El perro de mamá.

181 18 38
                                    

≪Los mapuches  somos gente de linaje

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los mapuches  somos gente de linaje. Llevamos con orgullo los apellidos de nuestros antepasados, inspirados en la naturaleza... porque si se atropella el pasado   ¿adónde vamos a ir?

Luisa Calcumil [*].

  La anciana negó enérgicamente con la cabeza y protestó:

—¡De ninguna manera!, ¡no! ¿Qué pensáis acaso?, ¿qué soy un bebé a la espera de que vosotras dispongáis de mí? Ni hablar, ni pensarlo siquiera, ¡no puedo creer que me pidáis esto!

—Pero mamá...

—¡Pero nada, Pilar! —cortó Camila Roth de cuajo la discusión—. Sé muy bien lo que quiero, no os confundáis. No me he vuelto tonta —y, al reparar en que sus dos hijas la observaban con gesto extraño, añadió—: Sí, sé muy bien lo que quiero, ¡no me miréis así! Y no vayáis a mencionar mi edad de nuevo, tampoco. ¡No, no la mencionéis! Hoy en día setenta y cinco años no son nada... De verdad, chicas, me alegra mucho que me hayáis venido a visitar. Se agradece, de verdad se agradece. Ya podéis volver a vuestros trabajos con las conciencias tranquilas, cumplisteis con vuestra obligación. Estoy bien, punto final.

—¡Pero mamá! —exclamaron al unísono las dos mujeres—. Nos ofendes al...

—Ya he dicho antes que de pero nada, ¡estoy harta de peros este día! —las interrumpió, convencida—. Y no os confundáis de nuevo, niñas: es mi cuerpo el que no responde. Mi mente sigue tan clara como hace cuarenta o cincuenta años. Igual que cuando tenía veinte, mejor dicho, pero con más experiencia. ¡Y mirad que los años sí que enseñan, no los menospreciéis!

—Pero mamá, tú sabes —pronunció Pilar haciendo aspavientos.

  Su madre no se lo permitió, pues en voz muy alta profirió:

—¡Basta!

  Después suavizó el tono, les acaricio las caras y continuó:

—¡No discutáis más, chicas, respetad mi decisión! Sé lo que tengo, no pretendo negarlo. Aunque aquí el quid de la cuestión es que yo decido. ¡Es mi decisión, jolín, fin del problema!

—¡Pero mamá, no seas terca! —Trató de convencerla Pilar, la hija mayor—. No es ningún juego, lo que tienes es algo muy malo. Hay que seguir el consejo del doctor Díaz y el doctor Díaz dice que hay que...

—¡Pero bueno! —se enfadó la señora—. ¡Parece que cualquiera tiene derecho a decidir por mí!... Y no tengo algo malo, tengo cáncer, tiene nombre, a ver si aprendéis a pronunciarlo: C-Á-N-C-E-R... Y ya que mencionáis a ese matasanos debéis saber que el doctor Díaz no tiene vela en este entierro, es mi decisión. ¡Mi decisión, que os quede muy claro! Tampoco es decisión vuestra... ¡Por Dios, basta de hacerme enojar! ¿Es tan difícil de entender?... Y tú, Goliat, ¿qué opinas?, ¿verdad que mami tiene razón?

El suicidio de la escritora frustrada y otros cuentos (terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora