Capítulo 25

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— ¡Emma! — gritaron mi nombre fuera de mi ventana.

Abrí mis ojos de a poco y me di cuenta de que era de madrugada.

Me levanté de la cama quitando las sábanas de mi cuerpo y aún somnolienta me acerqué a la ventana. Tallé mis ojos y corrí las cortinas que la tapaban.

Afuera caía una llovizna y la ventana empañada no me permitía ver quién estaba detrás de ella.

Corrí la ventana hacia arriba y asomé mi cabeza y justo como si mi acto de presencia insultara a la madre naturaleza, dejó de llover inmediatamente.

Milton estaba afuera de la ventana sentado en el tejado.

Fruncí mi ceño, confundida.

— ¿Milton? — dije confundida. — ¿Qué haces aquí?

— Ven. — dio unas palmadas a su lado. — Tengo algo que decirte.

Suspire frustrada y cansada.

— Te dije que te alejaras de mí. — le dije apoyando mis manos en el marco de la ventana.

— Ya lo sé. — dijo desanimado.

Raro. Milton siempre parecía divertirse o estar enojado, pero nunca cabizbajo y triste.

Suspiré otra vez y apoyé mis manos en la ventana para darme impulso. Saqué mis pies y luego mi cuerpo.

En el tejado caminé hasta su lado y lo miré desde arriba aún alerta de lo que podría hacer.

— ¿Qué quieres? — le dije frustrada por su silencio.

Milton tomó sus piernas y las abrazó. Se veía tan vulnerable... Y humano.

— Siéntate. — me ordenó.

Hice lo que me pidió y miré al frente.

— Emma... — dijo mirándome, pero yo no regresé la mirada. — Sé que no te he tratado muy bien... Ni he sido cortés, ni atento, y aún así me preguntaba por qué no me querías. — rió un poco. — La última vez... Cuando tuviste la oportunidad de asesinarme y no lo hiciste... Me dejaste marcado.

Lo miré confundida.

— Comprendí que era un monstruo, y que no te estaba tratando como lo merecías. — ahora el miró al frente. — Comprendí muchas cosas. Me abriste los ojos.

Esto sí que era nuevo...

— Yo quería que fueras feliz. — dijo mirándome. — Y pensé que si volvías al cielo con tu hermano lo serías, si recuperabas tus alas y tu poder... — suspiró. — Pero veo que eres más feliz aquí.

Milton me sonrió sinceramente.

— Y no te lo voy quitar.

¿Acaso Milton estaba dejándome en paz?

— Tú mereces algo bueno, y esto no es ningún chantaje para que te quedes conmigo. — se rió tristemente. — Quiero que seas feliz, sin estar a mi lado.

Aún confundida y con el celo fruncido sonreí consternada. ¿Estaba realmente dejándome en paz así de fácil?

Milton no era tan malo después de todo... Pero que de repente dijera todo esto, me dejaba sin palabras.

¿Debería confiar en él?

— ¿Y cómo sé yo que no es una trampa? — le dije sin depositar toda mi confianza en él.

Aunque se veía realmente sincero, creía que estaba soñando. Pero esto se sentía tan real...

Milton se paró y me ofreció una mano. La tomé y levanté las cejas.

Estábamos de pie uno frente a otro.

— Saca tus alas. — me ordenó.

Lo miré con los ojos entrecerrados y él me hizo una señal de que lo hiciera. Al final terminé haciéndolo pero seguía con el miedo de que en cualquier momento uno de sus ángeles me llegara por la espalda y las arrancara sin rechistar.

Milton miró mis alas (que estaban muy maltratadas) con una cara de horror.

Revolé los ojos y me quedé esperando.

Milton cerró los ojos y una ventisca recorrió todo el ambiente que nos rodeaba.

Fruncí el ceño sin entender que sucedía, hasta que lo sentí.

Sentí cómo mis alas volvían a tomar fuerza, y cómo nuevas plumas aparecían reemplazando las caídas. Sentía mi poder de sanar fortalecerse. Lo pude sentir recorriendo mis venas y todo mi ser.

Pero sentí una cosa más. Una punzada en el pecho. Una linda punzada en el pecho que Milton me había dado.

Normalmente los ángeles solían transmitir el amor a otro ángel así, por una punzada en el pecho.

Pero Milton tenía los ojos tristes.

Un amor no correspondido...

Lo miré con tristeza. Y él me dedicó una sonrisa ladeada.

— Está bien. — sacó sus alas y me miró. — Si llegas a necesitar un favor sólo pídelo. — se encogió de hombros.

Asentí con la cabeza.

Milton estaba a punto de tomar vuelo pero se volteó.

— Ah, y, Emma. — lo miré dándole a entender que lo escuchaba. — No malgastes tu renuevo de alas. — me reí. — No durarán para siempre...

Asentí otra vez.

En esta ocasión Milton sí despegó al cielo, sin mirar atrás.

No sabía cómo reaccionar... Pero al parecer los problemas se habían ido, y eso me dejaba una sensación de paz.

Y lo mejor de todo, podía estar con Jared libremente.

Entré de nuevo y miré mi cama.

Había algo raro en la casa. Se sentía inestable y terrorífica.

Abrí mi puerta y salí al pasillo. La luz que salía por la ventana del fondo del pasillo era lo único que alumbraba, y era tenue.

Me dirigí a la puerta de Aine y Elián y antes de girar la manija unos ruidos se escucharon en la cocina.

Me asomé por las escaleras. Y después de escuchar sólo un silencio sepulcral, bajé cuidadosamente con todos mis sentidos alerta.

Llegué a la cocina y prendí el interruptor. No entré, sino que me quedé en la entrada. Unas risas se escucharon detrás de mí.

La sangre se me heló. Me di la vuelta lentamente y miré en la oscuridad. La luz que provenía de la ventana en la sala, alumbraba un sofá. En él, se dibujaba una silueta sentada.

— Hola, Emma.

Su voz me paralizó por completo.

— ¿Daide?...

Emma, la caída de un ángel (Saga Genus #1)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora