Capítulo XVI: Los momentos

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―¿Estás aquí? ―pronunció con evidente relajo y algo de jolgorio.

―Sí, no me sentía capaz de hacer nada, de pensar en otra cosa que no fuese verte luego de que hablaras con tu padre ―confesó divertido.

―No tienes de qué preocuparte, todo está bien. Supongo que no puedo sentirme más afortunada.

―Imrahil es alguien que nunca se debe subestimar, al parecer no demoró mucho en notar lo que yo comenzaba a sentir por ti. ―Ella rio.

―Está más que claro que lo mismo cuenta para mí. Ahora ―lo tomó de las manos, mirándolo de frente― dentro de muy poco, podremos estar siempre juntos ¿Algún día dejaré de padecer ese cosquilleo en el estómago cada vez que te veo?

Entonces con suavidad se besaron, frente al ventanal, con relajo. A pesar de estar en el pasillo, el ser vistos ya no era un problema. No importaba si los sirvientes cuchicheaban, y menos importaba el odioso trato de los hermanos de Lothíriel. Todo eso pasaba a segundo plano, ya no había ningún impedimento para sentirse libres. Se mantuvieron muy cerca, y en un intervalo sin tiempo se contemplaron satisfechos.

―Bien, pues... ya es oficial.

―Lo es, pero no por completo ―le advirtió él.

Ahí estaba de nuevo, no quería ese protagonismo y él tampoco, habría sido tan sencillo sólo entregarse a estar juntos. Pero sí, desde ese entonces una parte de su vida comenzaría a ser pública. Si bien era algo molesto, no se comparaba con lo que le provocaba estar cerca de Éomer, lo demás sólo sería una consecuencia inevitable con la que creía, aprendería a lidiar.

El joven tragó saliva y dio un largo suspiro.

―Pues, me parece que mañana sería un buen día para presentarte al consejo ―Ella lo observó con una expresión de duda ―. Pero no te asustes, ellos no tienen ningún poder sobre mí para oponerse, e incluso considero su opinión irrelevante en este asunto y sólo haré esto por protocolo, nadie tiene el derecho a meterse en mis decisiones maritales.

En realidad, y de cierto modo, podían influenciar y oponerse a una elección matrimonial que el rey estipulase. Pero Éomer era un alma tan libre que se negaba a aceptar que un grupo de personas pudiese entrometerse en lo que también consideraba su vida personal. No sólo se negaba sino que estaba en absoluta contra de aquello, mas las costumbres de los rohirrim no eran tan fáciles de apaciguar, sobre todo si se trataba del consejo.

―Sin embargo, serás su reina. La que pretendo también participe de las reuniones que celebramos periódicamente. De sólo imaginarte en esas instancias conmigo me siento más tranquilo. No sabes lo terco que, en ocasiones, puede ser ese grupo de hombres adultos y ancianos.

Lothíriel dibujó en su rostro una sonrisa nerviosa. Se preguntaba con qué moral Éomer hablaba de terquedad, pero él no pareció comprender su gesto. Pasados los segundos, su semblante cambió, no imaginaba que estar por primera vez frente al consejo del rey fuese una tarea sencilla, ni cómoda.

―Convocaré para mañana una breve sesión del consejo. Por favor, no sientas temor, yo estaré contigo ―dijo abrazándola con cariño.

Durante la cena que esa noche tuvo Imrahil con sus hijos, el tema principal fue el matrimonio de la más joven de la familia. Al enterarse, Erchirion asentía serio y pasaron algunos minutos antes de que se animara a decir algo, Amrothos parecía satisfecho, pero segundos después algo pareció asustarlo. Ambos expresaron felicitaciones a su hermana, Lothíriel percibió un rastro de duda en Erchirion, quien a su vez la observó con cierta complicidad. Ella sólo atinó a recordar que los había visto esa noche en Minas Tirith, empapados, y se sonrojó agachando la mirada. Al mismo tiempo, Amrothos alardeó de lo halagado que se sentía de ser, dentro de muy poco, el hermano de una reina. Entretanto su padre hablaba aspectos más formales y organizativos del evento, la cabeza de Lothíriel merodeaba en lo que sería su irrupción en Meduseld al día siguiente.

El agua es como el aire (ESDLA Longfic)Where stories live. Discover now