X -Despedida

39 8 2
                                    

Hoy he tomado la decisión de acabar con el sufrimiento. De acabar con todo este enrollo que cargo. De acabar con la insignificancia que tengo, llamada vida. Sí, moriré esta noche. Esta es mi carta de despedida.

¿Por qué he decidido contarte todo lo que he redactado en las cartas? Te estarás preguntando. Pues, la respuesta, es simple. Necesitaba hacer que volvieras a mí, necesitaba sentirte de nuevo, necesitaba abrazarte una vez más, necesitaba volverte a besar. ¡Joder! Me he vuelto loco, a tal punto de que sólo pensaba en ti todo el día, además, claro, de mis ganas de morir.

¿Qué debo hacer a estas alturas para que vuelvas? Nada. ¿Qué puedo hacer para que me recuerdes? Nada. ¿Qué puedo pedirte a ti, antes de morir? Que vuelvas, pero es algo imposible, por lo que se transforma en nada. Mi vida, mi cielo, mi amada... tantos bellos momentos compartimos juntos, tantas cosas hicimos, tantos momentos que nos sentimos inseparables. ¿Dónde quedó todo eso? ¿Adónde se fueron todos esos momentos que quedan en mi memoria y van tomando un color oscuro, se van muriendo lentamente? ¿Acaso se han ido de tu cabeza? Porque en la mía aún siguen, en la mía aún sigues.

Pido perdón, realmente, por no cumplir con lo que te he prometido; por no haber resistido y morir. Pero cumplí con las demás promesas... escribirte cuándo muriera, ser fuerte incluso en los momentos más difíciles. Pero creo que ya esto es el final. Aunque haya sido fuerte todo este tiempo, esa máscara de fortaleza se ha caído, dejando expuesto todo lo real, todo lo débil de mí. ¿Para qué preocuparme en rearmar la máscara si sé que no durará mucho tiempo? Entiende que soy débil, frágil, sensible.

Soy como un espejo a punto de romperse, sólo con un toque yace destrozado. Ese pequeño toque me lo has dado tú. Me has empujado a este abismo sin fin. Me has roto en más partes de las que puedo contar. ¿Pero qué puedo hacer si mi corazón completo te lo entregué a ti? No puedo hacer absolutamente nada, mi amada. Me entregué completamente a ti, sin recibir nada a cambio, sin tener certeza de que no sería destruido.

Cuántas palabras me faltaron por decir en estas cartas, Dios mío, si te dieras cuenta de lo mucho que no pude decirte, te quedarías inmóvil en tu asiento. Pero creo que eso es lo que pasará cuando recibas esta última carta. Quedarás inmóvil al leerla, de seguro tus ojos se llenen de lágrimas, tal vez, sólo tal vez, caigas en llanto. ¿Y quién estará para ti en esos momentos? Absolutamente nadie, porque tal vez ya te has quedado sola de tantas personas a las que le has roto el maldito corazón.

Pudiese estar allí, claro está; pero seamos sinceros, no quisieras verme más y, además, se trata de mi muerte. Mi muerte que vendrá apenas esta carta termine. Al final, una vida más se apagará. ¿Cuántas personas más has conocido con tendencias suicidas? De seguro muy pocas. ¿Por qué lo digo? Porque no creo que haya otro idiota como yo que no valore su vida. Y si lo hay, de seguro se alejó de ti antes de que lo destrozaras. Yo fui el único pendejo que, incluso temiendo ser despedazado, descuartizado, y quién sabe qué más; me quedé allí para ver si de verdad me amabas.

Ya no creo ni en los cuentos de hadas. No creí nunca en los "Felices para siempre", y he aquí la explicación del porqué. Ya te lo he relatado. Nunca habrá alguien que consiga ser feliz para siempre con otra persona. Nunca. El "Felices para siempre", siempre termina; puede ser con una muerte, con un rompimiento, o cualquier otra cosa. Pero siempre, ese siempre, termina. Me ha tocado vivirlo.

No creerás la cantidad de melodías tristes que han salido de mí, desde que nos dimos ese último "adiós". No tienes idea de cuántas noches lloré, pensando que volverías. No sabes cuánto me duele el no estar a tu lado.

Pero, ¿sabes? Sigue con tu vida, así la mía se acabe esta misma noche. Sigue sonriendo, aunque mi sonrisa yace entre cenizas. Sigue siendo feliz, aunque yo sea un gran infeliz. Por favor, no tomes esto como juego. No estoy jugando en estos momentos. Es más, ni ganas de jugar me quedan. Todo lo has opacado, todo en mí lo has destrozado.

Deberías conseguir algo de alcohol. Así ahogarás tus penas. Así me olvidarás, o tal vez me recordarás. Así en el olvido me dejarás. Tengo miedo de que me olvides. Pero lo aceptaré si es lo que tú decides. Adiós, mi amada.



Te amo...



Con amor,

~K

Tristes Acordes Soñados.    |1er lugar en los Toxic Awards|Where stories live. Discover now