El hotel de la colina Geiser, Parte 2

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Era la última clase antes de que empezara el recreo y Zac fue hasta la mesa de Stefano para proponerle lo que el chaval de antes le comento, Stefano se negó rotundamente y manifestó que no tenía que fiarse de nadie de la clase, aunque si estaba de acuerdo con lo de hacer caso a la campana del centro y salir del hotel antes de que esta terminara de sonar, al parecer los menores que no salían antes de que terminara de sonar no eran vueltos a ver nunca.
La hora del recreo había llegado, la sirena empezó a sonar y todos los menores emprendían camino al recreo y los del cuarto curso corrían hacia el túnel natural que ascendía la colina, entre esos chavales se encontraban Stefano y Zac, el túnel era algo extraño, parecía como si se hubiera hecho con un pico y una pala, a la izquierda del túnel había miradores y durante el camino del túnel habían bancos de piedra para poder sentarse y ver a través de esos miradores "naturales", verdaderamente no se sabía si ese túnel había sido provocado por la erosión o por la obra de alguien o unos cuantos de una manera algo rudimentaria.
Lo que si estaba claro es que ese túnel había sido modificado, los menores habían construido bancos de piedra, bordillos para sentarse, zonas para fumar hierba y algún que otro sofá o colchón que había situado a lo largo del túnel para descansar, beber y fumar.
El túnel llegaba hasta lo alto de la colina y una vez ya ahí daba salida a una puerta, una puerta normal a la que se llegaba subiendo una pequeña escalera, no más de cinco escalones de losa de cerámica, la puerta era como la de una casa normal por fuera de madera marrón y clara. Todos los menores formaban una fila para esperar que llegara el que abría la puerta, y ahí estaba, un chaval de unos diecisiete o dieciocho años que a saber cuántas veces había repetido curso, saco una llave de su bolsillo y dijo:

- Señores, recuerden el camino, pasillo recto, izquierda, recto, izquierda, derecha, izquierda, derecha, recto, pasillo derecha, pasillo izquierda, recto, recto, escaleras hacia arriba, o más fácil, síganme, aunque os lo repito cada día para grabároslo en vuestro subconsciente por si algún día no estoy yo para que me sigáis. – Recordó el veterano alumno.

- Para los nuevos, por si hay alguno, no habléis con nadie que no sea un alumno del centro, es decir con ningún desconocido, tampoco realicéis actividades que puedan impediros correr de manera segura para cuando haya que escapar del hotel, cito a continuación: meterse en las zonas de baño, alejarse mucho de las zonas seguras, meterse en lugares donde haya que pasar por un gran número de puertas, bla... bla... bla... - Explicó el mismo menor.

Zac miró a Stefano, Zac estaba asustado y no entendía, "¿Si tan peligroso es el lugar al que van?, ¿Por qué van a divertirse ahí?", pero al mismo tiempo que Zac sentía miedo y curiosidad también sentía seguridad, y pensaba "Si tan peligroso y arriesgado es, no habría el número de chavales que ahí ahora, para arriesgar sus vidas por unas simples zonas de juego u ocio".
El menor veterano trasteaba la puerta con su llave, hasta que definitivamente la abrió y el mismo empezó a correr siendo el primero para dirigir a todos los demás. Se metieron en la zona de las habitaciones, un pasillo tremendamente largo con muchos cruces, las paredes del pasillo eran de papel con un dibujo color rojo en un fondo crema y el suelo era de moqueta, en el centro del camino la moqueta era beige y en los extremos, marrón claro con dibujos.
Todos los menores corrían ahora a través de ese pasillo que parecía infinito, hasta que por fin llegaron a las escaleras que subían, unas escaleras que hacían una curva muy cerrada mientras se subía por ellas y que daba la sensación de que la curva era demasiado prolongada para ser real. Hasta que por fin llegaron al vestíbulo del hotel, una zona más normal con sillones y sofás rojos, la recepción y el suelo de madera de parqué oscuro.
Una vez los menores llegaron al vestíbulo se separaron en grupos, un grupo, el más grande, se dirigió a la zona de juego donde se encontraba el billar, las máquinas recreativas, el futbolín, los dardos y muchos más juegos, otros grupos simplemente merodeaban por el hotel o se sentaban para hablar en los sofás del vestíbulo o de la cafetería. En la cafetería pasaba algo extraño, los menores tenían prohibido hablar a cualquier cliente o miembro de personal del hotel y si algún menor se sentaba en la cafetería, que era lo que solían hacer bastantes menores, sin hablarle al camarero o ignorándolo, este siempre traía la bebida o comida que los menores deseaban o querían, sin mediar palabra, la única explicación que los menores podían darle a esto es que los miembros del personal, concretamente el de la cafetería les leía la mente. Incluso si un menor no deseaba tomar nada el camarero lo percibía y no le servía nada.
Dejando la cafetería a un lado y a donde fueron los demás menores, Zac y Stefano se marcharon a la piscina exterior, donde ahí había un cliente del hotel, un extranjero calvo con gafas de visión, era el mismo cliente que siempre se podía observar colina abajo a través de unos prismáticos o una buena vista, era el mismo desde hace cientos de años se rumoreaba rara vez en el pueblo. Stefano no lo dudo y aun bajo la mirada de este extraño cliente se zambulló en el agua, incitando a Zac a hacerlo también.

- ¡Zac!, ¡Venga!, ¡Es divertido! – Le decía Stefano a Zac.

Pequeños terroríficos relatos [Parte 1]Where stories live. Discover now