Capítulo 29: Interminable pesar

29.3K 2.7K 1.5K
                                    

Otro día más, decidido a hablar, sin hallar valor ni oportunidad. Ni siquiera había podido dormir bien otra vez, pensando y pensando en qué estaría haciendo Rosy en su salida con John. Deseé poder ir y buscarlos, pero en una ciudad que ni conocía, enorme, y sin tener dirección, no la hubiera ubicado en toda la noche quizá. Igual se me carcomía el interior por saber.

Mi rabia aumentó cuando esta mañana vi a John rondar feliz por ahí. Y así estaba sin atender a las explicaciones de Max, frustrado y auto torturándome pensándola con él, riendo, conversando, y hasta tal vez abrazados. Si a mí me abrazó, era una chica muy dulce, quizá él también aprovechó eso... Por eso tenía su aroma ese día.

El lápiz que tenía entre los dedos se rompió como palillo y cayó. Gruñí y agarré otro.

La pantalla se encendió dando un reporte. Más furia vino a mí cuando apareció Héctor siendo galardonado por haber ayudado con una fundación protectora de H.E, además de haber contribuido con excelentes estudios en cuanto a nosotros, en cuanto a nuestros cuerpos y genética. Había supuestamente demostrado no estar involucrado en los abusos a evolucionados. Aseguraron haber acabado con los arrestos, aseguraron estar dando inicio a la era de paz. Sin embargo, seguían buscando al "grupo rebelde de evolucionados infiltrados" que sin razón, capturó a uno de sus colegas. La policía nos buscaba.

"Con esto, el general Orlandini nos asegura y demuestra que Seguridad Nacional no tiene por qué desaparecer, después de todo, los H.E siempre deberán estar siendo vigilados".

—Vaya, esto puede ser un problema —aseguró Jorge.

Sentí asco. Otro lápiz se rompió. Volví a gruñir.

—Oye, no voy a comprar más de esos —reclamó Max.

Ganas de jalar todos y romperlos no me faltaban.

—Yo sospecho qué le pasa —susurró Alpha muy, muy bajo.

Mis congéneres me observaban. Me puse de pie.

—Necesito aire.

—No, necesitas una buena noche de acción —murmuró Max.

Arqueé una ceja, ninguno de nosotros pareció entender, pero no me importó. Necesitaba salir y correr sin fin, quitarme el fastidio, el despecho que sin razón sentía, la impotencia.

Salí, y tal fue mi sorpresa al detectar la dulce esencia de Rosy. Corrí en su dirección, casi desesperado, entré de golpe a una oficina y me topé con Jorge.

—Eh, si buscas a Rosy, ya se fue...

Maldije mientras volvía a correr, guiado por ese aroma que desde ya, me estaba alimentando. ¿Cómo iba a hacer luego si no podía estar ni un día con la idea de no verla más?

Quedé plantado cerca de la salida. Decepción, desolación. Ya se había ido en uno de esos autos que tenían aquí seguro, a quién sabía dónde...

Reaccioné al verla pasar por mi lado. Mi corazón pegó un brinco. Ella me vio de reojo, entristeció de forma casi imperceptible y aceleró el paso.

—Rosy, Rosy, espera —rogué queriendo detenerla.

Al mismo tiempo, todo mi ser me rogó que le pidiera perdón y la estrechara contra mí.

—Solo vine a despedirme, debo irme —tratando de evadirme.

Me congelé.

—Despedirte...

Bajó la vista unos segundos.

—Me dieron media beca para estudiar un masterado. Es algo grande, ¿sabes? Me abre más oportunidades. No es aquí... claro.

—Te vas...

Ojos de gato AcruxWhere stories live. Discover now