tristemente y fingió una sonrisa.

Tomó otro sorbo de su agua y se fue a su habitación repentinamente, dejándome sólo en la cocina. 

Maldición, creo que había metido la pata, y hasta el fondo. Salí de la cocina y me dirigí a la sala de estar. Busqué alguna película que fuera de comedia y, con una sonrisa inconsciente en el rostro, la puse en el DVD.

ORIANA POV:

Y ahí estaba yo, recostada depresivamente en mi cama, mientras veía a la nada, y respiraba profundamente cada vez que me acordaba de él; del estúpido de Oriana Sabatini.

Un «Toc-Toc» proveniente de la puerta llamó mi atención. ¿Ahora qué rayos quería el idiota de Juan? Me levanté de mi cama a duras penas, luciendo como un desgraciado y triste zombie abandonado, y abrí la puerta de mi habitación, tras la cual apareció un simio alegre y sonriente.

De seguro debía de estar disfrutando de mi tristeza.

El muy... simio.

-¿Qué quieres?- pregunté con los ánimos por los suelos.

-¿Me acompañas a ver una película?- preguntó simpático extendiendo su mano en señal de que la tomara.

La miré por medio segundo y, aún con mi expresión neutramente depresiva, me negué cortante. ¿Cómo? Pues diciendo sencillamente:

-No.

El simio suspiró profundamente y cambió su expresión a una un tanto enojada.

-¿No podrías dejar tu orgullo a un lado y ver la película conmigo? Ya vimos una película antes, y juntos. ¿Y qué te parece? El mundo no explotó- dijo él haciendo referencia a la vez anterior que vimos una película aquel día de lluvia.

Un fuerte sonrojo se posó en mi rostro de tan sólo recordar la escena. Auch, mis mejillas sí que me ardían.

-Se ha puesto colorada, se ha puesto colorada...- canturreaba Juliano estúpidamente y yo le pegué un manotazo en la cabeza con la poca dignidad que me quedaba.

-Cállate- dije frunciendo el ceño y luego suspiré-. De acuerdo, iré a ver la película, pero que no sea romántica, no estoy de ánimos- demandé yo y Julian asintió alegre y satisfecho.

-No pensaba en ver una romántica, de hecho- sonrió de medio lado y extendió su mano nuevamente en señal de que la tomara, insistiendo.

Terminé rechazándola y me encaminé hacia la sala de estar con la cabeza en alto, fingiendo no estar un tanto triste por lo de Tomás. Un suspiró salió de mis labios al recordarlo.

Sólo quería ver la película, irme a mi habitación, y ahogarme en helado de chocolate.

Viviendo con la nerd | Orian | AdaptadaWhere stories live. Discover now