Cuando la vida se ensaña contigo, poniéndote una prueba tras otra: ¿por qué no rendirse ante lo inevitable, ante la nada de la conciencia? Esto es lo que piensan los protagonistas de las distintas historias, para quienes el suicidio, el asesinato y...
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Una vez más Mr. Bennet, el Director Ejecutivo de la Clínica June, un referente a nivel mundial, descartaba a Mary como jefa de laboratorio por el simple hecho de ser mujer y latinoamericana, relegándola en favor de Peter. Lo hacía a sabiendas de que se apropió de su investigación sobre la calvicie masculina y de que la patentó robándosela a ella. Una patente que traería millones de dólares al centro y mucho prestigio personal al inventor.
Debió irse antes, esto se veía venir. Porque cuando llevaba noventa días trabajando se topó con la primera injusticia: le hicieron un contrato indefinido a un chico al que Mary tenía que darle clases de genética a diario para que desarrollase la labor. A ella, en cambio, seguían renovándoselo mes a mes.
En aquella época decidió no amargarse. Como decían las frases que recorrían Facebook de un extremo al otro, si la vida te da limones, hazte una limonada. Seguro que Mr. Bennet veía en Bryan unas condiciones que le pasaban desapercibidas.
Era muy puntillosa así que compró un pequeño block de anotaciones, precisamente con algunos limones dibujados. Escribió en una hoja qué le había sucedido, junto a unas palabras motivadoras. Luego lo pegó como recordatorio en el refrigerador.
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Pero dos meses después tenía tapizada la heladera y el congelador con los limones y empezaba a cogerles manía. Además, su jefe no demostró lucidez al contratar a Bryan, pues se enteraron en este lapso de tiempo que trabajaba allí como espía para pasarle a la competencia información de los últimos descubrimientos de la Clínica June. Un buen día simplemente dejó de ir y fue así como saltaron las alarmas. Encima, ni siquiera el título era auténtico.
Decidió ser permisiva y recordar solo lo que más le dolía. A tales efectos compró unos post its con la palabra NO impresa, que iban del número uno al cuatro. De esta forma, no recaería en la costumbre de registrar todos los incidentes negativos, sino aquello que le negaban y a lo que tenía derecho. Los pegaría sobre un fondo amarillo, en honor a los limones. Pero enseguida se arrepintió de no haber adquirido pegatinas del uno al mil.
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