Capítulo IV: Reminiscencia

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Nota Autora: Denle play a la canción de arriba cuando lo indique en el texto 

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Le había costado en demasía conciliar el sueño. A pesar de estar más tranquilo, no tenía deseos de dormir aunque fuese casi medianoche, sobre todo teniendo en consideración que el día anterior se había acostado a altas horas de la madrugada gracias a la fiesta de coronación. Sin saber muy bien por qué, pensó en subir a la azotea, quizá poder sentir cómo el viento le daba de lleno en la cara lo relajaría. Extrañaba esa sensación propia de largas cabalgatas, como las que solía recorrer por vastas llanuras junto a su éored cuando, hasta hace tan poco tiempo, era uno de los mariscales de la Marca.

Una vez que hubo llegado, se dio cuenta casi con decepción de que el viento estaba casi ausente, a excepción de una tibia y suave brisa que anunciaba una tempestad segura dentro de poco rato.

Entonces distinguió una femenina figura que estaba sentada en el otro extremo de la azotea bajo la estrecha pérgola. La luz de las antorchas que alumbraban el lugar era muy tenue, por lo que desde allí sólo lograba divisar una silueta. Sin embargo, sospechó con seguridad de quién se trataba. Volvió la curiosidad que lo invadió cuando la vio con el mapa celeste durante la mañana, tal vez ahora podría preguntarle más sobre el tema. E impulsado por esa idea, de modo intencional provocó el encuentro. Ella giró la cabeza en su dirección. Al llegar a su lado, la mujer asintió una vez y dijo:

—Mi señor, buenas noches.

—Buenas noches, señorita Lothíriel... ¿Sabes? No es necesario que exista tanta formalidad entre nosotros, no me trates de usted.

—Muy bien... intentaré no hacerlo —aseguró la joven un poco sorprendida por su petición, si sólo lo había conocido la noche anterior, además no era cualquier persona, ¡era un rey!

Él se sentó a su lado y se percató de que ella sostenía un diario con sus largas y delicadas manos.

—Ya me iba yendo. Vine a observar el cielo, mas como —se pausó dudando si comenzar a tutearlo como él le había autorizarlo—... te habrás dado cuenta, se nubló.

—Espera, cuéntame qué viste, si es que no te molesta —dijo un entusiasta Éomer.

—No es ninguna molestia. Pude observar todas éstas —aclaró señalando los bocetos que tenía en su cuaderno—, a pesar de ello me costó trabajo imaginarme algunas, como el águila de Soronúmë.

—Es una lástima que se nublara y no hayas podido mostrármela. De veras habría deseado distinguir una, pues más que constelaciones, reconozco los nombres y ubicaciones de las estrellas más llamativas.

Lothíriel miró al suelo, hubo un silencio que por unos segundos le pareció incómodo. Sí, lo mejor era irse. Pero para entonces escuchó de nuevo su voz:

—Dime, si es que lo deseas, Lothíriel, ¿por qué siendo una princesa haces todo esto: investigar, leer, observar?

Ya no podía más con la duda. Ella era una criatura singular, no recordaba haber experimentado antes esa clase de inquietud intensa no motivada por el deseo hacia alguna joven mujer, menos por una noble extranjera. Dudó por un segundo, quizá no era correcto estar solo con la princesa allí, en medio de la noche. Sin embargo, ¿qué más daba? No estaban a puertas cerradas.

—La verdad es que, exceptuando a otras razas como los Eldar y los enanos, me sorprende que en la actualidad más gente, por lo menos de esta nación, no se pregunte lo mismo sobre los fenómenos que los rodean. La mayor parte del tiempo indagan cuando deben hacer uso de ellos, como los marineros con el viento y las mareas, o los agricultores con el ciclo de vida de algunos frutos, hortalizas o cereales. Se entiende que es parte de su oficio y supervivencia. Mas puede que nunca vuelva a ser como antaño, como alguna vez lo fue en el esplendor de Númenor, donde el conocimiento era a su vez la fuente del sentido de la existencia. —Se sorprendió, no le había sido difícil contestarle, había sido como un agradable impulso.

El agua es como el aire (ESDLA Longfic)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt