Capítulo 33: Caprichos

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Sonreí extasiado al despertar con ella desnuda entre mis brazos, quería despertar así el resto de mi vida.

El contraste de su cuerpo con el mío era de ensueño. ¿Cómo fue que una criatura tan hermosa se fijó en mí? Yo tenía vello por casi todas partes —aunque nunca me importó ni me pregunté por qué— al contrario de ella, eso era algo curioso. Estaba más que fascinado con su naturaleza femenina, como nunca lo estuve antes, me seguían sorprendiendo nuestras diferencias a pesar de que ya me sabía todas sus formas de memoria. Me hacía querer seguir sintiéndome y viéndome fuerte para cuidarla, ser su sustento, ser suyo a toda hora y hacerla mía con fervor. Tendría tiempo de explorarla sin descanso luego, cuando estuviéramos en nuestro propio lugar, solos, ya unidos para toda la vida.

Enterré el rostro en sus cabellos, los besé, la escuché quejarse bajo y sonreí de nuevo.

—Mi pequeña dormilona —susurré—. Debo irme.

—Ah, sí —murmuró semidormida.

Aproveché su momento de leve sueño para retirar sus rizos, lamer su cuello y empezar a recorrer su piel a besos. Pasé por su hombro mientras mi mano ya estaba por sus caderas bajando a sus muslos. Rió y se quejó al mismo tiempo completamente adormilada.

—Lamento tener que despertarte, si gustas llamo a Max para que mande a alguno de su equipo y...

—No, yo quiero ir contigo —dijo girando. Se frotó los ojos y se sentó, trató de arreglarse los rizos con prisa—. Rayos, parezco una mopa, mira este cabello cómo es.

—A mí me encanta.

Sonrió con ilusión y cayó sobre mí para llenarme de besos. Reí en silencio. Se volvió a reincorporar para salir de la cama.

—Vamos, gatito.


Nos aseamos entre juegos, caricias y risas. Luego de alistarnos y vestirnos sin dejar de vernos, bajamos al estacionamiento. Al parecer le habían dado un auto para que se fuera en él, felizmente ya no lo haría, al menos no en unas semanas. Tiempo suficiente para irme con ella.


—Sé que te atormenta saber que... mataste personas y a evolucionados como tú —comentó con tristeza mientras conducía—, pero no debes culparte.

Bajé la vista. ¿Cómo no culparme? Estaba convencido de que no merecía toda la felicidad que había conocido con ella, habían muchas cosas que no merecía al haber cegado otras vidas, fuera consciente o no. Algo en mi interior esperaba un castigo. De algún modo sentí que toda mi vida lo esperaría, siempre iba a volver a la misma conclusión.

—Quizá el paso más importante que debes superar no es enfrentarte y darle una lección a esos sujetos, es enfrentarte a ti, perdonarte a ti.

La miré de reojo, mostraba más tristeza que hacía un momento. Respiré hondo y lo solté en un suspiro.

—No estés triste, por favor.

Llegamos al fuerte, no había estado tan lejos como pensé.

—Voy a estarte esperando aquí —sus ojos se plantaron en los míos—, recuerda eso.

—Sí, tranquila.

Se inclinó hacia mí así que hice lo mismo sabiendo lo que quería, un beso. Nos besamos de forma intensa y despacio, gocé sus labios, su aroma, el dulce sabor de su piel. Su lengua se coló debajo de mi labio inferior y sonrió al sentir que ese gesto me tomó por sorpresa. Sonreí también.

—Te beso aquí porque si lo hago ahí, los hombres esos te van a estar molestando quizá.

—Que se atrevan —refuté dándole un corto beso.

Ojos de gato AcruxWhere stories live. Discover now